ESPECTáCULOS › EL CUBANO “CHUCHO” VALDES Y UNA SEMANA INTENSA EN BUENOS AIRES
“Esto no es un trabajo, es mi vida”
El pianista se presentará hoy como solista y el jueves con la Filarmónica en el Teatro Colón, donde presentará sus “Canciones inéditas”. El próximo lunes, en el Opera, actuará con su cuarteto.
Por Karina Micheletto
“No hay problema: los músicos nos entendemos rápido”, se ríe Jesús “Chucho” Valdés –Chucho es el apodo de todos los Jesuses en Cuba– cuando se le pregunta cómo piensa congeniar tres conciertos con formaciones diferentes, y que involucran a tanta gente. Ocurre que hoy el pianista cubano interpretará en piano sólo el repertorio de su disco Canciones inéditas en el Teatro Colón. Por este trabajo –que alguna vez proyectó concretar con letras de Pablo Milanés, pero finalmente, por dificultades de tiempos y giras, grabó solo— Valdés ganó uno de sus cuatro premios Grammy. El jueves seguirá con un concierto junto a la Orquesta Filarmónica de Buenos Aires, bajo la dirección del búlgaro Milen Nachev. El próximo lunes 27 presentará en el teatro Opera su último disco, Nuevas concepciones, esta vez con su cuarteto, integrado por Yaroldy Abreu Robles en percusión, Lázaro Rivero Alarcón en bajo, Ramses Rodríguez Baralt en batería, más la hermana del pianista, la cantante Mayra Claridad Valdés Rodríguez.
Claro que Valdés está acostumbrado a la variedad. Creció colándose en los ensayos de la orquesta Tropicana, que dirigía su padre, el pianista Bebo Valdez. Por allí pasaron infinidad de músicos populares cubanos, y también las figuras más prestigiosas del jazz mundial. Tocó con intérpretes diversos en los escenarios más importantes del mundo, y en legendarios clubes como el neoyorquino Village Vanguard, donde registró un disco en vivo. Puede decirse que lo suyo es la diversidad, o la completud: con su piano puede hacer bailar a una multitud con cualquier ritmo afrocubano, interpretar a los clásicos con técnica impecable o ejecutar libremente cualquier estilo de jazz.
Fundador del mítico Irakere, un grupo que logró conjugar el baile popular y el espíritu afrocubano con un seleccionado de virtuosos del jazz (como una vez comparó José Luis Cortés, fundador de NG La Banda y ex integrante de Irakere y de Van Van: “si los Van Van eran los Beatles de Cuba, Irakere eran los Rolling Stones”), Valdés toca el piano desde los tres años. “Yo no lo recuerdo, pero dicen que yo solo me senté a tocar, viendo a mi papá”, cuenta el músico. “Mi padre había llevado a casa unos arreglos para Tropicana y cuando salió se le quedó una partitura en la casa. Regresó y escuchó que alguien estaba tocando el piano, con ambas manos, correctamente. Cuando me vio, empezó a llamar a mi madre a los gritos: ‘¿Y esto cómo es? ¿Tú le enseñaste?’. Pues no, parece que yo estaba siempre a su lado como jugando, pero en realidad estaba aprendiendo.”
–¿Cuál fue el legado o la enseñanza más importante que le dejó su padre?
–El me decía que lo importante en un músico es ser bien completo, tratar de conocer la mayor cantidad de géneros posibles, desde la música clásica hasta las raíces de la música popular cubana, y la música sudamericana en general. Yo siempre iba a husmear en los ensayos de Tropicana, y así aprendí, husmeando. No sólo veía tocar a mi padre, por allí pasaron los mejores del mundo: Nat King Cole, Sara Vaughan, Stan Getz, tantos... Así que tuve la suerte de aprender viendo tocar a los mejores del mundo. Pero mi padre siempre me impulsó en este camino. Llegó a hacer una orquesta especialmente para mí, Sabor de Cuba, para que aprendiera a dirigir y a orquestar en una big band. Ahí yo aprendí lo que debía, pero, claro, también tenía otras ideas, quería tener mi trío de jazz, por ejemplo, y a los quince años formé el primero.
–¿En algún momento consideró la posibilidad de seguir a su padre e irse de Cuba, como él?
–No, porque lo que le pasó a mi padre fue algo que cuenta muy bien la película Calle 54: él se enamoró de una sueca, y el amor puede mucho. En 1962 conoció a su esposa, se casaron y ahora tienen nietos suecos. El amorfue el que llevó a mi padre por ese camino, así que allí no hubo política de por medio. Y como yo me enamoro de cubanas, pues, bueno, Cuba es mi lugar (risas).
–¿Y cuántas veces recibió ofertas para irse de Cuba?
–Nunca. No me lo ofrecen porque saben que yo estoy muy bien donde estoy. Además, yo me considero un músico del mundo. En Cuba tengo mis hijos, mi familia, la gente que quiero. Pero se me puede ver tocar tantas veces en Cuba como en Estados Unidos, Europa o donde sea. Me la paso viajando, vivo más por el aire que por la tierra. Así es como se dieron las cosas, y así está muy bien.
–Sus siete hijos son músicos. ¿Aprendieron jugando como usted?
–Es que la mía es una familia de músicos. Ahora estamos trabajando en un disco familiar, donde también participará mi madre. Mi hija, por ejemplo, que tiene 21 años y ya va a obtener el doctorado en piano en Milano, empezó igual que yo, a los tres años, pero su aprendizaje fue diferente. Fui yo el que le hizo creer que el piano era un juguete que sonaba lindo, entonces empezamos a buscar sonidos, escalitas y eso. Y después, como ella ya era música –no es porque sea mi hija, pero es una gran música– enseguida salió tocando. Hace poco hicimos en Tenerife un concierto con ella y con mi padre: fue una de las cosas más emocionantes que me pasaron en la vida. El único que no siguió para el lado de la música fue mi hermano, que decidió la electrónica, aunque de chico estudió algo de música. Pero tampoco pudo salirse del todo: hoy es el que nos ayuda en todos los asuntos de computadoras, en la grabación y el sonido.
–Muchos dicen que después del fenómeno de Buena Vista Social Club en Cuba explotó la salsa, pero que mucho de lo que se escucha son propuestas meramente comerciales, sin demasiado valor artístico. ¿Es así?
–Pues, no, para mí es todo lo contrario. Yo veo que aquí hay un desarrollo musical fuera de serie, hay talentos jóvenes en cualquier instrumento y en cualquier género. Y la música popular cubana bailable se ha enriquecido mucho, porque todos los músicos y compositores son de carrera, estudiaron, y eso se nota. Los percusionistas, sobre todo, están haciendo un trabajo impresionante. Por eso Nuevas concepciones, que para mí es el tope del trabajo del cuarteto, está basado en los cambios de la base rítmica con la clave, con un nuevo concepto de las rítmicas cubanas.
–¿Cómo compatibiliza su trabajo solista con su cuarteto o con el trabajo de Irakere?
–Normal y sencillo. Ahora, por ejemplo, ya hice la gira de verano con Irakere, y estoy montando el repertorio del próximo disco que voy a hacer con el cuarteto, en el que están invitados Wynton Marsalis y Joe Lovano. Y después nos pondremos a mezclar el disco del 30 Aniversario de Irakere. Y después sigo ensayando lo mío solo al piano, y así. Yo trabajo mucho, todo el tiempo estoy tocando el piano, experimentando, buscando cosas nuevas. No las veinticuatro horas, pero casi. Pero yo no lo siento como un trabajo: es lo que más me gusta hacer en la vida.