ESPECTáCULOS › EL TRABAJO COTIDIANO DE
MOVILEROS Y PAPARAZZI EN UN 2005 SIN PRIMICIAS

Claves para salvar la temporada

Se quejan porque dicen que este año “¡no pasa nada!” La ausencia –hasta hoy– de escándalos, peleas y romances los obliga a cambiar sus hábitos, que deben ajustarse a las pautas publicitarias de artistas y paradores.

 Por Julián Gorodischer

La angustia del paparazzo se resume en una palabra: ¡nada! “No pasa nada”, dice en un año sin romances, divorcios, guerras de vedettes o topless robados en la playa. En 2005, María Eugenia Ritó decidió que quiere ser una actriz seria y la era de la mordaza (tras los juicios cruzados por injurias) alejó a las chicas del ring. Parejas felices no anuncian divorcios a la vista y lo que queda es un páramo de inventos sobre ropa, dietas y diversión en tiempos de veda de boliches. “Ahora se va vestido a la playa”, dice un informe-revelación, pero al chimentero no lo satisface. “No rinde ningún titular sobre costumbres. ¡Mis jefes quieren primicias!”, dice un fotógrafo aferrado a unas pocas estrategias de temporada: detectar alguna trampa en la ruta, rogarle a un par de chicas que finja un romance lésbico o armar guerras entre segundones (bailarinas, extras, debutantes).
“Se perdió el espíritu periodístico –dice Pablo González, fotógrafo de Pronto–, todo es marca. El laburo ahora es ser peón de un jefe de prensa”. Muchos paparazzi harían todo lo posible para sorprender a un famoso desnudo o transando ‘in fraganti’, y jamás armarían una toma falsificada. La mayoría tiene vocación por la primicia, que los lleva a extrañar la adrenalina del oficio a la vieja usanza: quemarse vivos en una guardia en la arena, o rebajarse a espiar el sexo playero de alguna desesperada por la fama (como Nicole Neumann en plena fellatio esteña, 2004). Pero de un año a otro las cosas cambian. “Recién vine a hacer a Andy Kusnetzoff –contrapone Pablo González– y me obligaron a fotografiarlo en la cabina de la FM Metro con su gorrita de Nike. ¡Yo necesito más producción! Pero esas mismas marcas anuncian en las revistas, y así la tarea se hace cada vez más publicitaria”. La chica de prensa se acerca al paparazzo y le dice: “Arreglé con tu jefe, sabés, quedamos en que ‘lo hacías’ en el parador, donde te pusimos el panel del agua gasificada. Tiene que ser a las 18.45, cuando baje el sol para que se luzca bien el logo...”. ¿Qué le queda? “Alguien se va a rebelar –sueña un soldado de la Editorial Perfil–, dirá basta y saldrá a contar algo sin guión ni PNT (Publicidad No Tradicional). Vas a ver...”.
El “código de honor” incluye una restricción: no se compartirán datos entre revistas de la competencia. Eso da pie a una extraña relación de amistad y secretos que, en todos los casos, excluye la posibilidad de engañar a la tropa. Al fotógrafo de Gente que alentó a sus compañeros a ir por una ruta (siguiendo a Nicole, en 2004) y enfiló para otro lado hoy no le habla nadie. Pero Julio Romero, de Caras, admite que el límite, siempre, es frágil. “Hay que tratar de hacer la foto y que no se filtre el dato: se sabe que entre medios que compiten no hay aliados”. Si un verano se pudiera resumir según sus primicias, se estaría, en este enero, ante el más pobre de la historia. “¿Fotos importantes hasta ahora? Tevez divirtiéndose en Pinamar, Miguel Angel Rodríguez divorciado y saliendo solo del teatro, o Caramelito corriendo por la costa...”, enumera Romero.
–¿Qué le importa al editor de una revista?
J. R.: –Situaciones que transmitan una intimidad o un pibe famoso haciendo surf. O cualquier imagen que marque el inicio de un escándalo o relación futura: por ejemplo, después de agarrar solo a Miguel Angel Rodríguez, estamos atentos a pescarlo con posibles parejas.
