ESPECTáCULOS › TERROR AL ESTILO HOLLYWOOD

Halle Berry en problemas

Por H. B.

Armada como un patchwork genérico y temático, despreocupada de coherencias y llena de vueltas de tuerca, trampas y golpes bajos para sacudir a la audiencia, En compañía del miedo (Gothika) es algo así como la elevación a la enésima potencia de la idea que el Ho- llywood de hoy en día tiene de un thriller sobrenatural. Lo paradójico es que esta película ha sido enteramente concebida y ejecutada por extranjeros. Soñado acceso al cine estadounidense por parte del francés Mathieu Kassovitz (que con Assassins y Los ríos color púrpura venía filmando películas “de Hollywood”, en su Francia natal), En compañía del miedo representa un nuevo trabajo del guionista venezolano Sebastián Gutiérrez, que desde hace rato viene bregando en aquella presunta tierra de promisión. Tarea cumplida para ambos. Aunque no para el espectador.
Mezcladito de historia de aparecidos, drama psicoanalítico, dramón carcelario, thriller con asesino(s) serial(es) y película de susto, Gothika presenta a una desgreñada y por momentos ojerosa Halle Berry como psiquiatra de una prisión de máxima seguridad. A la doctora Miranda Grey la vida se le pone, de pronto, patas arriba. Tras toparse con una chica que sufre una combustión espontánea, en una noche de tormenta y en una ruta semiabandonada (no hay cliché que no sea visitado aquí), Berry entra en estado de shock. Lo siguiente es hallarse encerrada, bajo acusación de asesinato, en el mismo espantoso manicomio en el que trabaja, y donde Penélope Cruz hace de loca desatada. Y también desgreñada. El doctor Graham (Robert Downey Jr.) será el encargado de hurgar en la psiquis de la psicóloga, un poco como psiquiatra, otro poco como investigador desconfiado y, de paso, como pretendiente.
De allí en más sobrevendrán más vueltas de tuerca de las que cualquier guión puede tolerar, y un tropel de revelaciones, de esas que no se cree nadie. Convencido de que para mantener el interés del espectador hay que asustarlo con cualquier cosa, desde injustificados apagones hasta cuervos revoloteando a cámara, Kassovitz logra el efecto contrario del que busca: en lugar del sacudón, la saturación, por abuso de estímulos, inverosimilitud y pistas falsas.

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