SOCIEDAD › SUPUESTO CASO DE DISCRIMINACION EN UNA ESCUELA

El problema de ser villero

 Por Pedro Lipcovich

“¡A ustedes los rajo!”, dijo la señora vicerrectora de un colegio público de la calle Libertad a dos alumnos que viven en la Villa 31. La madre de los chicos –que a su vez trabaja en un programa de la Secretaría de Educación porteña para mejorar la relación entre alumnos y escuelas– formuló denuncia por discriminación ante la Defensoría del Pueblo. Según la denuncia, a uno de los chicos, por villero, lo habrían obligado a tomar clase de parado, y a los de la villa les exigen usar uniforme.
Gustavo Lesbegueris, defensor del Pueblo adjunto de la Ciudad de Buenos Aires, contó que “María Sara Algranati, vicerrectora de la escuela Domingo Faustino Sarmiento, en Libertad al 1200, admitió que pudo haber dicho ‘los rajo’, pero sostuvo que no era su intención expulsarlos: que hubo un malentendido, que la mamá de los chicos no entiende, y yo le pregunté: ‘¿Por qué supone que la mamá no entiende? Tal vez usted no entienda’”.
El “raje” era el último episodio de la serie que, según Cristina Villalba, madre de los dos chicos de 15 y 17 años, empezó cuando, este año, entraron en esa escuela secundaria: “Me entregaron un reglamento, pidieron que fueran de uniforme, con pantalón gris, camisa blanca, corbata y zapatos negros; pero a los chicos que no son de la villa los dejan vestirse como quieran”. Esto sucedió en el turno mañana, a cargo de la vicerrectora Cristina Moriena. En junio, uno de los chicos tuvo una pelea con otro y la madre acordó en que sus dos hijos pasaran al turno tarde. Pero “a uno de los chicos lo obligaban a estar en clase parado, no le daban un banco donde sentarse”. El jueves pasado se produjo “el raje”, o el “malentendido”.
El director de Enseñanza Media porteño, Domingo Tavarone, abrió una investigación sobre lo sucedido: “La escuela tiene que hacer su descargo; desde luego, un acto discriminatorio sería intolerable”. El funcionario dispuso la intervención de un equipo interdisciplinario “que trabajará institucionalmente con los alumnos y autoridades del establecimiento”.
La señora Villalba trabaja en el Programa de Madres Solidarias de la Secretaría de Educación porteña –en el marco del Plan Jefas y Jefes de Hogar–. Su actividad consiste en monitorear la asistencia a clases de chicos de la Villa 31, donde reside, y en caso de dificultades visitar los domicilios y hablar con los padres para restablecer el vínculo con la institución escolar. La capacitación impartida en ese programa incluye señalar la posibilidad de que los chicos residentes en villas estudien fuera del barrio, ya que, según comentó el defensor Lesbegueris, “las escuelas en las villas son necesarias, pero el sistema no debe tender a cristalizar la idea de que hay escuelas para villeros y otras que no”.
Una fuente próxima a la vicerrectora Algranati contestó a este diario que “si bien hay un régimen que sugiere usar uniforme, no es obligatorio y los alumnos van en vaquero y zapatillas”, y que “en las clases siempre están faltando bancos porque se rompen y no se reponen”.

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