ESPECTáCULOS
› EL REALIZADOR MARCELO PIñEYRO ANTICIPA LAS IDEAS DE “KAMCHATKA”, QUE ESTRENA EL JUEVES
“La dictadura es una cuenta todavía no saldada”
Ricardo Darín y Cecilia Roth encabezan el elenco del quinto film del director, que cuenta la historia de una familia obligada a pasar a la clandestinidad en la Argentina de 1976. El punto de vista de la narración es el de un niño de diez años, uno de los dos hijos del matrimonio. “Kamchatka trata sobre los legados“, afirma el cineasta.
› Por Roque Casciero
A fines del año pasado, el director Marcelo Piñeyro confesaba que estaba enfrentándose a la posibilidad de convertirse en “un director sin patria”. En ese momento, en medio de una Argentina en llamas, había suspendido la preproducción de Kamchatka, porque los inversores huían despavoridos. Pero su entusiasmo pudo más que la crisis argentina y durante el complicado 2002 Piñeyro logró filmar la historia que quería, en el lugar que quería (la Argentina) y con los actores que quería (Ricardo Darín y Cecilia Roth). Dos días antes del estreno, el cineasta no tiene seguro su futuro personal –”los argentinos en general tenemos la amenaza de convertirnos en ciudadanos sin patria”–, pero en cambio está convencido de que hizo una película llena de sentido, de la que está personalmente satisfecho, lo que no es tan frecuente.
La quinta película de Piñeyro cuenta la historia de una familia obligada a pasar a la clandestinidad en los comienzos de la dictadura militar de 1976-1983, vista desde la mirada del mayor de los dos hijos varones. La narración se centra en el momento en que Harry (por Houdini, el escapista) y su hermano Simon Templar (por el personaje de “El Santo”) cambian de escuela, de barrio y de amigos sin darse demasiada cuenta de lo que está pasando en derredor. En la evocación que Harry hace desde el presente, descubre el legado de sus padres, que intentaron que él y su hermano continuaran con una vida normal en un contexto sangriento y enfermo.
“Kamchatka trata sobre los legados”, afirma el director en una entrevista con Página/12. “Obviamente, la aceptación o el rechazo de los legados tienen mucho que ver con quién es uno. La película habla de legados que se transmiten, de legados que se interrumpen, de legados que colisionan... No sé si el legado que Harry descubre en la evocación le da identidad, porque no sabemos quién es Harry hoy, pero por lo menos lo reconoce.”
–En un momento, los productores extranjeros le ofrecieron filmar la película en España, pero usted se negó.
–Eso tuvo que ver con que me creyera ciertas cosas, porque si no las creo yo, no puedo hacérselas creer a los demás. Si tuviera que filmar una película que transcurre en Saigón y me dicen que tengo las locaciones para hacerla en Estados Unidos, posiblemente no me haría ruido. Supongo que a un director francés no le hubiera molestado filmar Kamchatka en Francia, porque se pueden encontrar locaciones como las de la película en muchos lados. Pero a mí me hacía ruido, porque sabía que no era el lugar donde tenía que contar la historia. Era razonable lo que me proponían los productores españoles, no me parecía una insensatez. Pero, en otro plano, sí me parecía insensato. Hubiera preferido no hacerla, incluso porque también les hubiera molestado a los actores, que son argentinos.
–Al principio, los padres de los chicos iban a ser Leonardo Sbaraglia y la española Najwa Nimri, pero decidió cambiarlos. ¿Qué encontró de especial en Darín y Roth?
–En realidad, empecé a charlar la peli con Leo (Sbaraglia), como había hecho con todas las anteriores. Cuando estábamos saliendo de una, ya empezábamos a hablar de la siguiente; era casi automático. Así, comenzamos a hablar pensando ambos que él iba a hacer uno de los personajes. Pero, con el avance del proyecto, me di cuenta de que claramente no era un personaje para Leo. No lo era por edad y por características suyas. Entonces nos sentamos a charlarlo y quedó todo bien. La maduración de la película marcó que este deseo que Leo y yo tenemos de trabajar juntos, en este caso no era. Con Ricardo y Cecilia me pareció –y ahora no tengo dudas– que son los actores perfectos para la película.
–En un reportaje usted dijo que los personajes precisaban “la energía de la paternidad”.
–No creo que un actor deba ser lo que hace, porque no se podrían hacer películas de asesinos. Pero Leo y Najwa eran muy jóvenes, y eso nosobligaba a trabajar con chicos más chicos, cosa que no podía ser. Eso fue lo concreto, pero hay otra cosa que es mucho más intangible y que tiene que ver con determinados ejes que tiene un actor. Me parece que Ricardo era mucho más el personaje de Kamchatka... No es que piense que Ricardo es el personaje, porque una cosa es un actor y otra el personaje, pero hay una sensibilidad en Ricardo que hacía que yo pudiera ver al personaje en él. Y me costaba mucho verlo en Leo. Con Cecilia me pasó lo mismo. En realidad, cuando comenzamos a desarrollar este proyecto con Marcelo (Figueras, guionista), el personaje de la mamá fue construido pensando en Cecilia. Muchas veces habíamos hablado de Ricardo y Cecilia como la pareja ideal para la película. Además, los verdaderos protagonistas de la película son los chicos. Y creo que encontré los chicos ideales.
