ESPECTáCULOS › EL FOLKLORE HOMENAJEA MAÑANA LA MEMORIA DE HAMLET LIMA QUINTANA
Una historia lo recordará, siempre
Escribió un tema clave de la historia del folklore, como “Zamba para no morir”, entre muchos otros, incluida una obra conceptual sobre el Che. En el día en que hubiese cumplido 79, lo recordarán cantando.
Por Karina Micheletto
“Al quemarse en el cielo la luz del día, me voy/ Con el cuero asombrado me iré/ Ronco al gritar que volveré/ Repartido en el aire al cantar, siempre”. Los versos de “Zamba para no morir”, popularizados por Mercedes Sosa, preanuncian la resurrección del poeta: “Mi razón no pide piedad, se dispone a partir/ No me asusta la muerte ritual/ sólo dormir, verme borrar/ Una historia me recordará, siempre”. Así fue. Hamlet Lima Quintana, figura fundamental de la poesía argentina, hubiera cumplido mañana 79 años. Falleció en 2001, víctima de un cáncer de pulmón. Lo sobreviven más de cuatrocientos títulos que renovaron el cancionero folklórico, además de numerosos libros y relatos. Mañana a las 19, algunos de sus amigos, muchos de los cuales pusieron voz y música a su poesía, festejarán su cumpleaños en la sala A-B del C. C. San Martín. El encuentro, con entrada libre, presentará a Mercedes Sosa, Jairo, Oscar Alem, Manolo Juárez, Juan Falú, Moncho Miérez, Emilio de la Peña, Julio Lacarra, Marián Farías Gómez, Néstor Basurto, Armando de Magdalena, Rafael Amor, Los Nadies, Resaca de Carnaval, Héctor Tealdi, Teresa Parodi y Jaime Torres. Juntos homenajearán al poeta al que tanto le gustaba la palabra “ternura”, convencido de que salvaría al mundo.
Quintana fue uno de los impulsores del Movimiento del Nuevo Cancionero, que revolucionó la poesía y la música del folklore, fundado en 1963 en Mendoza por Armando Tejada Gómez y Oscar Matus, al que se sumaron Eduardo Aragón, Tito Francia y Mercedes Sosa. La importancia del movimiento fue tal que sirvió como inspiración a la Nueva Trova Cubana. Miembro del Comité Central del Partido Comunista, Quintana era tan popular en Cuba que a su muerte se decretó duelo nacional. Cuando se le preguntaba por la incidencia de su obra, él decía que “esas cosas no se hacían para revolucionar nada, salían así por una necesidad de expresión que terminó siendo una suerte de mandato popular”. Y explicaba esta nueva poesía: “Cuando lo correcto hubiera sido ‘Me fui del rancho/ le dije adiós con la mano’, yo prefería metaforizar escribiendo ‘Monte de soledad/ nos vamos bebiendo el día’”. Así comienza la zamba “La amanecida”, que compuso junto a Mario Arnedo Gallo, un tema cuya forma y métrica rompió los moldes.
A pesar de haber nacido en Morón, se identificaba con los campos de Saladillo, donde se crió. De este contacto con “ranchos de barro con pisos de tierra” nació su amor por el folklore, además de la figura de su padre, músico y poeta, y de su madre, que tocaba piano. “Soy un privilegiado, pues desde mi infancia tuve los elementos formativos, el acceso a una cultura que me llegaba por los oídos, los ojos, la transmisión oral y los libros”, contaba. “Comprendí que no permitir que el pueblo tenga acceso a la cultura es un siniestro plan para destruir la cultura de ese pueblo”.
Descendiente de criollos por vía paterna y de la tribu del cacique Coliqueo por la materna, heredó cierto misticismo con el que a veces entendía el mundo. “Mi madre me entregó todo un ancestro tribal, el pensamiento mágico, los sueños premonitorios”, decía. En El diario del regreso, una de sus últimas obras, Quintana, emocionado por la noticia de que se habían descubierto los restos del Che Guevara en Bolivia, hace hablar al Che en primera persona, con música de Oscar Cardozo Ocampo y la voz de Jairo. La cantata relata el viaje de los restos desde Bolivia hasta los brazos del pueblo cubano, y su resurrección en Santa Clara. Quintana juraba que empezó a escribirla en sueños. La obra, que no llegó a presentarse en la Argentina, fue mostrada en el mausoleo Guevara, donde está enterrado el Che.
A lo largo de su vida ejerció varios oficios. “Fui cobrador de la luz, subcontador de la Compañía Argentina de Electricidad, vendedor de libros, periodista, vendedor de relojes, cantor y guitarrero”, enumeraba. Trabajó en United Press y en Clarín, y fue director de varias revistas. A partirde los 40 y hasta mediados de los 60 fue músico y cantor, en la compañía de Ariel Ramírez, Los Musiqueros y Los Mandingas. También formó un dúo con Mario Arnedo Gallo y finalmente fue solista, hasta que dejó de cantar.
En 1953 apareció su primer libro de poemas, Mundo en el rostro. Le siguieron 22 más (Milongueada por Pedro Coronel en Saladillo, El oficio común, Calfucurá y su elogio de la tribu) y cuatro libros de cuentos y relatos. Escribió una biografía de su amigo y camarada Osvaldo Pugliese. “Nunca consideré a la poesía cantada como arte menor. No acepto esa división del arte. El arte se logra o no se logra, es bueno o es malo”, definía. “En los círculos de una poesía elitista a la que sólo los elegidos tienen acceso, se nos clasificó a quienes componemos canciones como ‘poetas marginales’. Algo así como la villa miseria de la poesía. Si estamos en la boca del pueblo y nos comunicamos con la gente en forma masiva, prefiero, con orgullo, ser ‘poeta marginal’”. Fanático de Boca, comprometido con la tarea de “hacer de la canción social un objeto de ternura hasta dentro del combate”, Lima Quintana pasó su vida manteniendo una certeza: “Si volviera a nacer haría lo mismo, salvo que dedicaría más esperanzas y más tiempo a la lucha de los pueblos”.