ESPECTáCULOS › FESTIVAL INTERNACIONAL DE BUENOS AIRES
JALILA BACCAR Y FADHEL JAIBI, DOS TUNECINOS EN BUENOS AIRES
“Todo arte debe ser irreverente”
La guionista y el director de “Junun” describen aquí la compleja situación de quienes son expulsados del “paraíso” europeo. Casi encerrados en su país, los integrantes del grupo Familia Productions relacionan en su obra la situación política y social con la esquizofrenia.
Por Cecilia Hopkins
Es la segunda vez que un elenco de Túnez visita Buenos Aires. El primer contacto del público local con el teatro de ese país se produjo durante la primera edición del Festival con el estreno de Femtella, de Taoufik Jebali, polémico espectáculo que despertó toda clase de reacciones porque los actores –dispuestos a modo de foto familiar– prácticamente no se movían de sus lugares durante toda la obra. Con Junun (Demencias), con texto de Jalila Baccar y dirección de Fadhel Jaibi (que se podrá ver hoy a las 21, y mañana a las 19, en la Sala Casacuberta del Teatro San Martín), se anticipa otro modo de acercamiento a la realidad del territorio ubicado entre Libia y Argelia. Basada en “Crónica de un discurso esquizofrénico”, de la tunecina Neija Zemmi, la obra describe la relación entre una psicoterapeuta y su paciente, un veinteañero esquizofrénico, “un viaje iniciático y un descenso a los infiernos de la realidad, el de los excluidos”.
En conversación con Página/12, Baccar y Jaibi (integrantes de Familia Productions, primer grupo independiente de Túnez fundado en 1993) manifiestan que en ese escrito científico encontraron “todo aquello que queríamos expresar: en el encierro del protagonista está implícito el aislamiento que padecemos los tunecinos dentro de nuestras fronteras, aprisionados en nuestras tradiciones. Y la cerrazón produce esquizofrenia”, concluyen. Desde el personaje principal, el grupo elabora un retrato de la sociedad tunecina, especialmente de su juventud. Según explican el director y la autora –también integrante del elenco–, a través de la esquizofrenia del protagonista quisieron referirse al sentimiento de claustrofobia que hoy sufren los tunecinos, prácticamente inhabilitados para traspasar las fronteras de su país. Las restricciones, no obstante, también llegan del exterior, por el hecho de ser musulmanes: “De Europa nos dan lecciones de ciudadanía y democracia, pero nos niegan visas y nos excluyen de la posibilidad de ser ciudadanos del mundo”, afirma Jaibi. “Túnez forma parte de los países árabes, pero todo lo que pasa en el resto del mundo impacta sobre sus habitantes: después del 11 de septiembre, en especial, estamos confinados a errar en un país esquizofrénico y a errar dentro de nuestra propia alma, también esquizofrénica.” Esta falta de “libertad de circulación” que denuncian los entrevistados (ellos, como artistas, deben justificar su necesidad de salir del país con toda clase de argumentos) lleva a algunos de sus compatriotas a quemar sus documentos y cruzar en barcas hacia la otra orilla: “Los días despejados, desde la costa de nuestro país –describe Baccar– se puede ver Italia (la isla de Sicilia), una tierra cercana y al mismo tiempo inalcanzable”.
–¿Cómo se definen como grupo?
Fadhel Jaibi: –Somos artistas urbanos, estamos atentos y reaccionamos a todo lo que sucede a nuestro alrededor: creemos que el arte debe transfigurar la realidad diaria, ser una prolongación de la vida. No somos ni políticos ni sociólogos, pero, al ser artistas, somos todo eso a la vez: el arte sólo existe si es irreverente, iconoclasta. Pero en Túnez es muy difícil realizar esto porque hay que resistir en contra del reino del silencio, lo políticamente correcto, el orden establecido..., y no solamente en contra del orden establecido del poder, sino del que reina pasivamente, el poder de las mayorías silenciosas. Es ese esfuerzo el que nos lleva al cuestionamiento permanente.
–También han manifestado su preocupación por reflejar “los fantasmas y contradicciones del homo tunisianus”. ¿Cómo es ese hombre?
F.J.: –Son un hombre y una mujer árabes, africanos, musulmanes, mediterráneos, pero atípicos en relación con el resto de la cultura árabe, por su herencia. Junun habla entonces sobre las contradicciones deltunecino medio, que vive bajo el peso de una sociedad tradicional y paternalista.
Jalila Baccar: –Y bajo el yugo de la religión, la moral y la política. Con nuestro trabajo intentamos hablar sobre su individualidad esencial y apoyar su derecho a afirmarse, expresarse, realizarse. Creemos que el ser humano necesita viajar, descubrir nuevos horizontes y a nosotros, los habitantes de los países árabes, nos queda la televisión como único medio para abrirnos al mundo. Pero las antenas parabólicas nos traen un conocimiento virtual que, además, nos brinda un conocimiento que no es valioso sino más digno de ser olvidado que otra cosa.
–¿La obra es una reivindicación del psicoanálisis?
J.B.: –El personaje de la psicoterapeuta está en contra de la psiquiatría institucionalizada, a favor de la integración del enfermo en el seno de la familia y la sociedad. Ella está no del lado de lo científico sino en relación con lo humano, a favor de los sueños, la generosidad, la mano que se tiende al otro. Con este personaje reivindicamos a la que creemos es una de las últimas utopistas: vemos que en Túnez mucha gente debería ser una fuerza viva, y por el contrario es una masa que se conserva por inercia. Es gente hedonista, y en su mayoría egoísta y cínica.
F.J.: –Somos conscientes de que esta fuerza cuestionadora de lo instituido no es suficiente. Es criticar sólo lo que puede verse a simple vista: la punta del iceberg. Necesitamos interrogarnos acerca de todo aquello que está por debajo y beneficia a los que avalan a algunos de nuestros dirigentes, y en esto Occidente no tiene las manos limpias. Quizá lo que nos pasa no sea muy diferente de la crisis argentina: como nosotros, aquí también conocen bien al FMI.