EL PAíS › FURIOSAS ACUSACIONES A LOS DELEGADOS
KIRCHNERISTAS EN UN CRISPADO CONGRESO DEL PJ
El comienzo de una batalla anunciada
El PJ eligió su conducción. Fellner es el nuevo presidente. Pero tanto Sergio Acevedo como Cristina Fernández fueron abucheados. De la Sota apeló al asesinato de Rucci y Chiche Duhalde confrontó abiertamente con la mujer del Presidente. Kirchner se enfureció con el saldo de la jornada. Duhalde le hizo llegar su preocupación. Hay renuncias.
Por Martín Piqué
“No es la primera vez que no me dejan hablar, pero quizá sea la última vez que nos encontremos.” Conmocionada por los abucheos cada vez más fuertes, la senadora Cristina Fernández parecía iniciar el camino de la ruptura. La frase se completó, unos minutos después, con una advertencia de Hilda González de Duhalde. “No podemos dejar una puerta abierta para que ningún compañero trasnochado crea que puede tener un proyecto serio fuera del justicialismo”, dijo Chiche. Fue ayer, en el congreso del PJ de Parque Norte. Para algunos, el contrapunto entre las dos mujeres responde a una antipatía personal. Para otros, revela el trasfondo político de la pelea entre el kirchnerismo y el resto del PJ. En el Gobierno preferían concentrarse en José Manuel de la Sota, a quien consideran el instigador de la pelea. Y anoche, por iniciativa del Presidente, el kirchnerismo redoblaba la apuesta con las renuncias de los gobernadores Mario Das Neves (Chubut) y Gildo Insfrán (Formosa) a sus cargos partidarios.
Ayer a las cuatro de la tarde, en el Salón Dorado de Parque Norte, la primera ciudadana trataba de controlar sus nervios ante los gritos de los congresales del PJ. “Traidores, infiltrados, viva Perón”, se escuchaba en un laberinto de sonidos entremezclados mientras Eduardo Camaño trataba de calmar los ánimos, aunque sin mucho empeño. La senadora se había sentido obligada a intervenir cuando la multitud había interrumpido al gobernador de Santa Cruz, Sergio Acevedo. Al principio logró imponerse, pero todo cambió cuando dijo que el PJ debía “dejar de darle lugar únicamente a las mujeres portadoras de marido”. Enseguida pidió la palabra Chiche Duhalde, que se sintió aludida, y luego de subir al estrado le contestó directamente, mientras el auditorio coreaba su nombre.
“En mi caso particular, Cristina, soy portadora de apellido: me llamo Hilda Beatriz González de Duhalde, y no me pesa”, dijo la diputada mirando hacia donde estaba la esposa de Kirchner. Cuando tomó el micrófono, la multitud ya gritaba “¡Chiche! ¡Chiche!”, sin distinción de procedencias. Eran cordobeses, bonaerenses y salteños y coincidían en un respaldo que parecía, más bien, un desafío para la senadora por Santa Cruz. Unas horas antes, cuando el congreso aún no había comenzado, un grupo de promotoras había repartido volantes con la inscripción “Cristina gobernadora, Aníbal Fernández vicegobernador”. Estaban junto a unos jóvenes que vestían remeras con la leyenda “guardianes de la democracia, Kirchner único conductor” y que respondían al ministro de Planificación, Julio De Vido. Si esas presencias causaron alguna molestia, la revancha llegó después.
Las palabras de Chiche poco tuvieron que ver con la carta enviada por su marido, Eduardo Duhalde, de apoyo incondicional al Gobierno.
