ESPECTáCULOS › “LA WALKYRIA” DE WAGNER EN EL COLON
Elogio del amor ilegítimo en formato de gran ópera
Después del prólogo de la tetralogía de Wagner viene su primera jornada, que hoy sube a escena con una nueva puesta.
Por Diego Fischerman
La primera parte –en realidad el prólogo– es casi doméstica. Wotan y Fricka discuten allí como cualquier matrimonio discretamente mal avenido mientras se cuentan algunos problemas inmobiliarios y las deudas contraídas por el dios a raíz de la construcción de su palacio. En la verdadera primera jornada del viaje wagneriano a través de sus obsesiones, disfrazadas de mitología germánica, lo que se cuenta es un amor incestuoso –en Wagner los amores ilícitos son mucho más intensos que los otros– y cómo la walkyria Brünnhilde, hija de Wotan, rompe el mandato del padre en favor de los dos semidioses hermanos Siegmund y Sieglinde –hijos también de Wotan–, y es condenada a dormir eternamente rodeada de fuego hasta que un héroe que sea libre la despierte –ni más ni menos que Siegfried, el hijo de los hermanos, que aparecerá en la parte siguiente–. La walkyria, concluida en 1852 y estrenada en 1870, es la sección teatralmente más lograda de la tetralogía bautizada El anillo del nibelungo y, en realidad, la única que puede disfrutarse cabalmente sin necesidad de las otras.
Uno de los aspectos de la historia es, desde ya, lo intrincado de las relaciones familiares descriptas. Un bromista anónimo –y enemigo de Wagner, desde ya– las describió de la siguiente manera: “Siegmund es el padrastro de su hermana Brünnhilde y el hermanastro de su hijo, el marido de su hermana y padrastro de la mujer cuyo padre es el padrastro de su hijo”. Pero lo más interesante de la ópera que hoy sube a escena al Colón, como parte del ciclo iniciado el año pasado con El oro del Rin –y que continuará en 2006 y 2007 con Siegfried y La caída de los dioses, respectivamente– es su música y, sobre todo, la manera en que Wagner, a partir de su idea acerca de la música como sistema narrativo, logra organizar el discurso a partir de ejes totalmente distintos de los cristalizados por la tradición clásico-romántica. Gran parte de los elementos melódicos, rítmicos, armónicos y tímbricos guardan relación con personajes y situaciones –leitmotiven– y su aparición se debe a cuestiones teatrales y no de desarrollo musical. En un panorama en que la ópera, a mediados del siglo XIX, era más un género del entretenimiento burgués que del arte, Richard Wagner fue el primero en pensar al género como terreno fértil para las experimentaciones formales y armónicas.
El conductor musical de esta nueva versión del ciclo del anillo es el notable director suizo Charles Dutoit, quien regresa al podio de la Orquesta Estable del Teatro Colón luego de sus experiencias wagnerianas en las dos temporadas anteriores –con El holandés errante y con el prólogo de la tetralogía, El oro del Rin). Dutoit se encuentra impartiendo, además, el Tercer Curso de Dirección Orquestal con la Orquesta Académica del Teatro Colón y dirigirá un concierto dentro del abono de la Orquesta Filarmónica de Buenos Aires. Director durante años de la Sinfónica de Montréal, a la que entronizó como estrella del mercado discográfico clásico en la era de la expansión del CD como soporte, Dutoit ha grabado versiones de referencia de la mayoría del repertorio francés de comienzos del siglo XX. Sus registros de la obra sinfónica de Maurice Ravel y Claude Debussy, por ejemplo, están entre las más logradas del catálogo. Curiosamente, sus dos últimos álbumes recorren un repertorio poco frecuente y compositores bastante alejados del núcleo clásico: Astor Piazzolla –el Concierto para bandoneón, guitarra y orquesta, con Daniel Binelli y Eduardo Isaac como solistas, y Tangazo– y Mikis Theodorakis –el ballet Zorba junto a otras obras breves–. Nina Warren, quien en esta ocasión cantará el papel de Brünnhilde, fue parte de la versión de La walkyria dirigida por James Levine en la Metropolitan Opera House de Nueva York, y del estreno mundial de Marco Polo, de Tan Dun, en Munich, Hong Kong y Amsterdam.