ESPECTáCULOS
› ENTREVISTA CON RATONES PARANOICOS,
QUE PRESENTAN EN OBRAS SU CD “GIRANDO”
“En el rock no está dicha la última palabra”
Disfrutaron de las buenas, sobrevivieron a las malas. Son un clásico, pero van por más. Juanse habla de Pappo, del rock barrial y de la necesidad de seguir tocando.
Por Santiago Rial Ungaro
En Opio, el libro que escribió mientras intentaba desintoxicarse, Jean Cocteau señaló que ya no se le permitía a un artista ser discípulo de alguien sin que se lo acusara de ladrón. Durante muchos años, los Ratones Paranoicos fueron severamente criticados por la influencia de los Rolling Stones, sin tener en cuenta, por poner un ejemplo, la influencia que sobre Keith Richard tuvo, por ejemplo, Chuck Berry. De tanto cambiar de forma para atacar, Juanse se ha ido mimetizando con todos los integrantes de los Stones, lo que le da un aspecto de fiera lunática un tanto intimidante. “Nosotros no tenemos ningún problema con la prensa, lo que pasa es que en las entrevistas hablamos un montón de cosas y después solamente sale que nos gustan los Rolling Stones.” Rodeado por los demás Ratones Paranoicos, Juanse se muestra amable y sobrio, lo que sólo acentúa la pasión con que vive el juego de ser quien es: una estrella de rock. Se los puede tomar o dejar, pero si del juego del rock se trata, ellos lo vienen jugando muy bien; tanto es así que hasta los maestros han ido sintiéndose seducidos por ellos: Pappo, Spinetta, Andrew Oldham, Charly García...
“Ya no puedo dejar/ de tocar Rock & Roll/ Todo el tiempo estoy/ en ese lugar”, canta Juanse en su último disco, y al momento de la entrevista él y los Ratones (sólo falta que llegue el Zorro, y pronto lo hará enfundado en una remera con la imagen de Houses of the Holy de Zeppelin) están sentados en un sillón en la sala de estar del estudio El Pie, en Villa Urquiza. Juanse habla solo, sin necesidad de muchas preguntas, quizá porque la idea es hablar de lo que más sabe y lo que más le gusta: la música de los Ratones Paranoicos. El Rock & Roll. Cuando brama en Girando aquello de “escuchemos el rock & roll/me gusta mucho como es!” suena con la misma convicción que un predicador. Y si es considerado desde hace muchos años como una estrella de rock es porque brilla, o por lo menos porque sigue prendiéndose fuego por ese espíritu que hace que la música siga siendo algo peligroso. Todo sigue girando alrededor de eso, desde los tiempos en que empezaron a tocar y en los lugares les tenían miedo por el nombre hasta ahora, que vuelven a tocar en el Estadio Obras (actuaron anoche con Los Pulgones como invitados, y volverán a tocar hoy y mañana, con Viticus y Carca, respectivamente).
“A nosotros nunca nadie nos regaló nada. Todo nos costó mucho sacrificio, pero siempre ensayamos todos los días: en la época que Roy trabajaba ensayábamos con él cuando podía y después ensayábamos nosotros por nuestro lado.” Y si sus recitales han sido desde siempre verdaderas ceremonias de rock&roll que han atraído a gente de todas las edades y de todas las clases sociales, con sus discos pasa algo muy especial. Con el transcurso del tiempo, algo que ha ido quedando claro es la originalidad de la banda. Basta escuchar el salvaje y a la vez preciso sonido de sus dos primeros discos (Ratones Paranoicos, 1987, o de Los chicos quieren rock, 1988) y compararlo con lo que hacían por entonces Jagger y Richards. “Yo antes tocaba con Pablo Memi y Carámbula, en La puñalada amistosa, que tenía un sonido mucho más rollingstone. Pero cuando empezamos a tocar con Roy y Sarcófago (que en ese momento tocaba en una banda que se llamaba Oxido) el sonido se puso más áspero, más duro. En ese momento yo tenía en mente a los New York Dolls, que eran un grupo que tenía un estilo muy stone, pero que a la vez tenían esa cosa bien cruda y que al igual que nosotros no eran tan buenos músicos. Con esa formación entendí enseguida que lo nuestro era hacer nuestras propias canciones, no tocar covers. Cuando una banda toca muchos covers es muy difícil que pueda imponer su propio material. Nosotros crecimos mucho por tocar en todos lados, y muchísimas veces las condiciones eran pésimas, porque es muy común que los que organizan un recital no tengan la menor idea del sonido que tiene que haber para tocar. Pero de todas formas a nosotros nunca nos gustó la palabra ‘underground’. A mí no me gusta ni como suena ni tampoco lo que quiere decir.”
Juanse cuenta que en su momento tocaban en vivo temas de los Sex Pistols, la banda emblemática del punk en Gran Bretaña. “Los Sex Pistols fueron una banda increíble, que demuestra todo lo que puede hacer una banda de rock. Pero el verdadero artista en el grupo era Sid Vicious, un tipo que era un artista incluso antes de tocar, cuando era parte del público, más allá de los errores que puede haber cometido. Los Sex Pistols fueron una banda muy coherente: dijeron todo lo que tenían que decir y se separaron para no tener que convertirse en lo que ellos antes habían odiado y no tener un manager diciéndoles: ‘Vamos, che, toquen una horita nada más, eh?’. Y cuando tuvieron que hacer eso tocaron una hora el mismo tema.” ¿Y en el caso de Los Ratones? “Acá en Argentina es distinto. En Inglaterra tocando un par de años ya te llenás de plata. Nosotros tenemos la obligación de seguir existiendo.” Sarcófago agrega: “Si nosotros hubiéramos dejado de tocar, ahora estaríamos trabajando en una pizzería... ¡y encima nos seguirían pidiendo que toquemos!”.
Teniendo en cuenta la enorme cantidad de bandas que andan dando vueltas por ahí cultivando el género (a menudo tan influenciados por los Stones como por los Ratones) es lógico que Ratones Paranoicos sigan vigentes. El grupo supo entender siempre que la música de los Stones tenía tanto de peleador callejero como de sofisticación y dandismo. Cuando se le intenta preguntar si no se ha ido volviendo un poco caricaturesco ese culto a su banda más querida, Juanse no nombra a ninguna banda, pero reconoce que “ahora todos están cantándole al barrio, a la vereda y a la ojota. Nosotros le cantamos al barrio hace mucho tiempo, no podemos seguir con eso. Me parece muy comercial todo lo que está pasando ahora con eso. Para mí esto tiene que ver con que todos seamos iguales. Yo soy consciente igualmente que para los grupos ahora se hace muy difícil poder ensayar todos los días o poder evolucionar con su música a la hora de ir a grabar. Una hora de grabación en un buen estudio sale 70 pesos, es mucha plata”.
Lo cierto es que los Ratones siguen girando, si su último disco tiene la efectividad que tiene es porque los Ratones siempre se destacaron por mantener un nivel de ensayo impresionante, lo que hace que hoy el grupo sea una máquina de rock aceitada e indomable. Y sutil. Girando, en el que participa como invitado en sitar Alejandro Franov (cuando se lo nombra, Juanse se levanta, levanta los brazos y exclama: ¡Franov es un genio!), vuelve a confirmar que todavía tienen cuerda para rato, tanto como para girar ellos como para a dejar a varios dando vueltas. Antes de seguir girando, dando notas y ensayando, Juanse se detiene un momento y anuncia: “Todavía no está dicha la última palabra en el rock argentino”.
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