ESPECTáCULOS › MOSCA Y SMITH EN EL ONCE, UN INTENTO FALLIDO
Un packaging perfecto que no alcanza a contar una historia
El ciclo de Agulla & Baccetti privilegia la forma por sobre la calidad del relato.
Por Emanuel Respighi
Todo parecía indicar que se estaba ante uno de esos programas que dejan su huella en la historia de la TV. Las impecables promociones de pantalla con las que el televidente se fue enterando de la llegada de Mosca & Smith en el Once cumplieron a la perfección, generando expectativa. Se trataba de una de las pocas apuestas televisivas a la realización de un unitario humorístico de un visible cuidado estético. Ni qué hablar de que Mosca & Smith... inauguraba la trayectoria en la producción de contenidos de Ramiro Agulla-Carlos Baccetti, la dupla que renovó el lenguaje publicitario en la última década. Todo eso sumado a que Fabián Vena y Pablo Rago eran los protagonistas. Pero... el ciclo demostró que no basta con una buena idea para hacer un programa de calidad.
El hecho de que la repercusión mediática y callejera del programa se centrara más en si el contenido de Mosca & Smith... tenía ingredientes “racistas” o “antisemitas”, tal como señalaron algunas denuncias, habla a la claras de que algo falló en la concepción final del producto. “Vamos a hacer un programa políticamente incorrecto: hay que ver cuánta gente en este país está dispuesta a hacer lo que no se debe”, había dicho Ramiro Agulla, con motivo del lanzamiento del ciclo. Pero sus palabras no sirven como justificación de la polémica que se generó por las bromas de humor grueso sobre la diversidad de etnias que conviven en el Once: la división de aguas, en todo caso, no sólo se debe a cuán abierta tienen la mente los televidentes argentinos sino también a la claridad del mensaje generado por el emisor. Y es aquí donde Mosca y Smith... falla. La calidad estética de una serie “políticamente incorrecta” no basta para disimular los guiones pocos sustanciosos.
Buena parte de la responsabilidad de esa falla se puede explicar en la procedencia de los hacedores. La dupla Agulla-Baccetti no pudo trasladar el talento demostrado en avisos de 30 segundos a un programa de una hora semanal. El programa parece preocuparse más por la forma que por el contenido. No es casualidad que tanto la estética como la apertura del ciclo constituyan un finísimo trabajo, de gran calidad, pocas veces visto en la TV local. En tal sentido, el packaging de Mosca & Smith... es envidiable y cumplió con creces con su objetivo inicial.
El problema, entonces, reside en el contenido. Todo parecería haberse limitado a la conformación de una sucesión de gags humorísticos (de irregular performance, por otra parte), descuidando por completo los casos policiales que dan cuerda a cada envío. El modo en que se resuelven las historias policiales en Mosca & Smith..., cuyos desenlaces son de una simpleza casi elemental, son un claro ejemplo de ello. En vez de poner los condimentos y colores al servicio de la historia, Mosca & Smith... reproduce la ley televisiva a la inversa: la trama está puesta en función del packaging. Todo lo contrario sucede cuando la atención de la trama recae en la relación que entablan Mosca y Smith. Un tanto tontos, otro poco ingenuos, lo cierto es que la combinación entre la agilidad infantil de Smith y la tosquedad reservada de Mosca los hace entrañables, en un tándem que se retroalimenta con diálogos disparatados. En ese divertido juego hay que destacar el nivel de composición logrado por Fabián Vena y Pablo Rago, en sendas interpretaciones que, incluso, sobresalen por sobre la estética setentista y el lenguaje burlón del unitario. Un notable dúo que, sin embargo, no logra cubrir las falencias del ciclo.