Mar 14.05.2002

ESPECTáCULOS

Marcel Marceau explica “el arte del silencio”

A los 79 años, el francés es el indiscutido maestro del mimo y la pantomima. “A los jóvenes hay que hacerles comprender el valor del silencio”, dice.

Por Jesús Ruiz Mantilla*
Desde Madrid

Marcel Marceau le hace practicar al periodista el arte de sumar en lugar de responder directamente cuál es su edad. “En 1936 tenía 13 años, así que ya puede saber los que tengo ahora”, propone el genio del gesto, artista del silencio, el mimo por excelencia, que hasta el domingo 19 se presenta en Madrid con un espectáculo que reúne lo mejor de su repertorio. “Hace 13 años que no actúo aquí, así que quiero enseñar a las nuevas generaciones que vienen a verme por primera vez en qué consiste el arte de la pantomima. A los jóvenes hay que hacerles comprender el valor del silencio”, asegura uno de los más grandes artistas vivos del teatro mundial. El periodista se acerca a Marcel Marceau sin la seguridad de que vaya a hablar. Cuando se lo ha visto en escena es fácil deducir que no necesita las palabras. Su arte es tan elocuente, tan genial, que podría prescindir de la voz en su vida normal. Pero no. Habla. Habla mucho y de todo.
Se sienta en un sofá de su hotel madrileño vestido de beige, con el pelo revuelto, los ojos verdes sin esa pintura de Pierrot, ausentes de tristeza, expresivos, vivos. Relata su vida, su experiencia en la resistencia antinazi francesa, sus viajes por el mundo con su compañía, conquistando en silencio las emociones del público de los cinco continentes, su amor por el flamenco, sus influencias de pintores y artistas, desde los griegos, a Pierrot, Grimaldi y el gran discípulo de este último, Charles Chaplin. Todo ese mundo está en su espectáculo. “Tiene dos partes. La primera es de iniciación al público, con pantomimas de estilo que he seleccionado entre las 55 de mi repertorio. En la segunda sale Bip”, es decir su alter ego. “Bip nació en 1947 y lleva una máscara blanca, como la de Pierrot en el siglo XIX, en su memoria.”
Bip le sirve a Marceau, maestro con escuela propia en París, para defender la esencia de su trabajo: “Viene de los griegos, que ya hacían mimodramas, perdura a lo largo de la historia, con los romanos, hasta el siglo XIX, cuando viven una época brillante y sobreviven hasta 1920”, cuenta. “Pero, sobre todo, el mimo es un arte de la calle, como el flamenco, es parte de la experiencia de la vida.” Uno silencioso, otro un poco más ruidoso, pero llenos de vida, al fin y al cabo. “Una vez le pregunté a un bailarín famoso: ¿cómo me puedes llegar a emocionar tanto con ese zapateo y esas palmas? Me respondió: ‘Y tú, ¿cómo me puedes emocionar tanto con tu silencio?”
“El arte del silencio”, llama a lo suyo Marceau. “El arte del silencio tiene su gramática. Lo mismo que los escritores poseen una para emocionar con las palabras, nosotros también necesitamos una gramática del mimo. Mi maestro Etiénne Decreoux lo descubrió. Una gramática total del cuerpo que yo ahora enseño en mi escuela, mezclada también con mi experiencia.” Y con otras asignaturas como danza clásica, contemporánea, esgrima y “el arte del verbo”, como define Marceau al lenguaje hablado. Una experiencia que cree que ha sido fundamental para salvar un arte que estaba moribundo en los años ‘40. “El mimo no tenía nada. No contaba con apoyos, habría desaparecido con la llegada del cine si no hubiese sido por nuestra compañía”, recuerda.
Esa extraña relación de vida y muerte con el cine se convirtió en pura resurrección cuando Marceau apareció por Hollywood. “Vinieron a verme una gran cantidad de estrellas. No sabía qué era lo que les podía atraer de un arte como el mío, ya que sus trabajos eran totalmente opuestos.” Pero allí estaban desde Gary Cooper hasta Marlon Brando, de Fred Astaire a Charles Laughton, presos de lo que después fue el mito de Marceau.
Medio siglo de después, Marceau continúa en la brecha, sin querer hablar de los secretos de su estado físico proverbial. “Si los atletas no se retiraran a los 40 años y siguieran entrenando, conservarían sus marcas”, arriesga. “Yotrabajo a diario y estoy en contacto permanentemente con gente joven, eso es muy importante”, afirma. Y no es que no se fije: “Aquí en España y en Italia, la gente envejece bien, se nota”, observa. Pero, en resumen, ¿qué es la edad, la vejez para Marceau? “Mientras dure, olvidaré la edad que tengo. La edad no existe, como la muerte. No hay muerte mientras vivamos en la memoria de los demás.”
*De El País,
especial para Página/12.

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