ESPECTáCULOS › ARRANCO “CIUDAD ABIERTA”, UNA PROPUESTA ATIPICA

El vecino como una estrella

Mariano Cohn y Gastón Duprat retoman su línea antropológica, pero no para mostrar rarezas sino a la gente común en su entorno.

 Por Julián Gorodischer

Daniel Melero, sentado en un bar y ante las cámaras de “Ciudad abierta”, intenta una reflexión o una expresión de deseo: “Al menos, si soy mediocre que quede grabado”. La primera señal de cultura de la Ciudad, marcan Gastón Duprat y Mariano Cohn, le da el gusto, e inaugura este fondo constante de realidad que puede dedicar diez minutos a exhibir la jaula del león y otros tantos a la cámara fija en algún rincón de Buenos Aires. “Ciudad abierta” (80 de Multicanal, 83 de Cablevisión y 78 de Telecentro), continúa la línea antropológica que la dupla practica desde sus primeros tiempos, pero para expresar lo contrario: sus criaturas no son los excéntricos protagonistas de “Televisión abierta” o “Juro que es verdad” (programas de MuchMusic e Infinito), sino las personas comunes que hablan por teléfono, visitan una muestra de arte o deciden una dieta para la semana. Abren las puertas de sus oficinas, bares, casas, pero no demuestran lo que se sabía hasta el momento: que la gente, en privado, hace cosas muy raras. Cultivan, en cambio, una tranquilizadora rutina de vecinos. En el parque, las mujeres hablan de moda. En la costa, los hombres se intercambian consejos de pesca. En la embotelladora, claro, se embotella. La vida sucede tal como debería ocurrir.
En el nuevo canal, la imagen es tomada por asalto, y allí es donde la propuesta crece y se convierte en un signo de los tiempos: televisar como quien espía, y ofrecer ese material al espectador ávido de imágenes privadas. Se escucha una conversación entre señoras de Parque Lezama o se distingue, a media luz, el paso de baile de los tangueros en una milonga. A veces habrá que mirar con atención el fuera de foco o el rincón: se ve una fogata en Plaza San Martín, pero a un costado se intuyen las sombras de una pareja besándose, o hasta podrían estar haciendo el amor. En esta victoria del voyeur, “Ciudad abierta” retoma algunos temas de actualidad: de cómo decidir un desayuno light o cuán difícil es la faena del vendedor ambulante en trenes, todos ellos cazados como lo haría un “Gran Hermano” de las calles. Pero si el reality show otorgó interés dramático al aseo personal o la pausa para almorzar, “Ciudad...” hace lo propio con el cruce de la avenida en rojo o el paseo a la mascota. En la ciudad-estudio, el vecino reemplaza al rehén.
Si en la obra de Cohn-Duprat siempre sobrevoló la irrupción de lo extraño (lo raro en “Televisión abierta”, lo paranormal en “Juro que es verdad”, lo pornográfico en “Navegando con Fede”), en su última creación se respira una confortable previsibilidad sobre la vida urbana. Al menos en sus primeras horas, se ve la gira del recolector de basura, o la caminata por San Nicolás, y ningún imprevisto (un delito, una manifestación, un corte de luz) interrumpe el ritmo de lo cotidiano. Al nuevo canal no le interesa la noticia (estar allí donde sucedió el choque o el escrache) sino que prefiere la escena de lo que no varía, la vida de todos los días que distancia a “Ciudad abierta” de un noticiero tradicional. Esta es la vida en las calles, sí, pero no la vida alterada sino la corriente, seleccionada de un continuum de vidas parecidas que podrían verse representadas.
La ciudad de Cohn-Duprat se llena de universos privados que muestran las manzanas en las que viven sus obras de arte favoritas o, en su momento más arriesgado, sus pensamientos (recreados por una voz en off). ¿Qué extraño atributo hace que lo minúsculo justifique una señal en continuado? Se suceden el plano robado a una conversación entre amigos o el minuto de ocio (no el show) en medio del ensayo de un grupo pop (Miranda). Este bastidor no es el de lo teatral, sino el de lo rutinario. La propuesta, queda claro, no es el escándalo de “Televisión abierta” (esa fascinante comprobación de que lo privado es siniestro), sino el registro del vivo y en directo, esa idea tan simple que parece haber cambiado las formas de mirar TV, y hasta la de estar en el mundo: a esta hora, en este minuto,con esta temperatura, está pasando algo, y no es necesario salir para comprobarlo porque la tele se encarga de la sustitución esencial: vivir por uno.

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“Ciudad abierta” va de una obra de arte a una esquina cualquiera.
 
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