Dom 12.05.2002

ESPECTáCULOS  › LEON GIECO INICIO SU SERIE DE PRESENTACIONES EN EL LUNA PARK

La mejor fiesta para la peor bronca

El músico de Cañada Rosquín demostró por qué está pasando por su momento de mayor popularidad. Sus canciones funcionan como una radiografía de la situación del país y el público, de todas las edades y condiciones sociales, las canta como si les devolvieran la dignidad.

› Por Fernando D´addario

Hubo un tiempo en que la música popular argentina (y/o latinoamericana) necesitó legitimarse a través de slogans, consignas dogmáticas y cláusulas verbales de compromiso. Las banderas de Cuba, la imagen del Che, los cánticos antimilitares formaban parte de una escenografía esencial a la música, que muchas veces quedaba relegada frente a la puesta en escena del progresismo. León Gieco fue, debe reconocerse, un digno representante de esa especie, aun cuando su arco genérico trascendiese el target del cantautor psicobolche. Las cosas parecen haber cambiado. Los shows que está presentando el músico de Cañada Rosquín en el Luna Park (empezó el viernes, repitió anoche, sigue hoy y concretará una cuarta función el viernes próximo, en una apuesta que convocará alrededor de 30 mil personas) reflejan un notorio cambio cultural: las letras de las canciones de Gieco son una transcripción certera de lo que nos ha venido pasando como país, sólo que hoy son muchos más quienes asumen esos versos sencillos como un diagnóstico de la realidad.
Arrancó su recital con un puñado de temas de su último disco, Bandidos rurales, un título que más allá de las afinidades románticas de León con Vairoletto y cía., revela una sutil alegoría, una aproximación subterránea a bandidos más cercanos en el tiempo. Los índices de adrenalina colectiva tocaron su primer pico cuando se escuchó “De igual a igual”, esa canción que retrata con exactitud las asimétricas relaciones que les deparó la globalización a España y Argentina. No era una masa homogénea demilitantes de juventudes políticas la que adhería a esta canción anticolonialista (por citar un término de esos que ya no se usan). Se percibía –como nunca antes en shows de estas características– un fervor popular tan inclasificable como genuino. Una rabia contenida, que se canalizaba en esa arenga compartida: “Y así será de igual a igual...”. Una utopía, sin dudas (y siguen las palabras perimidas), que cohesionaba a la platea y a la popular, a pibes de barrio, matrimonios mayores, con carnet de militancia al día, cantando con su hijo adolescente, a chicos de diez años, viejos, clase media, suburbio (los micros, afuera, llevaban a Once, a Liniers, a Merlo). ¿Qué cosas los unían? Gieco, la indignación, las ganas de gritarla cantando y bailando.
El show duró dos horas y media. Un tiempo record para repasar la historia de los últimos 25 años de este país. A ver, “Pensar en nada”: “mientras diez ventanillas cobran/una sola es la que paga”. ¿Eso se escribió en 1982 o la semana pasada? Gieco, en rigor, no imaginó lo peor: hoy no paga ninguna. Había que ver a esos siete mil cantar, como desahogo catártico, en versión hard rock (la tonalidad que más le cuadra a esta situación) acompañando al grupo de León y a sus plomos; “El embudo”, esa radiografía de la expoliación patagónica que escribió magistralmente Marcelo Berbel: “Y aquellas torres en fila/sujetando el cablerío/se llevan de nuestros ríos lo mejor de la energía/no es una ocurrencia mía/ni lo quiero avergonzar/pero póngase a pensar qué pasaría si nos dieran/por todo lo que se llevan/lo justito y nada más”. O “Los Salieris de Charly”, que elevaba su tono en “es mi país es un país esponja/se chupa todo lo que pasó” (1992, plena euforia de la convertibilidad).
León ni necesitó hablar. Sólo mencionó, antes de hacer “Madres del amor”, a las Madres de Plaza de Mayo, un imperativo de todos sus recitales. Gieco se limitó a cantar, tocar la guitarra, la armónica, presentar a los sucesivos invitados (el Negro Fontova, Moris, Abel Pintos, el salteño Tomás Vázquez y la armoniquista Sandra Vázquez) y participar del ritual como si fuese un emergente casual del fenómeno.

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