–¿Se planteó cómo era dirigir a chicos?
–Me lo planteé en el sentido de que estaba aterrado (risas). Ya había hecho algún comercial con chicos, “qué rico yogur”, esa clase de cosas, pero la verdad es que nunca había dirigido chicos en una película. En Kamchatka, Matías (Del Pozo, que encarna a Harry) tiene un personaje de una enorme complejidad dramática. No es sólo que está en toda la película –o sea que la película está sobre sus hombros–, sino que además atraviesa por estados muy diferentes. En eso, la verdad, me manejé con una profunda inconsciencia: si lo hubiera pensado, no lo habría hecho (se ríe). Pero estoy muy contento con el resultado. Matías es fantástico. Tiene una intuición y una mirada alucinantes. Hay algo de la mirada de Matías que te queda impregnado. De todos modos, si bien me gusta mucho cómo quedaron los trabajos de Matías y de Milton (de la Canal, Simon Templar), sigo sin saber cómo se dirige chicos.
–¿Se propuso tener una mirada diferente sobre la dictadura, dado que ya existen varias películas anteriores sobre el tema?
–Creo que no existen todas las películas sobre la dictadura que sería deseable que existieran. Las que existen son muy diferentes entre sí, no siento esa suma que pegotea. Las siento con mucha identidad, desde La historia oficial a Sur, pasando por El exilio de Gardel o Garage Olimpo. Nadie puede sentir que esas películas le están contando lo mismo. Obviamente, también habrá películas que no son buenas. Cuando arrancamos con Kamchatka, no lo hicimos porque sintiéramos que teníamos que contar esto porque lo anterior estaba mal hecho. La idea inicial era comenzar precisamente donde termina la película, pero no encontrábamos cómo estructurarla, hasta que nos dimos cuenta de que teníamos que contar lo que estaba antes. Ahí la cosa comenzó a organizarse con una lógica interna muy poderosa. De todos modos, desde el comienzo el protagonista de la historia fue un chico de diez años. Es importante que la película esté estructurada en base a la mirada de un chico de diez años, que el espectador no sepa más que lo que sabe el chico y vea con él. Lo que en literatura sería un relato en primera persona permite, en este caso, una mirada muy inocente, muy virginal. Por ende, es como un nuevo acercamiento sobre cosas que aparentemente han sido muy recorridas. De todos modos, creo que no han sido recorridas todo lo que deberían.
–Cuando Fito Páez estrenó Vidas privadas, insistía en que hay que hacer más películas sobre la dictadura.
–La dictadura es una cuenta no saldada de esta sociedad. Y de algún modo, lo que está pasándonos hoy tiene que ver con que esa cuenta no haya sido saldada.
–¿Es por eso que dijo que la película se había resignificado desde diciembre del año pasado en adelante?
–Lo que sucedió fue que el proyecto se postergó y hubo elementos de la película que solos tomaron una suerte de resignificación porque algunas cosas que el año pasado estaban latentes, ya estallaron y ahora están afuera. Pero, en realidad, siento que todo lo que uno hace hoy habla del presente. Si hubiéramos filmado esta misma historia en el ‘76, habríamos contado otras cosas. Hay temas de la película que siento como eternos. Losvínculos entre padres e hijos, los obstáculos en los vínculos... No creo que esos temas sean de un momento en particular. En la Argentina, un marco que dificulta la vida de los individuos tampoco es una particularidad del ‘76, sino una constante de la historia (se ríe). Siento que la película habla del presente todo el tiempo.
–Para un artista de su generación, ¿la dictadura es un tema que en algún momento hay que tocar?
–Quería tocarlo, aunque no me parece que sea un imperativo ni que el tema sea patrimonio de mi generación. El tema de la dictadura no está resuelto para mí ni para alguien de veinte años, que también paga las consecuencias de eso. Hay gente que cree que es dueña de determinados temas. A mí me encantaría ver una película sobre la dictadura hecha por un chico de veinte años.
–¿Diría usted que Kamchatka es una película política?
–Podría decir que toda película es política... No sé, en una entrevista un periodista analizaba mis películas y yo sentía que me veía como a Costa Gavras. No me siento un director de cine político, aunque no tengo ningún prejuicio al respecto porque me formé en el cine de los ‘70 y tengo mucho aprecio por el cine político. Lo que me gusta como espectador, y que aparece en casi todo lo que se me ocurre, son las historias de individuos en un marco histórico que los arrasa y que los lleva a extremos a los que en otro marco jamás hubieran llegado. Esos marcos históricos potentes revelan cosas del alma humana que en otras circunstancias no aparecen. Si los personajes de Kamchatka hubieran sido suizos, nada de esto les habría pasado (risas). Esos momentos son fantásticos en la ficción. Lo mismo sucede con el presente argentino: en términos de ficción son muy reveladores, pero son muy jodidos para vivirlos. Es preferible ser suizo y que no te pase nada... Siento que la relación con lo político en lo que he hecho tiene que ver con un marco muy determinante en las acciones de los personajes. De todos modos, no creo que Kamchatka pueda ser incluida en el marco de lo que es el cine político. O, en todo caso, no me relaciono así con la película.
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