ESPECTáCULOS › CULMINO LA FIESTA NACIONAL
Una celebración por multiplicado
Con tres sedes simultáneas, el principal encuentro teatral del país se dispersó.
Por Cecilia Hopkins
Organizada por el Instituto Nacional del Teatro, el sábado cerró la edición número XX del encuentro más importante del teatro independiente del país. La fiesta duró ocho días y reunió a alrededor de 8500 espectadores. Fue la primera vez que tuvo lugar simultáneamente en tres ciudades: Cipolletti, General Roca y Villa Regina, las tres ubicadas en el Alto Valle de Río Negro. Promediando el evento, todavía existían dudas acerca de la conveniencia de una descentralización que, según fue señalado desde un principio, tenía el objeto de reforzar desde lo cultural la unidad socio-económica que conforman los tres municipios alineados a lo largo de la Ruta 22. Pero, ya hacia el final, existió un acuerdo general en la evaluación. Distribuidos en función del lugar donde iban a actuar, a los elencos les fue difícil encontrar oportunidades para reunirse (la confrontación, el intercambio de experiencias, es uno de los atractivos principales de la fiesta), los espectadores tuvieron dificultades para asistir a las obras de su preferencia sin verse en la obligación de salir a la ruta y a la prensa le fue imposible ver el trabajo de todas las provincias.
Si ya resulta difícil abarcar la totalidad de la programación cuando la fiesta toma lugar en una sola sede, como había sucedido hasta ahora, los problemas se multiplicaron. También debieron multiplicarse algunos actos, innecesariamente. Así, por ejemplo, hubo tres actos de apertura y otras tantas fiestas de cierre. Es cierto que cada una de las ciudades anfitrionas puso todo su esfuerzo para que la organización fuese un éxito. Lo que no se tuvo en cuenta fueron las dificultades que imponen los traslados, más allá de la buena voluntad de los coordinadores.
Un grupo de artistas locales abrió la fiesta en Cipolletti, la actriz mapuche Luisa Calcumil actuó en la sesión inaugural de General Roca y dos grupos chaqueños hicieron lo propio en Villa Regina. En ninguno de los actos se hizo presente (por “razones de agenda”, según trascendió) el gobernador de la provincia, el radical Miguel Saiz. Al menos, el secretario de Cultura del gobierno nacional, José Nun, envió una nota justificando su ausencia, la cual fue leída por Raúl Brambilla, director ejecutivo del INT. Fue durante el homenaje ofrecido a Tito Cossa, por su trayectoria en el teatro independiente, y al ex diputado formoseño Francisco Giménez, artífice de la Ley del Teatro.
Durante las primeras jornadas, las obras más comentadas fueron Y no se olviden de Toto, del grupo mendocino Hantavirus Itinerante, un musical callejero que integró rock, música folklórica, rap y salsa; Medea, por el grupo santafesino Punto Cero, dirigido por Gustavo Guirardo; y todas las producciones que llegaron de la ciudad de Buenos Aires: La Madonnita, de Mauricio Kartun; Criaturas de aire, de Lucía Laragione; y Shangay, de José María Muscari, que debió agregar una función. Ya terminando la fiesta, se destacó la obra representante de Jujuy, Menumorfosis, por el grupo Danza Libre, con dirección de María Verónica Romero, basada en rítmicas secuencias de movimiento en torno de las adicciones, tomando la comida como eje central. A pesar de su buen nivel actoral y de su anticonvencional propuesta espacial, el grupo De las Artes, bajo la dirección de Edgardo Dib, presentó una versión de Tío Vania, de Chejov, (La casa de campo) que evidenció una gran falta de síntesis. Aunque adscriptos a una estética totalmente diferente, lo mismo sucedió con otros dos grupos. Uno de ellos, el mendocino Cuatro Dedos, aportó con Hermanitos una cuota de humor absurdo en el racconto afectivo de 4 hermanos ciegos. También excedidos en tiempo, aunque con aciertos, los entrerrianos de Desesperados Albaneses, que dirige Gabriel Cosoy, presentaron en Cuando los cerdos arrasan la historia de dos actores que, en extrañas circunstancias, se reúnen para volver a formar el grupo de teatro del pueblo.