ESPECTáCULOS › ANA ALVARADO ANALIZA LA DELICADA TEMATICA DE SU OBRA “LOS DEBILES”
“Yo no quiero ofrecer explicaciones”
La cofundadora del grupo Periférico de Objetos se interna en un tema complejo y difícil, en una pieza donde la instructora de dos débiles mentales imagina un nuevo mundo de diálogo silencioso, en el que la gestualidad recobra un valor esencial.
Por Cecilia Hopkins
En Los débiles, obra del actor y dramaturgo Guillermo Arengo, una instructora toma bajo su responsabilidad a dos chicos retrasados mentales que perdieron a sus padres en un accidente automovilístico, para educarlos en base a un proyecto de reformulación del mundo que incluye la total ausencia de palabras. La pieza, que describe el hábitat de un grupo de individuos que se enjaulan a sí mismos para protegerse de las inclemencias de la realidad, encontró un primer motivo inspirador en las fotografías sobre débiles mentales realizadas durante los años ‘60 por la neoyorquina Diane Arbus. Su estreno está previsto para este sábado en el Espacio Callejón (Humahuaca 3759) bajo la dirección de Ana Alvarado y las actuaciones del propio Arengo, Gaby Ferrero, Eliana Niglia y Miguel Fontes. La escenografía es obra de Carolina Ruy, la música pertenece a Cecilia Candia y el vestuario, a Rosana Bárcena.
Cuando Alvarado se explaya en la entrevista con Página/12 acerca de todo aquello que imagina a la hora de poblar la escena, habla en términos de “amasar”, “manosear” y “manipular materia”, y en esas palabras se hace evidente su formación como artista plástica y titiritera, aun cuando para su próximo estreno haya trabajado casi exclusivamente con actores: Alvarado ingresó al Grupo de Titiriteros del Teatro San Martín en 1987, junto a Daniel Veronese y Emilio García Wehbi, con quienes fundó dos años después el Grupo Periférico de Objetos. Pero siempre trabajó paralelamente en proyectos propios, dedicados al público infantil, sin preocuparse demasiado, según apunta, en cumplir con las expectativas convencionales del género, ni en la configuración de sus personajes ni en lo estético, reacia como se define al brillo y el colorido que suelen desplegarse en esos casos. Si bien nunca pensó en abandonar los proyectos para niños (de hecho tiene dos en carpeta), desde 2001 Alvarado decidió probarse por fuera del Periférico en la dirección de obras destinadas al público adulto, una etapa que comenzó con la puesta de otra obra de Arengo –Gloria y Marcelo, estrenada el año pasado– y profundiza con el nuevo montaje.
Si aquella primera obra había surgido de la necesidad de “hablar acerca de la deformidad afectiva de una pareja”, según explica la directora, el nuevo proyecto –que cuenta con el subsidio a la creación de la Fundación Antorchas– nació de la idea de investigar acerca del tema de la debilidad, tomando como punto de partida una improvisación con los actores “con la consigna de producir un diálogo entre débiles mentales”, según detalla Alvarado. Más tarde, guiados por el filósofo Christian Ferrer, el equipo fue asociando charlas y lecturas hasta que Arengo, en base al trabajo con la directora y los demás actores, dio por finalizada la escritura del texto. De esta manera surgió la singular anécdota, que tiene mucho de fantástico y onírico. Porque el personaje de la instructora, según amplía la directora, tiene en mente un proyecto delirante que consiste en la transformación del mundo en un universo silencioso, en base a la fantasía de retornar a un tiempo primigenio, cuando las palabras aún no existían y el gesto tenía un valor esencial. El sistema de educación que esta mujer diseña pensando en sus protegidos se basa en la enseñanza de las artes, y toma del mundo animal los modelos de comportamiento que le interesan.
Si bien es cierto que existe un tratamiento personal de la temática elegida, cada vez que deciden trabajar de modo independiente, tanto Veronese (director y autor de El líquido táctil y Open Doors) como García Wehbi (director de Los murmullos, de Luis Cano) retoman de un modo u otro los asuntos ligados a la expresión de lo siniestro, de todo aquello que subyace bajo las apariencias de lo cotidiano, característica del Periférico de Objetos. De modo que no extraña que el pensamiento artísticode Alvarado también gire en torno de las temáticas habituales de su grupo de pertenencia. En su imaginario se concentra la fascinación por lo apócrifo, el gusto por la exposición de todo artificio, la necesidad de presentar falsos cuerpos y emociones igualmente falaces, a cargo de objetos que parecen animados y actores que, en contraposición, sugieren la inercia de la materia.
–¿Cómo definiría su modo de narrar en escena?
–Me interesa exponer lo obsceno, aquello que nunca debería haber salido a la luz, aquellas temáticas que apuntan a lugares poco iluminados de la condición humana pero no para hacerlos visibles desde la razón... iluminar oscureciendo, sería un modo de expresarlo, pero no poniéndome por delante sino con una intención humilde: me da miedo pensar en planteos que puedan interpretarse como una explicación o una salida, porque prefiero que sea el espectador quien cierre el sentido de lo que vio.
–En Los débiles hay actores que representan a débiles mentales y hay un actor enano (Miguel Fontes) sin que la historia exija un personaje de esas características. ¿No le preocupa la polémica que puedan generar sus elecciones?
–Al contrario, me entusiasma que la obra pueda despertar críticas o polémicas. Siempre me gustó la idea de que alguien pueda venir y retarme por haberme metido con temáticas que suelen ser tabú. Pensé en trabajar con Miguel (que tiene una trayectoria larguísima en el circo y trabajó junto a Olmedo y Marrone, y también con Fito Páez) porque recordé escenas de películas que vi hace mucho tiempo donde aparecen enanos, como en el mundo onírico del cine de David Lynch o en Solaris, de Andrei Tarkovsky. De alguna forma, el tema de la debilidad en la obra se conecta con la debilidad propia del artista que trabaja encerrado en su proyecto, creando un mundo con reglas propias. También con la debilidad económica, en el caso de los artistas que toman su actividad como su medio de vida.
–¿Qué grandes temas le quedan por abordar al Periférico?
–El grupo ya se convirtió en una “marca” para el público, pero eso no nos influye a nosotros, que trabajamos sin hacer concesiones, nunca en contra de nuestras propias ideas y con un espíritu de juego que nadie imagina desde el producto que luego se ve. Pero desde hace algunos espectáculos, la presencia del objeto, característica del grupo, ya no es tan protagónica como en un principio, aunque en escena siempre hay un objeto que narra más que un actor o que el texto mismo. Es cierto que hay temas como la guerra y la tortura que para nosotros ya están agotados, aunque La última noche de la humanidad (inspirada en un texto del austríaco Karl Kraus, sobre el estado de la sociedad vienesa poco antes de la Primera Guerra) fue resignificada por el público al estrenarse en medio de la guerra contra Irak, después de una seguidilla de hechos de barbarie que convulsionaron a la gente. En El suicidio nos metimos con un tema más tabú que la guerra, incluso, porque está ligado a la responsabilidad, a la decisión del propio individuo que lo comete. Pero en esta nueva etapa no creo que volvamos a temas como éstos aunque, desde ya, siempre estará presente la manipulación y la relación entre las víctimas y los victimarios.