ESPECTáCULOS › EL GRUPO CLUN Y SU NUEVA OBRA, “ALLEGRO MA NON TROPPO”
“La risa es una necesidad básica”
Los clowns ensayan una variante nocturna de su arte en una sala propia en la que todo, desde el ingreso, sorprende al espectador.
Por Cecilia Hopkins
Ubicado en Aguirre 1270, en Almagro, el Espacio Aguirre –la sala del grupo Clun– es uno de esos milagros de salas teatrales recién inauguradas. Allí se está presentando Allegro ma non troppo, espectáculo codirigido por Marcelo Katz y Martín Joab. Ya desde la boletería se advierte que los dueños de casa quisieron darle al teatro una fisonomía poco convencional: la entrada viene en un autito de juguete y el cambio se entrega a través de un tubo de plástico que va de la ventanilla a las manos del solicitante. Las comodidades ofrecen otra variante: en una sala próxima al bar, una serie de juegos artesanales reeditan, en algunos casos, antiguos juegos infantiles, y en otros, ocurrentes variantes del ping pong, el sapo o el balero. En ese local funciona una escuela de clown, que cuenta con un programa de estudios que incluye entrenamiento en Comedia del Arte, Bufón y Máscara. De allí salen nuevos intérpretes del género y voluntarios para integrar las filas de Clowns para el mundo, ONG que coordina funciones por barrios y escuelas carenciados.
“La risa debería formar parte de la canasta familiar”, opinan Katz y Joab en entrevista con Página/12. El dúo explica que para lograr el efecto humorístico es necesario que el clown “sepa reírse de sí mismo desde la propia vulnerabilidad, y desde ese lugar contagiarlo al público para que afloje las máscaras que usa todos los días”. Según cuentan, muchos de los que se acercan a conocer los secretos del género abandonan su entusiasmo tan pronto se dan cuenta de las horas que hay que dedicarle a la tarea del aprendizaje: “No todos los que se ponen a estudiar clown están decididos a ir más allá del primer estamento, que tiene que ver con la mueca o la morisqueta: no es fácil encontrar el propio clown y disponer de un espectro amplio de colores, juegos y sensaciones para no repetirse”.
El período posterior a la dictadura produjo en Buenos Aires una proliferación de mimos y clowns, época en la que sobresalía el trabajo del Clú del Claun, formado, entre otros, por Guillermo Angelelli, Hernán Gené, Gabriel Chamé y el fallecido Batato Barea. Un poco después, comenzó a abrirse paso el llamado Nuevo Circo, compuesto por bandas de malabaristas, acróbatas y trapecistas que buscaron expresarse desde un contexto afín a la cultura under, diferenciándose de las tradicionales carpas con payasos, perros y leones amaestrados. En la consolidación del fenómeno fue decisivo el éxito de Emociones simples, de La Trup, grupo en el que revistaba el propio Katz antes de fundar Clun, en el 98. Su primera obra se llamó, precisamente, Clun. Luego se produjo el estreno de Luna y La flauta mágica, en colaboración con Eduardo Rovner.
El nuevo desafío que se propuso el grupo consiste en hacer espectáculos de clown para un público adulto: “Seguimos trabajando a la tarde para grandes y chicos –coinciden los directores–, pero con Allegro... quisimos meternos con otros temas y otros ritmos. A la tarde, si no estás con el acelerador puesto todo el tiempo, la sensación es que vuela el pochoclo. A la noche podemos contar de otra manera, con otras pausas y tiempos. Nos metemos con la muerte y el suicidio, temáticas que abordamos a través del disparate”. La necesidad de introducir cambios en el propio trabajo, según cuentan los directores, tiene que ver con el tiempo que lleva un clown en su profesión: “El clown de cada uno se construye con las propias sensaciones y vivencias”, explica Katz. “Como el mundo personal, el mundo inconsciente y fantástico de cada uno va cambiando con los años, su clown también intenta hablar acerca de otras cosas”.
Allegro... cuenta con una dramaturgia conjunta, de modo que los actores –Irene Sexer, Diego Lejtman y Katz– colaboraron con la escritura. También fue decisivo el trabajo de la escenógrafa AzulBorenstein, quien llena el espacio de imaginativos dispositivos y máquinas surreales con las que interactúan los tres personajes: una mujer que espera al amor de su vida, un pianista enamorado y no correspondido y un inventor sin demasiadas trabas morales. El tema básico podría resumirse, según Joab, en “la obsesión de quienes luchan para realizar el propio sueño”. Los directores saben que con sus funciones nocturnas están trabajando para la creación de un nuevo espectador, en virtud de que el público local no está familiarizado con espectáculos de clown no dirigidos exclusivamente al público infantil. “Aquí no existe, como en Europa, una tradición de clowns para adultos”, apunta Katz. Y con Joab, concluye en destacar que el esfuerzo es lo único que permite el crecimiento: “Aún en tiempos de crisis, el teatro independiente tiene la necesidad de seguir creando y produciendo sin agachadas, desde un lugar de resistencia”.