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El golpe frustrado del 11 de junio pasado en Venezuela sorprendió a mucha gente en su buena fe. Los medios internacionales habían presentado al presidente Hugo Chávez y sus colaboradores como antidemocráticos, burdos, desprolijos y pendencieros. La oposición, en cambio, era presentada como los abanderados de la democracia y la sensatez.
Los sucesos de esos tres o cuatro días abrieron muchas brechas en esa imagen. En primer lugar, los golpistas se mostraron como represivos y autoritarios, verdaderamente antidemocráticos y tomaron medidas más parecidas a las que se recordaban de los viejas dictaduras militares de la región. Medidas y actitudes que Chávez no había tomado y que siempre repudió en los tres años que lleva en el gobierno.
El otro argumento, presentado en este caso por ex aliados del gobierno que se habían pasado a la oposición, mostraba a Chávez, además de intolerante, como ineficiente. Se trataba de un caudillo que lo único que había hecho en tres años era instaurar una Constitución llena de conceptos utópicos y populistas que nunca podrían ser llevados a la realidad. Sin embargo, el masivo apoyo popular a su gobierno en esos días demostró que su liderazgo no se había desgastado. Y que alguna razón concreta debía existir para que mantuviera ese apoyo.
Rodrigo Chávez es coordinador general de los círculos bolivarianos, una organización comunitaria de masas que surgió a partir de la nueva Constitución. “El proceso venezolano se da en el marco de las instituciones democráticas –señala–, Chávez no tiene la suma del poder público, hablamos de una revolución pacífica y de reformas estructurales profundas. Y por lo tanto la primera etapa fue construir las herramientas legales para ese cambio.” Los círculos bolivarianos se forman en el conocimiento de esa nueva Constitución. “Ahora hay que llevar a la práctica lo que está escrito”, afirma Chávez. En el caso de Venezuela, el testimonio de los protagonistas ofrece una imagen más real que la de los grandes medios de comunicación.