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Todos los que hablaron mencionaron lo incómodo de la situación de homenaje, la imposibilidad de encontrar palabras que cubran una ausencia cuando duele. Aun así, en la Feria del Libro se recordó a la escritora Graciela Cabal, fallecida el 23 de febrero pasado, presentando su libro Las vacaciones de Tomasito, la continuación de una saga con la que Cabal hizo crecer a Tomasito desde que estaba en la panza de su mamá y lo siguió cuando cumplió dos años, cuando empezó a ir al jardín y cuando tuvo que aceptar –con más de un reparo, por cierto– la llegada de sus hermanas mellizas. En el homenaje de la Feria estuvieron familiares, amigos y admiradores de la obra de Cabal: los escritores Mempo Giardinelli, Graciela Montes, Carlos Ulanovsky y Sandra Comino, entre otros, y la narradora Ana María Bovo, quien leyó el libro ante el auditorio.
“Conocí a Graciela Cabal a través de mi ilegítima esposa, que trabajó con ella en el Centro Editor de América Latina, en una época más que legendaria. Más tarde me acerqué a ella gracias a mi hija menor, que hoy tiene 27 años, y que cuando era chica se fascinó con el cuento de Jacinto, donde encontró por primera vez la dosis de fantasía y delirio que la representaba. Me complace pensar que cuando ella tenga hijos les va a seguir leyendo los cuentos de Graciela”, recordó Carlos Ulanovsky y señaló que Cabal “hubiera sido una extraordinaria ministra de Educación. Pero con su incansable labor de promoción de la lectura fue ministra sin cartera, y se salvó de explicar asuntos tales como la eterna crisis educativa argentina”, aseguró el periodista. “Lo que más me fascinaba era que esa corajuda e inteligente mujer estaba decidida, total y rematadamente loca”, finalizó.
Todos los panelistas resaltaron la gran capacidad narrativa de Cabal, virtud de la que cualquiera que haya asistido a sus espectáculos pudo disfrutar. “Contaba con humor lo terrible, lo profundo y lo mágico”, sintetizó Comino. Graciela Montes, amiga y compañera de trabajo de Cabal en el Centro Editor, desde donde encaró la hoy mítica colección Cuentos del Chiribitil, destacó “su fuego burlón e irreverente”. “Tenía una máquina de desmontar solemnidades que le alcanzaba para tomarse el pelo a ella misma. Se embarcaba en todos los delirios con entusiasmo, y no la asustaban los grandes planes”, describió. “Decía que no se quería perder la vida, y que había que poner el cuerpo. Graciela lo ponía. Eso tiene su costo. Pero no lo hacía de descuidada. Podría decirse que era su plan.”
Giardinelli recordó que Cabal fue una de las primeras personas a las que llamó para conformar el Manifiesto Argentino, una organización de intelectuales creada tras diciembre de 2001. “Trabajé con ella todo el año pasado, en un proyecto de organización de libros de lectura para secundario del Ministerio de Educación, que espero que pronto vea la luz. Hasta el último día Graciela no podía con su genio, seguía dándonos recomendaciones, apostillas, falta esto, falta lo otro... Yo sentía que era su forma de despedirse, trabajando con ‘pasión nacional’, como ella decía en broma, pero terminaba siendo verdad”, contó el escritor.
En Las vacaciones de Tomasito, el personaje en el que Cabal puso mucho de sus propios hijos descubre el mar. Al final del libro la escritora cuenta quién es y se describe con sus palabras: “Tengo una casa viejísima llena de libros y cuadros y muñecas y enanitos de jardín y ángeles y brujas de verdad y de mentira. Tengo un piano que suena solo y muchas plantas. Tengo una gata viejita y sorda. Y tengo una terraza florida con zorzales y benteveos que vienen a comerle la comida a mi gata viejita. También tengo un marido, siempre el mismo. Y tres hijos grandes y varios nietos chiquitos que viven en sus casas pero vienen de visita a jugar con mis juguetes. Y tengo tantísimos amigos, con los que hacemos fiestas de disfraz. ¿Saben una cosa? Estoy contenta con mi vida. Es una linda vida”.