Vie 30.05.2003

ESPECTáCULOS  › “EL JUEGO DE ARCIBEL”, DEL ARGENTINO ALBERTO LECCHI

Una poción de realismo mágico

› Por Horacio Bernades

Cine de entretenimiento con aspiraciones de metáfora política, El juego de Arcibel, octavo film de Alberto Lecchi en diez años, coincide en sus intenciones con películas anteriores (como El dedo en la llaga y Operación Fangio) de quien es el más prolífico cineasta argentino en actividad. Entroncando con las tradiciones del realismo mágico, el coguionista Daniel García Molt inventa para la ocasión su propio Macondo. Se trata de la república de Miranda, cuya capital, llamada también Miranda, reúne perspectivas de distintas ciudades latinoamericanas.
Por supuesto, se trata de darle una justificación ficcional al hecho de que El juego de Arcibel es un producto pensado para su comercialización en toda Hispanoamérica. El últimamente almodovariano Darío Grandinetti se codea con los actores españoles Juan Echanove (visto en La flor de mi secreto, entre otras), Juan Diego y Rebeca Cobos, el cubano Vladimir Cruz (el gay de Fresa y chocolate), el excelente actor chileno Alejandro Trejo (protagonista de Taxi para tres) y una superestrella latina como Diego Torres. La actuación del cantante no está precisamente entre lo peor de El juego de Arcibel. Un guión que resuelve hechos esenciales a la qué me importa, un simplismo a toda prueba y la fuga más ridícula vista en mucho tiempo son algunas de las cosas que hacen del último film de Lecchi un latin pudding a medio cocinar.
Victimizado por el equipo de maquillaje –que, no conforme con pegarle unos ralos pelos blancos para las escenas en las que aparece viejo, en las de juventud le planta sobre la cabeza un bisoñé que es como el sueño del doctor Socolinsky–, Grandinetti es Arcibel Alegría, periodista especializado en ajedrez que, por un absurdo malentendido, es detenido y puesto en prisión, a mediados de los años 60. Miranda es una republiqueta gobernada por el dictador militar Hilario Abalorios, resuelto a eternizarse en el cargo. Desde el momento en que Arcibel ingresa en la cárcel como preso político, treinta y pico de años pasarán hasta que un ejército guerrillero y popular derroque al dictador.
¿Cuál es la relación de Arcibel con esa revolución? Durante los años de confinamiento, el hombre desarrolló junto a su compañero de prisión (Diego Torres) el juego del título, que aunque no parecería destacarse por la sofisticación, al ser aplicado por el joven derivará, lisa y llanamente, en la caída del régimen. Es como si jugando al TEG –que aquí llegó en tiempos de dictadura militar– se hubiera podido derrocar a Videla y Cía.

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