EL MUNDO › OPINION
Pocos argumentos
Por Luis Bruschtein
A diferencia de los otras naciones europeas, Gran Bretaña mantuvo una tradición imperial y de participación en conflictos armados con un protagonismo del que las demás, incluyendo Alemania, se bajaron hace tiempo. Y a diferencia de los demás países europeos, sostuvo su estrategia internacional en una alianza incondicional con Estados Unidos.
Incluso las manifestaciones por la paz se insertan en sus problemáticas nacionales de manera diferente. El factor más negativo para Tony Blair en las elecciones pasadas fue justamente la participación británica en la ocupación de Irak. Es más, pocas horas antes del atentado hubo una gran movilización contra la pobreza y por la paz, el concierto Live-8, con centenares de miles de personas. Pero cuando se produjo el atentado terrorista, esa misma corriente masiva no se expresó fuertemente como en España en el malestar por la participación en la guerra.
Por el contrario, los festejos del aniversario del final de la Segunda Guerra expresaron más una reacción donde el rol militar de Gran Bretaña se tiende a confundir con una forma de orgullo nacional. En esto, son más parecidos a Estados Unidos. Margaret Thatcher, al igual que Bush ahora, consolidó su liderazgo con Malvinas. En el resto de Europa los gobernantes se han favorecido más cuando evitaron los conflictos armados.
Pero la guerra en Irak era evitable incluso desde la estrategia de las sociedades centrales. A diferencia de la Segunda Guerra, de Corea, Vietnam o Afganistán, donde liderazgos diferentes sólo hubieran aportado matices, lo más probable es que sin Bush la guerra de Irak no se hubiera producido. Y Gran Bretaña se incorporó al conflicto por no romper su alianza histórica con Estados Unidos, porque no tenía un interés decisivo para estar allí. Esta alianza estratégica define su inserción mundial, no es un tema menor. Pero más allá de eso, ni siquiera Blair, que siempre respaldó los argumentos de Bush, estaba muy interesado en la guerra. Sobre esa debilidad se apoyaban los argumentos pacifistas.
Las medidas de seguridad que anunció Blair tienen más el aspecto de una respuesta mediática que un plan antiatentados. Si desata la discusión sobre los límites a los derechos individuales, tapará otra discusión que es que en realidad, los atentados arbitrarios e inclusive suicidas, son prácticamente imposibles de evitar. En todo caso la sociedad debería asumirlos, al igual que la Blitz, como el costo de una guerra en la que están convencidos de participar. Claro que ésta es una guerra en la que Gran Bretaña no tiene fuertes argumentos para intervenir.