ESPECTáCULOS
“Tal vez estemos más cerca de los Decadentes que de Emir Kusturica”
La Pequeña Orquesta Reincidentes, con nuevo disco bajo el brazo, reconoce estar “en la cornisa” del rock, pero en contra de toda pureza estilística.
Por Roque Casciero
Un hombrecito mínimo cae desde una especie de repisa poblada por personitas del mismo tamaño: hay algo de exclusión en la tapa de Miguita de pan, el nuevo álbum de Pequeña Orquesta Reincidentes. La imagen también se usó para los carteles del show que el grupo de los trajes oscuros dará hoy a las 23 en La Trastienda para presentar el disco. “Cuando vi el afiche, me dio una sensación distinta a la de la tapa”, asegura Guillermo Pesoa (voz, acordeón y piano). “Me dio la sensación de caída porque no hay más lugar. Desborda y cae uno. Pero abajo no está tan mal, ¿no?” Es cierto: abajo hay otro liliputiense, y es el único que está de pie.
Esos contrastes también están en la música del quinteto, que imaginaba su disco más esperanzado y se sorprende cuando se le menciona la oscuridad de ciertas letras. Que, para profundizar la contraposición de colores, a veces están acompañadas de ritmos con espíritu festivo. El que intenta una explicación es Juan Pablo Fernández (voz, guitarra, banjo): “El día que nosotros tocábamos en Tolouse, Francia, acá mataban a Kosteki y Santillán. Es inevitable que algo así se nos meta adentro. De todos modos, creo que es bueno ser consciente de que te la dieron. En la banda siempre tuvimos claro que acá la cosa iba para atrás, veíamos que la tierra arrasada de la cultura menemista tenía que caer en algo. Y fue tremendo: no el corralito sino los treinta muertos del 19 y 20, el 50 por ciento de pobres... De todos modos, fue un sinceramiento: no bajamos los brazos, pero somos conscientes de que estamos muy en el fondo. Nosotros cerramos el disco en ese contexto, porque lo grabamos en noviembre del año pasado. Y cuando nos preguntaban sobre la realidad, nos llamábamos a silencio, porque creemos que ahora es tiempo de que pasen al centro de la escena los olvidados, no los artistas”.
–¿Cómo es eso?
Juan Pablo Fernández: –Hay que llamarse a silencio en la opinión. Lo serio es hacerse cargo desde el trabajo. Discutimos mucho sobre si ir o no a tocar a determinados lugares, porque era un momento fácil para subirse a un montón de movidas...
Guillermo Pesoa: –Si León Gieco va a tocar a un lugar, es claramente un apoyo. En nuestro caso, en determinados contextos, casi que terminábamos sacando un rédito nosotros. Y no es lo que queremos.
J.P.F.: –Además, siempre viví como una contradicción el punto en el que determinadas cosas se convierten en un hecho estético. Si hay una mínima posibilidad de estetizar una protesta, me corro, no quiero estar ahí. No sé si me da el cuero para ir a aguantar a la policía que viene a reprimir, pero hablar de la policía desde el escenario, no: el que tiene que hablar de la policía es el que está allá, aguantándola.
–Cuando comenzaron como Reincidentes tenían a Nick Cave como referencia evidente, y cuando se convirtieron en la Pequeña Orquesta había ecos de Tom Waits. Sin embargo, en Miguita de pan es difícil rastrear esas influencias. Hay temas que remiten más a Kusturica, por ejemplo.
G.P.: –Eso aparece más por los timbres, porque termina siendo otra cosa.
–Sobre todo porque la forma de cantar de Fernández y Pesoa es muy rioplatense.
Rodrigo Guerra (contrabajo): –El río está acá nomás, la humedad es inevitable.
J.P.F.: –Entonces, capaz que estamos más cerca de Los Auténticos Decadentes que de la No Smoking Orchestra. A veces se plantea la necesidad de emparentarnos, quizá por la necesidad de explicar. A mí, algunas fanfarrias me hacen acordar más a las bandas del colegio, los granaderos y todo eso, que a la No Smoking Orchestra.
Santiago Pedroncini (guitarra, mandolina): –Ninguno de los géneros se encuentra en estado puro en nuestras canciones. Lo que nos define, precisamente, es estar en contra del género puro.
–¿Están más lejos del rock?
R.G.: –Igual que siempre. Estamos como en la cornisa, porque con nuestros instrumentos estamos subidos a una estructura que de pronto empieza a levantar temperatura. ¿Es rock o no? Por momentos es parecido, pero juega igual que las otras vertientes: cada cual se manifiesta en su momento.
J.P.F.: –Hubo un tanguero ruso que aprendió el tango en París y se armó su propia orquesta en Moscú. Lo echó la revolución y se puso un cabarulo en Bucarest, y ahí tenía su orquestita. El decía que tocaba tangos, pero ya era cualquier cosa. Pero el mismo húngaro que tocaba el violín con el ruso se vino para la Argentina y entró a tocar a una orquesta de todos los ritmos en Buenos Aires. Todo lo anterior es mentira, pero, en realidad, la música se hace así.
R.G.: –Es como mirarse al espejo y preguntarse: “¿Esto es una persona?”. Qué sé yo, igual tenés que ir a laburar (risas).