ESPECTáCULOS › MESA REDONDA Y UNA PREGUNTA: ¿LOS PERIODISTAS SON ESCRITORES?
Un debate sobre oficios terrestres
Vicente Muleiro, Oscar Taffetani y Sandra Russo, coordinados por Reynaldo Sietecase, aportaron sus puntos de vista sobre la escritura periodística y sus relaciones y límites con la literatura. En otra mesa, Hebe Uhart, Patricia Suárez y Guillermo Martínez hablaron sobre la novela y el cuento de 2003.
Por Silvina Friera
La frontera entre la literatura y el periodismo no es una muralla que separa de manera tajante dos oficios que han mantenido múltiples y fluidos contactos, más o menos incestuosos, según cómo se los mire. En la sala Roberto Arlt de la Feria del Libro, la pregunta “¿Los periodistas son escritores?” funcionó como el disparador de una mesa redonda, organizada por la Sociedad de Escritoras y Escritores de la Argentina (SEA). Vicente Muleiro, Oscar Taffetani y Sandra Russo, coordinados por Reynaldo Sietecase, aportaron sus puntos de vista sobre la escritura periodística y sus relaciones y límites con la literatura. “Los periodistas son narradores, cuentan fragmentos de la vida y se acercan a la literatura cuando aciertan en la forma de contar, cuando utilizan técnicas narrativas que les permiten hacer que sus historias tengan ese nivel de seducción que es imprescindible”, opinó Sietecase. “La escritura no cotiza demasiado en el mercado periodístico. Todos los que vivimos del periodismo en general nos la tenemos que rebuscar editando”, admitió Russo, autora de Arquetipas, Crónicas del naufragio y No sabés lo que me hizo.
Muleiro, finalista del Premio Planeta con su novela Cuando vayas a decir que soy tonto, coincidió con este diagnóstico: “El premio a escribir bien es dejar de hacerlo cuando sos promovido a un cargo de edición”. Muleiro dijo que el periodismo es literatura, pero aclaró que no siempre fue así. “No es literatura cuando respeta estrictamente el código de comunicación entre el que escribe y el lector.” Ta-ffetani, en cambio, hizo un racconto histórico del desarrollo de los medios gráficos y señaló que en el siglo XIX no se preguntaban si Sarmiento era un escritor y periodista. “Recién comenzaron a hacerse esa pregunta en el siglo XX, con el surgimiento del nuevo periodismo tanto en Estados Unidos como acá. Pero ahora esa pregunta no tiene sentido. Creo que nos tendríamos que interrogar en qué medida un género como el periodismo, anclado en la realidad y que hace la crónica de nuestro tiempo presente, tolera al autor.”
“Lo que cambió sustancialmente es desde dónde llega la gente a los medios gráficos. Antes se llegaba desde la voluntad y el deseo de la escritura; probablemente por eso hubo tantos escritores en la prensa escrita. Ahora ingresan a las redacciones egresados de las escuelas de periodismo o de las universidades, en donde los adiestran e instruyen para escribir sin marcas personales. La escritura se homogeneiza porque los medios tienden a una especie de estilo de agencia de noticias. Ahora construir una firma es una empresa personal”, advirtió Russo. Muleiro aseguró que la pregunta que los convocó sigue teniendo valor en un momento en el que se están aplanando los discursos en el periodismo. “No hay que renunciar a una ética de la escritura hacia arriba y en este sentido la vecindad con la literatura va a favorecer al periodismo”, añadió el editor de la revista cultural Ñ. En Escribir, un ensayo de Raymond Carver, el escritor sostenía que lo que diferenciaba a un gran escritor de un escritor común y corriente era la manera de mirar, el punto de vista. “Esto tiene muchos puntos de contacto con la escritura periodística porque cuando aparece la firma de alguien y un lector lee algo que le rebota en la cabeza o en el cuerpo, después vuelve a buscar esa firma y le pasa lo mismo. Lo que está buscando el lector es esa manera de ver, que alguien ilumine una zona oscura de la vida pública”, explicó Russo.
Taffetani, preocupado por la incidencia que el lector tiene sobre el periodismo de autor, le preguntó a Russo cómo se planteaba esta relación a través de sus contratapas en Página/12. “Tanto en la literatura como en el periodismo uno logra algo potente cuando corre riesgos, cuando trata de salir del lugar común y trata de hacerse paso entre los discursos que ya están instalados y busca el pliegue, la grieta, la ranura por donde colarse y decir algo. El tema es decir algo porque uno puede pasarse años en un diario firmando notas sin decir nada. Sorprendentemente, las vecesque publico algo con un poquito de temor porque me parece que pasé un borde, ahí es donde obtengo respuestas de los lectores.” En una de sus intervenciones, Sietecase quiso saber acerca de los límites en el periodismo narrativo, que toma elementos de la literatura, emparentada con la invención. “Cuando en la nota se maneja información no se puede intervenir y no hay negociación posible”, sostuvo Russo. “Uno sabe a qué atenerse cuando entra a un medio, lo conoce y sabe hasta dónde puede llegar”, precisó Muleiro. “Hay otro límite que está dado por el código de comunicación con los lectores, que es un código en donde yo puedo arriesgarme en la escritura, pero también sé que estoy en un medio de comunicación masivo y que no puedo mandarme un derrape que deje afuera a las tres cuartas partes de los lectores porque corren riesgo la comunicación y mi trabajo.”