ESPECTáCULOS › DIVERSIDAD FORMAL Y TEMATICA EN LA COMPETENCIA
Experimentaciones de autor
La película rusa 4, de Ilya Khrzhanovsky, la española El cielo gira, de Mercedes Alvarez, y la argentina Samoa, de Ernesto Baca, se hicieron notar.
Por Horacio Bernades
Si un marciano cayera sobre Buenos Aires y no supiera en qué consiste el Bafici, sería suficiente con mostrarle las tres películas que exhibe la competencia oficial en estos días, perfecta síntesis del espectro entero que el festival porteño debe abarcar. Por un lado, un film “de autor”, ambicioso, denso y angustiado: la película rusa 4, opera prima de Ilya Khrzhanovsky. Por otro, un documental de construcción tan perfecta y autosuficiente que se ve como si fuera un film de ficción: la española El cielo gira, de Mercedes Alvarez. Finalmente, un film experimental puro y duro, una de esas películas hechas a mano por un realizador solitario: la argentina Samoa, de Ernesto Baca. Si después de verlas el marciano no se siente representado, será porque en Marte todas las películas son como las que se estrenan en Buenos Aires semana a semana.
Créase o no, Ernesto Baca filmó Samoa en Súper-8, ese formato que parecía haber muerto para siempre hace décadas, desde que existe el video. Mucho más difícil es creerlo viendo la película, que tiene una calidad técnica, un acabado de imagen y sonido de la más alta sofisticación. Filmada casi enteramente en blanco y negro (salvo unos estallidos de color aquí y allá, que son como sacudones en la retina), en su segunda película Baca lleva al extremo lo intentado en su opera prima, Cabeza de palo (2002, exhibida también en el Bafici), que renegaba de la narración tradicional, diálogos y actuaciones. Aquí es ya el puro devenir de imágenes y sonidos, a la manera de un Stan Brakhage, Michael Snow u otros nombres canónicos del experimentalismo cinematográfico.
No hay otra lógica para explicar el orden y la secuenciación de las imágenes de Samoa –figurativas o geométricas, tomadas a la realidad o grabadas sobre el celuloide– que no sea la del sueño, la sensación o la pura asociación rítmica y musical. Y sin embargo, si el espectador se entrega a lo que el realizador le propone, esa sucesión llega a impresionar la retina con una pregnancia casi hipnótica. Titánico trabajo artesanal, de un grado de minucia casi inimaginable, el propio Baca trabajó, procesó y montó cada fotograma, de tal modo que no haya un solo encuadre que reproduzca la realidad mecánicamente. El resultado es un viaje (o un trip, depende del estado en que cada uno la vea) que, como todos los que de veras vale la pena emprender, arrastra de tal manera que daría la sensación de que, durante una hora y poco más, el mundo exterior ha desaparecido para siempre.
A un viaje bien distinto invita al espectador Mercedes Alvarez, ex asistente de nombres liminares del realismo español, como son los de Víctor Erice y José Luis Guerín. Montajista de este último en la ineludible En construcción, Alvarez nació en un pequeño pueblito castellano llamado Aldealseñor. No sólo pequeño, sino también en extinción: al día de hoy viven en Aldealseñor trece personas (catorce, en el momento del rodaje; después murió un viejito). La realizadora fue la última persona que nació allí, hace 39 años, y se fue cuando tenía sólo 3 años. En el 2003 volvió, para dejar testimonios de la existencia del villorrio, antes de que desaparezca del todo. Organizada de acuerdo con los ciclos de la naturaleza, El cielo gira se compone de cuatro partes, comenzando en otoño y finalizando en verano. Como sucedía con En construcción (también en El sol del membrillo, para citar al otro gran mentor del cine de la realizadora), la cámara, el entero dispositivo cinematográfico, parecen desaparecer por completo en El cielo gira, dejando al espectador frente a Aldeaseñor y sus catorce pobladores, la mayoría de los cuales serán imborrables.
Pero esa sensación de desaparición no es otra cosa que eso: una sensación, un subterfugio técnico tal vez. Cada secuencia de El cielo gira, cada escena y cada plano, están construidos con una belleza y precisión tales, con un tempo interno y un sentido del espacio que no pueden hallarse jamás en la realidad, sino sólo en el cine, cuando éste alcanza su más alta y depurada expresión. Y eso es El cielo gira: cine en la más alta expresión. En cuanto a la película rusa 4, desde sus primeras imágenes se instala sobre ella un aura de fatalidad y pesimismo, de infierno sobre la tierra, que sólo cesará, abrumadoramente, dos horas y pico más tarde.
Lo que Khrzhanovsky quiere es comunicarle al espectador el más profundo sentimiento de desesperación, mediante una puesta en escena en gran medida deudora del expresionismo, que en más de un momento llega hasta el borde mismo de la alegoría. El problema con este treintañero viejo es que termina haciéndose cansador, como esos predicadores de madrugada que en una de esas tienen razón y sin duda saben cómo decir lo que quieren decir. Pero lo único que consiguen es que uno muera por pagar e irse rápido.
Samoa se verá hoy a las 16 y mañana a las 19 en el Hoyts 6. El cielo gira, hoy a las 22 en el Hoyts 6 y mañana a las 18 en el cine América. 4, hoy a las 22.30 y mañana a las 15.30, en el Hoyts 10.