ESPECTáCULOS › EXPORTACION DE FIGURITAS
Cómo empaquetar un argentino para la TV
Desde los especiales de E! al papelón de los premios MTV, la tele extranjera elige curiosos modelos de lo argentino.
Por Julián Gorodischer
Estrellas caídas para el canal E! Entertainment, o vedettes semidesnudas que impostan el tono tex mex en la reciente entrega MTV. También se venden, al mejor postor, galanes y banditas teen aptos para consumo israelí. La preferencia varía según regiones: Hollywood necesita derrotados con glamour, Miami elige rubias siliconadas o travestis, y Europa del Este se queda con cándidas heroínas de novela. ¿Qué ven cuando nos ven? La imagen que se exporta se construye “en extremo”: sobreexcitada como Florencia de la V con un monólogo sexual canyengue, o congelada en un post mortem para los ángeles caídos que se incluyen en Historias verdaderas, la versión latina del The E! true Hollywood Story. Como pasó con las emisiones dedicadas a Rodrigo y a Juan Castro, el canal de Miami impone condiciones. “Una vida intensa –justifica el productor Pablo Mascareño, de E!–, con mucha exposición, siempre en la vidriera y con una muerte repentina.”
El mito de la argentinidad, según Miami (para E! o MTV), siempre homologa: adapta a los criollos a las reglas de la tonada panregional, con cantito forzado para María Eugenia Ritó (que hizo mención a “un enchulado”, en la entrega de MTV), o asimilado a la línea dura de E! Entertainment, como si existiera, todavía, un sueño de gloria en clave argenta que se ve interrumpido. Martín Sastre, videasta y performer uruguayo, parodió la tendencia en una serie de videos apócrifos sobre The E! true..., que narraron su falsa biografía como actor porno, y su sobredosis, aunque preferiría que existieran formatos más auténticos: “Ver a Samantha Farjat o a Natalia De Negri haciendo un ingreso de comparsa, con plumas y en carroza, o a Natalia Oreiro como la Cholito, todo lo que nos rodea...”. Pero nada de eso: la licencia para exportar habilita, como mayor transgresión, un topless. A “la trepa” argentina post Luciana Salazar se le reclama el tajo, la tanga encima del short o el pecho al aire, abonando a la teoría de que “en el Sur se coge más”. “Se les hace muy difícil encontrar una figura que represente a la Argentina en toda Latinoamérica”, explica Ronnie Arias, conductor de especiales de E! y ex presentador de MTV. “La visión panregional es muy pequeña, y todos necesitan el factor polémico. Charly, por lo menos, tuvo el salto desde el balcón. Daría bien. Siempre tratan de que sea lo suficientemente amarillo sin llegar al anaranjado.”
El caso de E! (que emitió en octubre su especial sobre “la tragedia de Juan Castro” y planea más especiales sobre Charly García, Natalia Oreiro y Pampita) menciona cada escándalo sin profundizar (“habría tenido un romance...”), como si la vaguedad aportara objetividad a la causa. Estas “historias verdaderas” popularizan una única estructura que siempre se mantiene: un primer bloque dedicado al ascenso rápido, el comienzo del declive moral (drogas, sexo promiscuo o alcohol) hasta llegar al final anunciado, suicidio, muerte accidental o destierro del espectáculo. En el caso argentino, sin embargo, el mito deberá ser aún más potente: incluirá el traspaso de fronteras. “El caso de Juan Castro es el único que no lo tuvo –dice Mascareño–, él no era conocido en el exterior. Pero el atractivo de la historia está en que haya fallecido en su mejor momento profesional. Esto no es sólo una biografía tradicional; necesita el ingrediente de la tragedia.” E! selecciona a unos pocos, olvida a la mayoría y populariza una creencia, que se satiriza en la obra de Sastre: la globalización finalmente triunfó. O su traducción criolla: el mundo es un pañuelo. “La célebre factoría de los sueños y sus obreros glamorosos afincados en Beverly Hills sucumben frente al avance de la non fiction”, define Eva Grinstein, curadora de varias muestras de Sastre. Así, sólo cuenta con haber vivido. Eso sí, no es para cualquiera.
Si Miami asocia la criollez sólo a vidas privadas, el fervor israelí reclama rostros pálidos, cuerpos lampiños, melenas rubias como la de un “buen chico judío” y consagra en Tel Aviv o Jerusalén a Facundo Arana, en la era Padre Coraje, pero también a los Erreway, en gira continua e hipercustodiada. Sólo allí y en Europa del Este, donde triunfan Pablo Echarri y Celeste Cid con Resistiré, y ya lo hicieron antes Andrea del Boca y Natalia Oreiro, deslumbra el exotismo del latino europeizado. Para condimentar, la periodista Laura Ubfal les vendió un noticiero de telenovelas que refiere a la historia profesional, sin chismes ni polémicas. El sistema promocional redescubre al galán barato y devaluado, lo asimila y agrega el factor excéntrico: ¡desde tan lejos! Para producir su ciclo Noticias de novela, Ubfal trató de hacer lo opuesto al informe de latinos de E! “Ellos tienen un criterio de selección de información que es igual al del programa de chimentos, con la diferencia de que todo el mundo les da la nota por ser un canal de afuera. Siempre buscan el escándalo: los padres no reconocidos de la Oreiro o las separaciones violentas de Susana. El especial que viene será Pampita, de acá a la China. Yo hablo de trabajo...”
El productor Mascareño contrapone que “en E! se muestra el escándalo pero con absoluta objetividad, con fuentes confiables y visibles”. Lo que queda es una Historia verdadera que demuestra el fin de una identidad regional: en Latinoamérica como en Hollywood todos ascienden, triunfan y mueren igual, en una era que acabó con los sueños de hacer el camino propio. ¿Dónde encontrar el valor local? Si el icono argentino que se consume en Israel es “el que no lo parece”, el que llega a la entrega de MTV anula la tonada porteña y se eleva al primer mundo ligándose al rockero internacional (“la Ritó se le habría metido a Lenny Kravitz en el camarín”, dicen). El modelo que se desprende del especial de E!, a su vez, homologa a Juan Castro con Robert Downey Jr., y a Natalia Oreiro con Thalía, haciendo el gesto de la victoria de un modo único de ser estrella: el estadounidense. No hay trascendencia posible que no sea la del Norte, homologando en todas partes el tono del éxito (no así el cachet) pero sí, y casi más importante que todo lo anterior, el dulce encanto de presenciar la derrota ajena.