ESPECTáCULOS › LA DIRECTORA LINA DE SIMONE
La vida como una elección constante
La directora teatral argentina volvió al país después de tres décadas. Estrena en el Actor’s Studio Lo frío y lo caliente, de Pacho O’Donnell
Por Hilda Cabrera
¿Por qué no pensar que ciertas experiencias ligadas a la propia vida resultan reveladoras y expresan lo que en el día a día se halla entre sombras? La actriz, docente y directora Lina De Simone reconoce que en este regreso a la Argentina –tras un periplo por España, México, Costa Rica, Salvador y Honduras– se conjugan asuntos de la escena con otros muy personales que la sorprenden. Esto se debe a la obra que eligió para su vuelta y al teatro donde acaba de estrenarla. Se trata de Lo frío y lo caliente, de Pacho O’Donnell, pieza en un acto de 1977 que el escritor concibió durante su permanencia en España. La presenta los viernes a las 22.30 en el Actor’s Studio (Av. Corrientes 3571), situado a metros de la casa-inquilinato donde transcurrió la infancia de la actriz: “Mis padres, inmigrantes italianos, nos trajeron a mis hermanos y a mí en la década del ’50. Yo tenía apenas 3 años”, cuenta. De Simone atesora toda una historia sobre Lo frío..., un montaje de 1977 con escenografía de Saulo Benavente que protagonizó junto a la uruguaya Adela Gleijer, dirigida por Manuel Iedvabni en el desaparecido Teatro del Centro. Entonces personificaba a la hija. Hoy su rol es el de la madre. La acompañan la actriz Romina Moretto y Gustavo Cenatiempo en la asistencia técnica y diseño de luces y sonido. Durante su residencia de casi treinta años en el extranjero, actuó y dirigió en ámbitos universitarios, coordinó talleres y se dedicó a la producción. Desde su desembarco, hace ya tres meses, se abocó a la puesta de este psicodrama, introduciendo cambios en la representación de la figura del padre, que aquí no es un muñeco sino un marco colgado sobre una pared. Ese “vacío” la entusiasma. “El del teatro es un mundo que una quiere ver y que los otros vean y que es tan real como una mesa.”
–Una actitud que genera resistencia...
–Porque el intelecto pone barreras. Eso no impide que en el teatro y en la vida haya varios mundos posibles. Lo diferente es que al finalizar la función el espectador retorna a la realidad que conoce con anterioridad y se tranquiliza. La vida nos compromete de otra manera, pero lo que llamamos realidad no es el único mundo a transitar. Es el que elegimos, como se elige una profesión.
–Algunos no pueden elegir...
–Pienso que sí, que todos pueden y que siempre estamos eligiendo. Es cierto que determinadas situaciones se nos presentan como “algo a cumplir”. Me pasó con Lo frío y lo caliente cuando la dirigió Iedvabni, y después en las giras por España, entre 1981 y 1983, con Cristina Rot y dirección de Charlie Levi Leroy.
–¿Se cuestiona lo aparente?
–En la escena, el actor o actriz adopta técnicas cuya finalidad no es cuestionar, sino poder controlar los mundos que va creando. El intérprete es parte de esa magia que resulta de la transformación de lo real y de la conformación de universos paralelos a otro concreto y material.
–¿Qué significa aquí frío y caliente?
–Esta obra es semejante a un juego, y cuando digo esto no estoy minimizando la palabra juego, porque pienso en la vida como un juego que uno debe aprender, así como se aprenden códigos y reglas para mover las piezas de un ajedrez. Mientras uno aprende, libra batallas entre fuerzas contrarias, que algunos denominan bien y mal, Dios y Diablo, positivo y negativo. Fuerzas que someten o liberan, y que en esta pieza están encarnadas en una madre y su hija, pero pueden descubrirse en un presidente y su pueblo o en un mismo individuo. Esta lucha es muy individual y se relaciona con el nivel de conciencia al que se llega.
–¿Se conecta con la comprensión y la capacidad de estrategia?
–Exactamente. La comprensión permite discernir entre lo que nos sirve y lo que conviene desechar. En ese nivel podemos incluso percibir lo que está más allá de lo material. Es lo que hace un pintor cuando plasma un mundo interior en una tela. Un mundo invisible a los otros y que se confunde con locura.
–Una simplificación que se utiliza para discriminar...
–Por eso uno debe cuidarse, y no por egoísmo. Esto lo aprendí dentro del teatro, que me ayudó a vivir mucho más que las terapias de turno. Cuando una toma conciencia del juego y de sus reglas, sabe que si se mete en una situación difícil puede llegar a padecerla, como la de investigar quiénes son hoy los corruptos. Tomar conciencia es también preguntarse si una está dispuesta a gastar la propia energía en una lucha despareja contra esos monstruos. Una elige porque sabe que puede luchar también desde otra trinchera. Todos sabemos que quienes detentan autoridad van a tratar de sostenerla a toda costa. Hagamos lo que hagamos, siempre vamos a encontrarnos en medio de fuerzas que someten o liberan.