ESPECTáCULOS › EN TEMPORADA, LA TELEVISION
POTENCIA SU PREDILECCION POR LOS LUGARES COMUNES
Postales de un verano clavado en la vieja escuela
Aunque las costumbres hayan cambiado, la pantalla reproduce la misma imagen estereotipada del veraneo. El cliché se congela en las “noticias” que impone la farándula: llega la primicia del primer romance, la primera pelea entre vedettes, la primera obra en recaudaciones.
Por Julián Gorodischer
Año tras año, el primer turista posa contento y dice que “no se olvida del barrio” (sic). Y la vedette asegura que ya no quedan más vedettes (excepto ella, claro). Cada año, la gatita de Sofovich agradece “la oportunidad” que le está dando su mentor, y Mirtha dice que “Mar del Plata está más linda que nunca”. Cada año, Carlín Calvo está un poco mejor de su hemiplejia, y Nito Artaza alardea de ser la “producción más cara del verano”. Cada año, el movilero amenaza con dejar la faena y meterse al mar, y el conductor lo reta: “Mirá que te volvés a Buenos Aires”. Cada año, Fabián Gianola se queja por exceso de trabajo, y Carlos Monti (de Contalo, contalo) anuncia para el próximo bloque un strip tease. Como cada año, Horacio Cabak notifica el primer divorcio del verano, y las revistas se llenan de gente con mirada a cámara y vasito en mano. La revista Gente impone el furor por el trikini, y Crónica TV reformula la ley de la catástrofe: “¡Estalló el verano!”.
El veraneo es como era. Una postal de la Bristol que alienta el emblema familiar: mate, termo, lona, sombrilla y canasta de picnic. Mirtha Legrand almuerza en el hotel de lujo con fondito de olas, trasladada a La Feliz sólo para conseguir unos pocos planos rendidores: papá cuidando al hijo, señora charlando en carpa.... Los almuerzos son iguales a los de Capital, pero el viaje se justifica en el aporte menos pensado: las olitas y el continuado de chivos que promocionan tantas obras –dice la Chiqui– “como en ningún otro lugar del mundo”. La crónica del verano es una búsqueda desesperada por el líder de un ranking: la tele consagra su Top Ten de extrañas virtudes. Llegan: el primer romance, la primera pelea entre vedettes, la primera obra en recaudaciones. Pero a la típica taquilla se agrega esta vez una pequeña novedad: el aplausómetro. “Compruébenlo –asegura Florencia de la V, en Los Intocables de Horacio Cabak–, nos aplauden más que a Nito Artaza.” También en el flamante Contalo, contalo, con Ginette Reynal y Carlos Monti, el panel intenta comprobar a quién le suena más fuerte, y la guerra de las palmas promete un largo, larguísimo, duelo por delante.
Verano azul
El verano de la tele consagra un espacio que está fuera del mundo: el parador. Es el reino del ocio, el lugar de la exhibición del cuerpo que homologa a la modelo y a los Macri, en Punta o en Pinamar, pero también en Mardel. En el parador de Contalo... o Los Intocables se reinstala la jerarquía del famoso, se anula el desempleo y desaparece la línea de pobreza. La vidriera reina triunfante. Si Ginette Reynal propone el regreso del linaje para relevar a la “familia bien”, Los Intocables promueve la infiltración, en la alcoba o en la fiesta privada, para estar a la altura de la performance que se ve en el inicio (la panelista dice “Te pesqué con el travesti”, a un supuesto galán cazado). Y Mirtha, a cambio, ofrece el fiel reflejo del hombre común, con sus paneos a la playa, y una revelación inesperada: “Si no fuera famosa, yo estaría en la Bristol”. “Sería como una excursión del Discovery Channel”, apunta su invitada Moria Casán, comidilla habitual de las cámaras con sus cortes de corpiños.
El veraneo de la tele sigue siendo una larga estadía de dos meses bajo el sol, alquiler de carpa y salida de la mano por la Rambla. El achique (reducirse a una escapada de fin de semana) nunca será un tema para los panelistas. “Cuando se filma o se televisa –dice José María Peña, director del Museo de la Ciudad y curador de la muestra Dónde veraneaban los porteños– aparecen los estereotipos de la familia bajo la sombrilla, la canasta del picnic, las formas fáciles de representar el verano, que nose condicen con la realidad. Ahora la gente se va por un fin de semana. Lo hace sí o sí, pero en la Costanera Sur o la Plaza Las Heras.”
Todo viejo
En 2003 la vampírica Viviana Canosa promovió la blancura lechosa, y la excedida Carmen Barbieri jamás se calzó una bikini. ¡Fue demasiado! Otra vez, este verano, Ginette Reynal redescubre los encantos del chisme alla Hola, desde Punta del Este, para pasar agenda a la rutina de los Macri y los Tinayre. Los Intocables y Contalo... encajan en la serie del Muñeco Mateyko para reciclar “una terraza junto al mar”. La postal no distingue el cable de la TV abierta: en Crónica TV o en Contalo..., las modelos Natalia Fassi, Ingrid Grudke o Pamela David se pasean en pareo “a pedido del público que las quiere ver de cuerpo entero”, repiten los movileros.
Si la TV reproduce, año tras año, la postal del veraneo inactivo (el sedentario arte de tirarse en la lona o la butaca y esperar a que todo pase), el film Balnearios, de Mariano Llinás, es su contracara: el ojo asombrado (estupefacto) ante los tics y rituales colectivos que se pueden ver en cada playa. “Si uno piensa que el engorroso trámite de las autopistas, los hoteles, los restaurantes atestados –dice Llinás– tienen como único justificativo la presencia del mar, y que la gente recorre cientos de kilómetros y gasta pequeñas fortunas para pasar horas y horas contemplando las olas, ya estamos frente a un inédito caso de paganismo, un inesperado y populoso resabio de las religiones arcaicas.”
Ah, el horror...
¿Qué mirar más allá de la postal televisiva? Juan Cruz Bordeu (productor de Sabés nadar y conductor del inminente Imán, por América), dirá que el verano de la tele no tiene nada en común con la experiencia. “Con un culo o una teta –dice–, te cautivan con una postal. Cuando llegás al lugar, te das cuenta de que no existe ese culo en ese atardecer. En un metro cuadrado resolvieron tu fantasía, pero cuando vas no hay glamour.”
Mariano Cohn (junto a Gastón Duprat y Adrián de Rosa) intenta, por estos días, captar en la película La tierra de los justos aquellas imágenes opuestas a la euforia del ocio playero. Es el pequeño infierno detrás del parador y la pasarela. ¿Qué imágenes del verano quedan afuera de la transmisión en vivo desde Mar del Plata? “Viejas chetas cantando el happy birthday en una carpa –dice Cohn–, tábanos en los tachos de basura, gordos jugando una tocata, grandulones que tiran a una chica al mar, un sorete flotando, aplausos de chico perdido, señoras pelando mandarinas, una abuela echada meando en la orilla, los besos de amigas de mi mamá con bronceador, y yo con 50 grados y con el sol en la nuca, filmando todo eso...”