ESPECTáCULOS › “ESCRITOS IMPRUDENTES II”, DE J. P. FEINMANN
“Hoy se hace muy difícil decir qué es ser peronista”
El escritor y columnista de Página/12 presentó su nuevo libro, acompañado por el secretario de Cultura, José Nun. El tema salió solo: el peronismo, en toda su complejidad.
Por Silvina Friera
El problema es una cosa que empieza con pe: “El peronismo se parece a la maldición de los argentinos porque no nos abandona nunca, pero ahora se agudiza en un año electoral”. Lo dijo el secretario de Cultura de la Nación, José Nun, en la Feria del Libro, durante la presentación de Escritos Imprudentes II (Norma), de José Pablo Feinmann, que reúne los artículos que el escritor y columnista de Página/12 escribió en los últimos dos años, muchos de estos trabajos publicados en este diario. “El señor K. y el peronismo”, en el que el autor plantea que “Kirchner no es peronista”, fue el disparador de un diálogo en el que se repasó la configuración de esta “maldición” hereditaria. Nun explicó que para el primer peronismo el término pueblo era una categoría que rechazaba la lucha de clases como constitutiva de la realidad social. “En el famoso discurso del 17 de octubre, Perón propone la distribución equitativa del ingreso: la mitad para los patrones y la mitad para los trabajadores”, recordó. “El plantea un pueblo que incluye a lo que llamaríamos sociedad industrial alla Saint Simon: a los trabajadores industriales y a los empresarios industriales.” El principio de lucha de clases, según observó el secretario de Cultura, estaba marcado por el rechazo del peronismo hacia la oligarquía y los capitalistas extranjeros.
“El problema del peronismo es su gran capacidad abarcativa, y en eso mismo residió su fragilidad”, señaló el secretario de Cultura y precisó que al ser tan central la figura del líder, “la tendencia de los observadores ha sido la de reducir el peronismo a los discursos de Perón y Evita, o a los discursos de los líderes de turno, pero casi nadie se ocupó de estudiar qué significaba el primer peronismo para las bases”. A comienzos de los 70, el politólogo realizó entrevistas a obreros del Gran Buenos Aires que se declaraban peronistas. El estudio arrojó que había un primer grupo que afirmaba: “Soy peronista porque permite que los argentinos nos enriquezcamos, si es que trabajamos; los villeros son despreciables porque no trabajan”. Nun subrayó que no había ningún principio de solidaridad, bastante significativo para los años 70. Otro grupo aplaudía la concepción de Perón de respetar a los capitalistas, “ni revolucionarios remotamente ni partidarios de la violencia, sólo querían una distribución equitativa de la riqueza”, los caracterizó el politólogo. El tercer grupo estaba integrado por sindicalistas, para los cuales el eje era “la comunidad organizada”. No más de un tercio de los entrevistados consideró al peronismo como un movimiento revolucionario.
Cuando regresó a la Argentina, Nun repitió la misma investigación en 1984. “La dictadura desorganizó de tal manera las visiones del mundo de la gente, que el mismo peronismo se había soltado de las distintas amarras que lo mantenían vinculado con ciertas visiones”. El secretario de Cultura opinó que decir que Kirchner no es peronista, como escribió Feinmann, tiene un efecto saludable. “Kirchner está tratando de dar vuelta una página porque sabe adónde ha llegado el peronismo y qué poco se dice cuando se dice que se es peronista.” Feinmann disparó su escepticismo: “El peronismo es tan complejo que no tiene arreglo”. Pero añadió que Osvaldo Soriano en No habrá más penas ni olvidos escribió una de las definiciones más célebres del peronismo: “Yo nunca me metí en política, siempre fui peronista”, y aseguró que en esta visión, “el peronismo es como el aire que se respira, el aire natural de la República; se es peronista como se es argentino”. Otra frase “de las más atrayentes y fascistas” que mencionó el escritor fue la del sindicalista Lorenzo Miguel: “Ser peronista es comer tallarines los domingos con la vieja”. El columnista de Página/12 advirtió que el peligro es “la indefinición ideológica permanente del peronismo, que Perón alimentó a lo largo de toda su carrera política”. “Perón totalizaba desde Madrid todas las contradicciones, pero cuando volvió ya no pudo totalizar nada porque él mismo era una contradicción”, agregó Feinmann. “El peronismo ha sido tantas cosas que ya es muy difícil decir qué es ser peronista, por eso escribí que Kirchner no debe ser peronista.” El escritor, que se preguntó dónde estuvo Jauretche en la década del 90, señaló que el peronismo aniquiló la soberanía nacional que había edificado. En Eva Perón, film cuyo guión es de Feinmann, puso en boca de Evita un texto que le pertenece: “Lo que temo es que sean los peronistas los que terminen con el peronismo”. La película, que fue calificada de “basura montonera” por el entonces director del Instituto de Cine, Julio Maharbiz, tuvo el visto bueno de Menem, quien dijo que le gustó, “sin reparar en esa frase”, agregó el escritor, ante las carcajadas del público que llenó la sala Alfonsina Storni.
“Qué pasa que no instrumentamos ya políticas de distribución, no digo de la riqueza, al menos de la alimentación –señaló Feinmann hablando de la realidad actual–. En este libro, en ‘Intempestiva ponderación de la demagogia’, pido que hagan demagogia porque así la gente va a comer hoy.” Y repitió una frase de Discépolo en la que el autor de Yira Yira deseaba el chamamé de la buena digestión para el pueblo y que los umbrales volvieran a ser para los novios y no para los mendigos. “¡Qué lindo, qué poco científico, clasista marxista! –ironizó Feinmann–. El chamamé de la buena digestión y que los umbrales vuelvan a ser para los novios son grandes consignas de este momento”.