ESPECTáCULOS › JULIO CORTAZAR, EN UN DOCUMENTAL PENSADO PARA LA POLEMICA
Historias de Cronopios y de Famas
En la línea de sus films sobre Borges, Soriano y Osvaldo Bayer, Eduardo Montes-Bradley se lanzó a desacralizar al autor de “Rayuela”. A su vez, “3000 millas al infierno” remeda a “La gran estafa” en ritmo de clip.
Por Luciano Monteagudo
Una misma intención, un motor común movía los documentales anteriores de Eduardo Montes-Bradley sobre algunas de las principales figuras de la literatura argentina del siglo XX. Tanto Harto de Borges como Soriano y Los cuentos de timonel, sobre Osvaldo Bayer, se proponían desacralizar a sus objetos de estudio, bajarlos del pedestal, quitarles el bronce y ver si se podía entablar con ellos y con sus obras una relación nueva, distinta, alejada de la consagración académica y los discursos institucionalizados. El mismo propósito (“Desmitificar sin mala leche”, como señaló ayer el propio Montes-Bradley a Página/12) es el que está ahora detrás de Cortázar, apuntes para un documental, un film que ya desde su título declara su intención de abrir una puerta antes que de cerrarla: nada definitivo puede haber en unos “apuntes” sino en todo caso la voluntad de volver a introducirse en un universo que desde hace mucho tiempo parecía definitivamente clausurado.
Para cumplir con ese proyecto, que no debe confundirse con una biografía, Montes-Bradley consiguió acceder a materiales y documentos hasta ahora inéditos (fotografías, películas caseras en Super 8mm) que el realizador también promete utilizar en un ensayo que piensa publicar más adelante sobre los mitos familiares de Cortázar. Mientras tanto, en el documental que presenta ahora elige entrevistar o rescatar testimonios de una veintena de escritores e intelectuales dispuestos a hablar de Cortázar –de su literatura, de su compromiso político y hasta de su vida privada–, pero no necesariamente a adscribir al Cortázar canónico, que en todo caso ya tuvo su película en el film que en 1994 le dedicó Tristán Bauer.
Son varios los temas que van apareciendo a partir de las múltiples voces de ese coro –un coro que el realizador no pretende que suene por fuerza armónico–, pero sí es muy evidente el eje a partir del cual trabajó Montes-Bradley, haciendo pie en una declaración del propio Cortázar, en la que alguna vez confesó sentirse como “Dr. Jekyll y Mr. Hyde”. Esa supuesta dualidad del escritor, ese tironeo entre literatura y revolución, entre Europa y América latina, ese quiebre que habría sufrido Cortázar en su vida y su obra desde su viaje iniciático a Cuba, en 1963, tiene a su favor más de un testimoniante, empezando por el cineasta Manuel Antín, que dirigió tres de sus primeros films a partir de cuentos de Cortázar (La cifra impar, Circe, Intimidad de los parques), que lo conoció bien en los tiempos en que “no hablábamos de la realidad” y que opina que “su transformación fue más romántica que ideológica”.
Para ilustrar esa presumible “transformación”, descontracturar la seriedad del tema y, de paso, sembrar dudas acerca de su propia posición en el debate, Montes-Bradley apela a imágenes de Abbott y Costello Meet Dr. Jekyll and Mr. Hyde (1953), un recurso que en una primera instancia puede resultar sin duda fresco, gracioso, pero que en su reiteración pierde capacidad cómica y banaliza la discusión. Algo similar sucede con las imágenes del Gulliver protagonizado por Richard Harris, con las que el documental comenta irónicamente los enredos que habría sufrido Cortázar al verse rodeado por un país de enanos, que ignoran su condición de tales. Es significativo, en todo caso, que el testimonio más breve y fugaz de todo el documental sea el de Tomás Abraham, que en una sola frase parece resolver el enigma sobre el cual gira la película, cuando dice que “para mí, Cortázar es uno solo: una sola persona, un solo autor, una sola imagen, una sola cara... y lo suficientemente rica para ser cambiante”. Esos cambios parecen haber decepcionado a Osvaldo Bayer, que todavía hoy no le perdona que en 1980 Cortázar no se hubiera sumado a su plan para desestabilizar a la dictadura militar argentina y que –según deja constancia en el film de Montes-Bradley– hubiera preferido ver al autor de El libro de Manuel convertido en un mártir antes que en un cobarde.
Del lado de los testimoniantes hostiles a Cortázar, que no son pocos, resultan particularmente interesantes las palabras de la escritora Liliana Heker que, ya lejos de la discusión acerca de los dos Cortázar, recuerda que ella fue una de las primeras y de los pocos (junto con el grupo de la revista El Escarabajo de Oro) en impugnar el carácter de obra maestra de Rayuela, al señalar la “impostura” del autor al pretender otorgarle al lector la libertad de elegir un orden de lectura, cuando en realidad le está dictando una secuencia que ella califica de “discriminatoria”.
Curiosamente, allí donde el documental flaquea más es donde debería ser más fuerte. El hecho de contar con películas caseras rodadas en Super 8 por el propio Cortázar, de las que se ignoraba su existencia, es un privilegio que el film de Montes-Bradley no aprovecha, o lo aprovecha mal. Esos materiales (algunos realmente raros, como aquel en que se los ve a Aurora Bernárdez y Octavio Paz, con los rostros pintados, bailando en la India) no siempre alcanzan a dialogar fluidamente con las palabras de los testimoniantes. Peor aún, a veces Montes-Bradley les hace perder su propio valor, como sucede en esa home-movie en la que un Cortázar inequívocamente enamorado filma en la playa los pechos desnudos de su segunda mujer, Carol Dunlop, mientras la innecesaria sonorización que le impone ahora el director (una torpe versión en castellano de “El gran simulador”) desvirtúa la significación del material original, en función de un fallido comentario mordaz.
Argentina, 2002.
Dirección: Eduardo Montes-Bradley.
Testimonios de Horacio González, Claribel Alegría, Manuel Antín, Ernesto Cardenal, Ismael Viñas, Carlos Montemayor, Rolo Diez, Sergio Ramírez, Liliana Heker, Hugo Gutiérrez Vega, Tomás Abraham, Daniel Guebel, Alejo Carpentier, Octavio Paz, Osvaldo Bayer, Juan Madrid, Bruno Arpaia, Juan Carlos Onetti.
Estreno de hoy en el cine Cosmos únicamente.