Diego Omar, de Paparazzi, sale a diario a caminar por las playas al sur del faro, con la cámara escondida, según una práctica histórica que localiza, en esa zona, una troupe de exhibicionistas. Hasta aquí el paparazzo se entrenaba en el juego histérico de cada verano: supo que las chicas (Nicole, Pampita, María Eugenia...) lo rechazarían con el mismo fervor con que le dejarían pistas. Pero, este año, la docilidad de las figuras al mandato comercial conspira contra cualquier foto: ahora lasmodelos posan en los divanes de las playas radiales y los actores dan notas a pedido del agente de prensa en el parador. “Pero a mi editor le importan más los robos que las fotos producidas”, llora el paparazzo.
Acredita, en 2005, apenas una foto de Julieta Prandi huyendo por la ruta rumbo a Villa Gesell con un nuevo affaire sentimental, pero no alcanza el standard de calidad: ni desnuda, ni infiel porque ella está soltera, y ni siquiera tiene rango de superstar, relegada al staff de No hay 2 sin 3. El paparazzo se conforma con lo que le toca: el affaire lésbico. Después de un año televisivo con un gay por programa (Los secretos de papá, Los Roldán, Locas de amor), las chicas con chicas cotizan en Mardel o en Carlos Paz. “¿Qué podemos inventar este verano?”, se sincera Diego Omar. “Y entonces le decimos a una chica que tenemos que hacer ruido, y así desnudamos a Miss Playboy (Celina Rucci) y a una bailarina de Diferente, o les hicimos simular el romance entre ellas. No hay peleas, divorcios ni infidelidades. Lo único que sobra es gente”.
Como en la película Hechizo del tiempo, en la que Bill Murray encaraba la misma rutina cada día, la faena del movilero debería ser idéntica a la del año anterior, en un ciclo que garantiza la preservación de la especie: sin sorpresa no hay riesgo. Cada año: la misma agenda que estipula casilleros a priori para ser llenados durante la cobertura. “Se repite lo mismo: un escándalo, una guerra entre vedettes, el mejor culo –numera Adriana Gorosito, enviada de América–, una tirabombas que mida mucho, una infidelidad o un chisme sobre despidos o enfermedades.” Para completar el cupo, ayudan los informantes, el eslabón más bajo pero esencial de la cadena: relacionistas públicos, maîtres de restaurantes, peluqueros, policías y conserjes. Se acercan a la movilera en rol de agente doble: se conectan con una mirada, se comunican por escrito o por susurro. Lo que sigue es la traición a sus hombres y mujeres de confianza.
–¿Por qué los venden?
–Al final del verano les regalamos un champagne –dice Gorosito.
En el verano de la nada, Francisco Emilio, de Intrusos, agradece haber captado el instante en que al hijo de Daniela Cardone le tiraron gas comprimido en la cara (sic). O haber tenido reflejos para acreditar un hombre en Pinamar que filmó las manos largas de Tevez a varias rubias. Así dio con un “Informe”: ¡A Tevez ahora le gustan rubias! Donde falta actualidad, deberá crecer el talento del cronista para construir tendencia (léase: “llenar la nada”). “¿Qué hacer cuando no pasa nada?”, se pregunta Francisco Emilio. “Armar quilombos. Ahora tenemos que buscarle la vuelta de tuerca a Pampita: le tomás una declaración contra la prensa y salís a encuestar a otras modelos para ver qué les parece lo que dijo.” Claudio Pérez, de Canal 9, coincide en que en 2005 “no hay romance, escándalo teatral, guerra de taquilla, abandono de obras, ni peleas de vedettes, y cuando no pasa nada te salva el ‘informe’: transformás cualquier anécdota de playa en un título”. Pero el movilero con aspiraciones no pierde nunca la esperanza. “Que ocurra un choque, un robo, un hecho policial. Así, dejo de inventar tendencias en la playa. ¡Salgo de lo light!”.

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“No hay peleas, divorcios ni infidelidades. Lo único que sobra es gente”, se quejan los paparazzi.
 
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