ESPECTáCULOS › POLEMICA SOBRE “EXTREME MAKEOVER”, EL PROGRAMA DE CIRUGIAS ESTETICAS
Un reality que premia con un lindo quirófano
La cadena ABC invierte en cada participante decenas de miles de dólares, bien recompensados publicitariamente. El reality muestra el antes y el después del quirófano, traspasando límites inimaginables. Polémica sobre el cuerpo femenino como mercancía mediática.
Por Emanuel Respighi
Todo sea por someterse a los cánones de belleza obligatorios. El deseo de verse bella/o ya no conoce de límites. La TV es ahora el medio elegido para “hacer realidad el sueño”, como declara la concursante Amy Taylor luego de ver su nueva figura frente al espejo. Pero el cambio de look ya no se limita a la tarea de un refinado equipo de peinadores, vestuaristas y maquilladoras. Eso ya no alcanza para dejar de ser miembro del club de “los feos” y pasar a formar parte del restringido círculo de “los bellos”. El cambio debe ser total y Extreme makeover bien lo sabe: hay que borrar con el pasado para sentirse plenamente feliz. La forma elegida por el nuevo reality de Sony (domingos a las 22) no se anda con chiquitas y pone a disposición de los que no nacieron bendecidos por la belleza un equipo de cirujanos plásticos para (re)nacer como alguna vez soñaron. Un paso más televisivo en el que el bisturí viene a reemplazar a la magia de encanto de La cenicienta.
Lo primero de lo que es consciente el televidente luego de ver Extreme makeover es que convertirse en bello en el siglo XXI es muy doloroso, aunque la producción haga lo imposible para ocultarlo. Revisiones médicas, consultas profesionales, operaciones delicadas y rehabilitaciones largas y dolorosas: un largo camino que recién entre seis y ocho semanas después los participantes descubren si realmente valió la pena. Todo un proceso compilado en una hora de programa semanal, en la que no faltan detalles del antes, durante y después de la metamorfosis, con las consabidas lágrimas de la emoción que acompañan a los finales de los programas del género. Porque está claro que para la TV del nuevo milenio, para ser linda/o hay que pasar irremediablemente por el quirófano.
Desde su estreno a fines del 2002 en Estados Unidos, Extreme makeover se convirtió en el programa que está en boca de todos. De hecho, su primera temporada tuvo una audiencia de 13 millones de estadounidenses por envío, lo que llevó a los ejecutivos de la ABC a producir otros 13 capítulos más para su segunda temporada. Hasta la fecha, fueron más de 35 mil personas las que se postularon a cambiar para siempre su look a través del formulario de inscripción que figura en Internet, que no es otra cosa que un exhaustivo paper de 10 páginas que contiene preguntas que van desde el peso y el color de ojos hasta las que interrogan si el interesado tiene antecedentes penales o no o qué parte de su cuerpo le resulta menos grata. Un detallado informe que no omite la cláusula que imposibilita a los participantes de iniciar acciones legales de ningún tipo luego de pasar por la “magia” del bisturí televisivo.
Apenas se supo que la ABC estaba produciendo un ciclo en el que sometía a los participantes a cirugías plásticas, entre otras variables de la medicina moderna para lograr la tan ansiada belleza moderna, Extreme makeover levantó numerosas críticas. La Sociedad Estadounidense de Cirujanos Plásticos (ASPS) se mostró escéptica con el ciclo por el hecho de que las cámaras podrían atentar con “los principios éticos” que deben tener los profesionales. Pero quienes más enfáticamente se opusieron a los valores que el programa alimenta (ser bello a toda costa, la belleza como felicidad, la cirugía estética como único medio para sentirse pleno, etcétera) fueron la organización de padres Dad&Daughters, que lucha por mejorar las posibilidades de desarrollo de las niñas. La organización cree que el programa transmite un mensaje totalmente equivocado a las nuevas generaciones. “Extreme makeover manipula y contribuye a la expansión de la obsesión por la imagen en la sociedad, reforzando así comportamientos que llevan a los jóvenes a problemas psíquicos y físicos”, señaló la organización no gubernamental apenas el ciclo se puso al aire.
Claro que a la ABC poco le importó el tenor de las críticas y, más allá de las polémicas, el ciclo sigue siendo un éxito aun cuando muchos le auguraban un rotundo fracaso. Es que el público está garantizado: está en la esencia del ser humano querer ser más bello. Y en los últimos años, los medios y las estrellas se encargaron de hacer creer que someterse a una operación para hacerse un lifting o levantarse los pechos era como ir a la peluquería a cortarse el pelo. De hecho, Extreme makeover tiene una especie de antecedente en la televisión argentina: el 13 de octubre de 1998, la actriz Pata Villanueva aceptó televisar su propia operación (un lifting) a través del programa Memoria, conducido por Chiche Gelblung. Según dijo en aquel momento la ex esposa del futbolista Alberto Tarantini, la decisión de emitir por TV la operación a los ojos de millones de argentinos tenía como fin mostrar las bondades de la cirugía estética, aunque entonces se sospechó que Villanueva se estaba encargando de las relaciones públicas de un centro de belleza que estaba a punto de abrirse en Belgrano. “Hoy en día la medicina estética es muy natural”, decía en aquellos mediáticos días.
El culto a la belleza, ese concepto que el aparato mediático se encargó de instalar en el marco de la globalización cultural, preparó la masa acrítica. Y la televisión montó su propio show. A comienzos del siglo XXI, Extreme makeover se transforma, entonces, en un negocio redondo para el canal. Los números están de su lado: el dinero que desembolsa la ABC por cada paciente (entre 40 y 150 mil dólares según sus deseos, o los de los profesionales) es ínfimo en comparación con los millonarios ingresos publicitarios del ciclo. Un programa que, además, llega en un momento peculiar pero que no se trata de una mera casualidad: según estadísticas de la ASPS, la asociación que nuclea a los cirujanos plásticos de EE.UU., sólo en el 2002 se sometieron a intervenciones de cirugía estética 6,6 millones de estadounidenses, un 12 por ciento menos que en el 2001. La promoción televisiva está en marcha y la TV cree poder cambiar la tendencia.