ESPECTáCULOS › UN EPISODIO ATIPICO EN LA GALA DE “OPERACION TRIUNFO”
La rebelión de los salteños
En la plaza central de Salta, donde Telefé había ubicado cámaras, una multitud acusó al programa de discriminar a Natalia Ramos.
Por Julián Gorodischer
Natalia Ramos competía contra Carolina, casi muda por una ronquera. A la chica nacida en Salta le gustaba repetir, en cada gala, que el jurado del programa le ayudó a tomar conciencia. La acusaban de obcecada, de sabérselas todas y de no escuchar al coach, esa nueva figura de autoridad que posa para la revista Caras (Marcela Paoli, la dire, en el último ejemplar) y recorre la Academia Coca-Cola para decirle al pelilargo Luciano que está “a punto de estallar como una bomba”, en figuración al menos peculiar si se tiene en cuenta el mundo exterior. Pero la Academia de “Operación Triunfo” funciona a puertas cerradas, como una casa de “Gran Hermano” pero con ocupación full time para sus huéspedes, lo cual no inhibe la metáfora insistente de la dire, a quien nadie le pide un poco de ubicación. “Sos un tic-tac, un tic-tac...”, repite Marce, con una sonrisa como de mamita. La gala transcurría con normalidad, y llegó el momento de la revelación. “Quien debe abandonar la Academia Coca-Cola –dijo Marley– es... Natalia”, y llegó el grito pelado en la plaza central de Salta. Lo que no consiguió la guerra, ni la crisis, ni el lejano 20 de diciembre de 2001 en esa capital, lo logró, de pronto, la chica de la tele. “Justicia, justicia, justicia” fue el canto de la masa, como a punto de salir a romper todo. Pero el estudio de Telefé quedaba tan lejos...
El novio de la expulsada arrebató el micrófono, pero no para agradecer o festejar la derrota, como se esperaba, sino para pedir. “Por favor, no discriminen”, dijo superpuesto a la voz cascada de la hermana de Natalia. La participante se había encargado, en la estadía, de exponer sus argumentos: “Soy fea, soy negra, soy de las provincias, soy gorda”, alternó, y los coach le respondieron una y otra vez que en un programa así con la voz alcanza. Esta vez, en la gala, la potencia lírica de Nati contrastó con la vocecita ronca de Carolina, pero la “decisión del público no se cuestiona”, dijo Marley, y por eso ganó la mudita con el 58 por ciento de los votos. La imagen que llegaba desde Salta empezaba a parecerse a una manifestación, banderas en alto y reclamo conjunto, alternándose el nombre Nati con la acusación explícita: “Trampa”. Rápidamente, Natalia desmintió a la familia, que la quiere tanto, contando que la trataron muy bien desde el primer día. Marley improvisó un anuncio: “Ya vas a tener una sorpresita... esta semana...”.
Hace tiempo, en “Pospstars 1”, por Canal 9, producido por RGB, otra mujer de aspecto poco televisivo había conocido las ilusiones truncas. Hoy mismo, alejada del sueño Bandana, derrocada de su puesto de señora presidente del club de fans del grupo pop, Silvia Burgos tiene algo para decir sobre el tema de las gordas injustamente sacadas del medio. “A una gorda nadie la respeta. La tele prefiere a los carilindos”, afirma. Silvia, desesperada por la fama, hizo la cola del casting de “Festilindo”, a los 9; de “Montaña Rusa”, de “Gran Hermano”, y sólo una vez tuvo respuesta positiva: cuando RGB le prometió una carrera y le presentó a Christian Castro para generar el momento emotivo que todo reality necesita. Con cinco depresiones fuertes en su pasado, Burgos ahuyenta con una imagen mental la sexta empresa suicida: “Escucho las voces de las Bandana cada vez que pienso nuevamente en matarme; una voz me dice: ‘Bandana te necesita’”.
Daniela, en el mismo programa, había llegado más lejos, hasta la final, a pesar de ser gorda y petisa. “Pero, ¡qué importa!”, le dijo el mismo jurado que selecciona aspirantes a estrellas en “Operación...”. “¡Qué importa si tenés una voz tan linda!”, y la llevaron al Gran Rex para ensayar lo que sería “formar parte”, y le hicieron firmar autógrafos en la puerta como anticipando la vida que vendría. El día de la revelación, Daniela fue con mamá, papá, los hermanos y las abuelitas, y le dijeron: “Te quedaste afuera”. Lo que llegó fue el mismo filtro de toda la vida, pero con voz de hada buena, Magalí Bachor, que siempre llora cuando leavisa a un participante que “los tiempos se acortan, pero que esto no significa que se cierren otras puertas, todo lo contrario, éste es el comienzo de tu carrera...”. En la Argentina de las discográficas en quiebra o hiperreducidas.
Como su nombre lo indica, la gala necesita pompa, brillo, colores claros, voces fuertes, siluetas lindas. Y por eso Marley le pregunta a Andrea, otra gordita-pero-no-tanto: “¿Cómo va la dieta?”. Por ahora, Andrea zafa de que la nominen, pero la performance vocal de Natalia Ramos, a esta altura, ya forma parte del pasado. La incluyeron en un casting “abierto, plural, federalista y antitelevisivo”, avalando la premisa 1 del manual del reality con conciencia social: “Dar oportunidades”. El jurado la nominó, primero, “por dificultad en la concentración”, y la salteña se preguntó toda la semana si habría sido por dedicar demasiados saluditos el día de la gala. La nominaron, de nuevo, y los llamados pusieron el sello a la exclusión. “Seleccionamos con un criterio subjetivo, que quede claro”, se vio obligado a explicar Pablo Ramírez, presidente del jurado. La Meca del pop de entretenimiento, allí donde se escucha el “anímate-sedúcemesoy-lo-mejor-que-va-a-pasarte”, ¿le quedaba mejor a la rubia tatuada que a la salteña de aplicación folklórica? La imagen de la enardecida capital puneña salió del aire justo en el momento en que el coro reemplazaba el “Justicia, justicia, justicia” por el insulto oficial de la protesta argentina: “Hijos de puta”, una y otra vez.