El estallido
El congreso del PJ se desarrolló en el predio de Armando Cavalieri que hace quince días se vistió de kirchnerismo. Esta vez había congresales de doce de las catorce provincias que gobierna el PJ: sólo Santiago del Estero y San Luis faltaron a la cita, acusando problemas internos. Como suele suceder en estos encuentros, los gobernadores se tomaron su tiempo para llegar. El jueves a la noche la mayoría de ellos habían acordado una ingeniería para armar el nuevo consejo nacional. De los gobernadores con más aspiraciones, quien salía peor parado del reparto era De la Sota. Al cordobés le habían propuesto la Secretaría de Organización, que quedaría para su esposa Olga Riutort, y un simple cargo de vocal. Tal vez por esto, el “Gallego” fue el último en llegar a Parque Norte, lo que enseguida encendió las alarmas del kirchnerismo.
Ante el temor de que De la Sota hubiera tramado algo, Acevedo retornó a la Rosada para pedirle instrucciones a Kirchner. Fue justamente el Gallego quien calentó el ambiente. Tras una airada acusación de la también cordobesa y menemista Martha Alarcia porque las autoridades del PJ no serían elegidas por voto directo, De la Sota tomó el micrófono. Primero defendió la propuesta de modificar la carta orgánica del PJ –lo que permitió designar a Eduardo Fellner presidente del PJ sin que haya internas–, luego alabó al Gobierno aunque pidió que se garantizara “la libertad de pensamiento”. Pero lo mejor llegó después. Dijo que se había sentido tocado por “un funcionario del Gobierno” que lo habían acusado de no representar el pensamiento del pueblo argentino por apoyar la teoría de los dos demonios. Se refería al jefe de Gabinete, Alberto Fernández.
Tras una detallada enumeración de sus sufrimientos en la dictadura, De la Sota finalizó su exposición invocando la memoria del ex líder de la CGT, José Ignacio Rucci. “Así como condeno el terrorismo de Estado, no puedo decir que me he olvidado que también me dolió cuando lo asesinaron a José Ignacio Rucci a sólo 24 horas de haber asumido el presidente Perón”, fueron las últimas palabras del cordobés. Mientras el Gallego hablaba, Cristina Fernández no podía creer lo que escuchaba. La reacción fue muy distinta en el resto del auditorio. Con un rugido, los congresales comenzaron a aplaudir y a cantar la marcha peronista. Parecía que la cosa quedaría allí, pero luego de que el puntano Oraldo Britos cargara contra los Rodríguez Saá, el kirchnerismo sufrió otro desplante.
Fue cuando el correntino Eduardo Galantini pidió una amnistía para todos aquellos peronistas que se habían presentado en elecciones por fuera del partido. Galantini quería que se los perdonara y se les permitiera volver a las filas del PJ. La reacción fue destemplada. “¡No! ¡Traidores, traidores!”, gritó la mayoría de los congresales. Anoche, a última hora, en la Rosada todavía no podían disimular el enojo por esa decisión. “No quieren amnistiar a los que se fueron a otros partidos pero sí a los represores y genocidas. Es lamentable”, se quejaba ante Página/12 un ministro muy cercano al Presidente. Para el kirchnerismo ya eran muchos malos tragos, y aunque algunos confiaban que todo terminara sin que la sangre llegara al río, el santacruceño Acevedo pidió la palabra para contestarle a De la Sota.
“Muchos hablan de Rucci, pero él no hubiese permitido que se votaran las leyes laborales que se votaron”, acusó Acevedo desde el micrófono. En realidad, no terminó la frase porque cuando pronunció el apellido “Rucci” ya no se lo pudo escuchar más. Lo taparon los abucheos, los insultos y los cantitos cada vez más desafiantes. Aunque no fue la intención de Acevedo, los sindicalistas lo tomaron como una provocación. Entonces, Camaño le cedió la palabra a Cristina Fernández, quien no tenía previsto hablar. “¿Dónde está la renovación que proponemos? ¿Qué queremos y a quiénes queremos representar? En la última elección no fuimos separados únicamente por diferencias de partido”, sentenció. Esas diferencias, a partir de ayer, se profundizaron todavía más. Fellner lo expuso de esta manera: “No hay que sacar los pies del plato”. Cada vez que esto se dice en el peronismo, alguien se va.