ESPECTáCULOS › TRAS DOS AÑOS EN MTV, SE DESPIDIERON "LOS OSBOURNES"
Ozzy, adiós y buena suerte
El episodio final fue una gran parodia en la que Ozzy y su familia demostraron que su reality estuvo, en realidad, cerca de la ficción.
Por Julián Gorodischer
Y se fueron “Los Osbournes”. Terminaron la segunda temporada con un chiste interno llamado “Todo termina bien” que cargó las tintas sobre el grand finale con asesinato de mascota a cargo del sonámbulo Jack. Pero todo fue, apenas, una bromita. El perro ladra todavía detrás del bastidor. Esta vez, es probable que los Osbournes ya no regresen (Ozzy dice que no, MTV duda), pero mientras duró, la serie-reality hizo un aporte revelador: se puede armar familia en cualquier lado. No fue el único: lo que empezó con el pintoresquismo del rocker vuelto padre pequeño-burgués (esa tranquilizadora figura del “asentamiento”) fue virando hacia una cruzada que MTV lanzó con “El show de Tom Green” y continuó con Sharon Osbourne, esposa y manager: del cáncer se puede volver. Por esas cosas del reality, el pasatiempo cambió el tono y abrió paso a la recuperación de Sharon, su consulta médica y su tratamiento. Fue la aparición del chiste aplicado a lo impensado, para romper el tabú y hablar de enfermedad y de cura. Y entonces, un día de su segunda temporada, los Osbournes se volvieron otra cosa muy distinta de lo que habían promocionado en el inicio: una mujer luchando por su vida en reemplazo del glamour del famoso en la vidriera.
“The Osbournes” fue la comprobación de que en dos años pasan muchas cosas: la nena se hizo famosa con el cover de Madonna “Papa don’t preach” y su dilema viró de ser “la hija de...” al “No me dejan en paz”. En el final se animó a parodiar su propia fama repentina, anunciando una ruptura con su novio Bert porque –dice él– no lo toman en serio por salir con Kelly. Ella quería ser famosa, se entrenó con papá, decidió participar del juego y disfrutó las mieles, aunque se reserva para el último episodio el arrepentimiento: “Yo me marcho, payasos”, con portazo y todo. Pero, otra vez, el ataque de histeria fue una broma o una exageración porque se los ve, después, abrazados cuando el rodaje se termina. Kelly había dicho que ya nadie querría ser el novio de Kelly, pero después se lo ve a Bert deambulando tras bastidores.
Mientras transcurrió, los Osbournes se esforzaron por recrear un aire de naturalidad, pero en la despedida intentaron demostrar el fraude. También sucede con la matanza del perro a cargo de Jack: primero se representa el anuncio telefónico y la conmoción de Ozzy, así como la huida de Sharon a Malibú. Pero... “¿Y ustedes se lo creyeron?”, se ríe Ozzy, a carcajadas, con los técnicos y en el off iluminado, casi como una tomada de pelo que podría ser, también, una lección: ¿algo de lo que se vio fue “real”? ¿Y acaso importa? Con inteligencia, la familia cerró el ciclo con una reflexión sobre su experiencia y sobre la propia tele: la vida en directo no fue más que la alternancia de golpes de espectáculo con datos “ciertos”. Y lo que queda es una retirada a espaldas de los fans: “¿Ustedes creían que nos conocían?”. Por lo visto, Kelly puede impostar un ataque de nervios y le sale muy bien, y Ozzy actúa con solvencia el temblor y la conmoción.
Los Osbournes quieren dejarlo muy en claro: esto fue tan “real” como “Los Picapiedras”, y por eso utilizan esa banda de sonido, y hacen la parodia de sus propios gestos y actitudes exagerados, y remarcan más que nunca que lo visto no es una familia ni una intimidad sino más bien un homenaje a “el show debe seguir”, más espectacular que cualquier película o serie de televisión. Durante dos años encarnaron los encantos de la familia disfuncional, con feos y torpes al poder, con la leyenda amorosa (“Te amo”, escribe Sharon en la tapa del inodoro), y la consagración de Kelly como flamante solista y princesa de la oscuridad, pero... resulta que el perro sigue vivito y coleando, y nadie se escapó. “Todo termina bien” fue el título del episodio, pero también una declaración de principios: para un verdadero final feliz no quedaba otra posibilidad que la desmitificación. Que se sepa que la supuesta “transmisión de realidad”no es otra cosa que el encumbramiento de un género sobre otros: la ficción.