ESPECTáCULOS › “EL ZORRO”, “EL CHAVO” Y “LOS TRES CHIFLADOS”

Clásicos resistentes a todo

El boom de las conductoras-bombón no pudo con estos tres programas infantiles, que siguen acaparando audiencia en la tevé.

 Por Emanuel Respighi

No hay caso. Por más esfuerzos y experimentos que se realicen en la TV nacional, ningún programa televisivo destinado al público infantil y juvenil –ni de los otros– puede con los clásicos. Ni siquiera con conductoras apetecibles. Diariamente, programas como El show del Chavo, Chespirito, El Zorro o Los tres chiflados se reinventan a sí mismos y demuestran que el paso de los años no altera su vigencia y mucho menos disminuye su audiencia.
Es más, ante cada reposición, los clásicos parecen renacer con más fuerza ante un público infantil que elige diversión sana a la hora de sentarse frente al televisor. Las cifras hablan por sí solas: Los tres chiflados y El club del zorro se imponen diariamente a Yo soy Panam a las 11.30; el histórico El show del Chavo, en tanto, es el programa más visto de las 16, cuadriplicando el rating de Mama mía en el 9 y de la reposición de El clon en el 13; los viejos capítulos de El Zorro, con Guy Williams, rozan los 10 puntos diarios de rating. Ni qué hablar de Los Simpsons –los más de 300 capítulos hace que ya se la pueda tildar de clásica a la serie–, que a las 20 no baja de los 16 puntos promedio, venciendo a los noticieros de la noche. Incluso, por esta semana, la serie creada por Matt Groening tiene una segunda edición en la pantalla de Telefé, a las 23.
¿Cuáles son los motivos para que series vistas hasta el hartazgo por el público argentino sigan emitiéndose con una excelente audiencia y atraigan a nuevas generaciones? ¿Se debe únicamente a que la audiencia y el medio televisivo las adoptaran como clásicas? ¿Pero qué es, en realidad, lo que hace “clásico” a un programa de TV? ¿El paso de los años, su popularidad? Preguntas que conllevan la misma respuesta: lo que hace que esos programas sigan vigentes en los albores del siglo XXI es, simplemente, la calidad de sus contenidos.
Si bien su constante reposición no les genera ningún gasto a los canales –sólo deben echar mano a las “latas” de sus archivos–, su permanencia no sería tan duradera si el público le daría la espalda. Algo que, por ahora y desde hace muchísimo tiempo, lejos está de ocurrir.
Lo que mantiene en pantalla desde hace décadas a El Chavo o a Los tres chiflados es la diversión sana y directa, aunque también reflexiva, que les provocan a los espectadores de cualquier nivel etario, socio-cultural y económico. Un fenómeno que, incluso, no conoce de fronteras. De hecho, desde su creación en 1971 por el mexicano Roberto Gómez Bolaño, El Chavo tuvo históricamente mucho más éxito en el exterior (se emitió durante décadas en casi todos los países de Latinoamérica y Europa, y hasta en algunos lugares de Africa) que en México, su país de origen, donde desde hace algunos años dejó de emitirse.
“Tanto El Chavo como Los tres chiflados y ahora Los Simpsons son productos que están más allá del tiempo”, explica a Página/12 Sebastián Ortega, gerente artístico de Ideas del Sur. “Me parece que el humor sano, aquel que no cae en cosas groseras ni da golpes bajos, y que está hecho por gente tan talentosa, dura para toda la vida. La clave, justamente, está en que este tipo de programas conservan un humor muy sano, que no sólo atrae a los más chicos sino también a toda la familia, de ahí sus altos niveles de audiencia. Son programas que, aun con sus modismos, conforman universos populares y universales que funcionan con éxito en cualquier parte del mundo”, arriesga.
En tiempos en los que el vértigo y la cultura video clip parece ser el lenguaje preferido por los chicos, en la TV aparece un contrapeso: el revival a lo clásico tiene rating. Al fin y al cabo, lo que cuenta para el espectador es la calidad de la propuesta. No importa si son programas realizados en la década del ’40 (Los tres chiflados), el ’50 (El Zorro) o en la del ’70 (El Chavo). ¿O, acaso, realmente creen los programadores actuales que un juego de la AFIP en Caramelito o las canciones repletas de errores de ortografía de Yo soy Panam pueden ser más atractivos que un latiguillo de El Chavo o un “piquete de ojos” de Los tres chiflados?

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La creación del mexicano Gómez Bolaños sigue su éxito.
 
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