ESPECTáCULOS › “LA OUIJA, EL JUEGO DE LOS ESPIRITUS”, DE MARCUS ADAMS
Hollywood made in Britain
Por Luciano Monteagudo
Con películas de consumo internacional como Cuatro bodas y un funeral, El diario de Bridget Jones y La mandolina del capitán Corelli, los productores británicos Tim Bevan y Eric Fellner no sólo se hicieron un nombre en su país. También crearon una compañía, WT2, que dio a luz uno de los films más exitosos del cine inglés, Billy Elliot, un demagógico film d’art bendecido por la Academia de Hollywood. Ahora con La Ouija, el juego de los espíritus han bajado un poco las pretensiones, movidos seguramente por la idea de ocupar también otros mercados, en este caso el del cine de terror para adolescentes, habitualmente un coto de caza exclusivo de la industria audiovisual estadounidense.
Como si hubieran querido precisamente mimetizarse con la estética de Hollywood, los responsables de Long Time Dead casi no hacen hincapié en el hecho de que la película transcurre en Londres, cuya identidad pasa casi inadvertida. Todo comienza en una disco, un “no-lugar” (como diría el sociólogo Marc Augé) que, como los shoppings o los aeropuertos, son casi iguales en todos lados. Allí hay un grupo de chicas y muchachos que disfrutan del sexo, la droga y el rock’n roll, lo que inevitablemente lleva a la conclusión –según dictan los puritanos códigos del género– que serán castigados por alguna oscura fuerza represora del más allá, a la manera de Freddy o Martes 13.
Ellos mismos, sin darse cuenta, convocan al ente punitivo, cuando deciden practicar una sesión de espiritismo. Del juego de “la ouija” sale el “djinn”, un genio maligno de origen marroquí, que se dedicará a carnear sistemáticamente a cada uno de los integrantes del grupo. Si bien es imposible encontrar siquiera un rasgo de originalidad en el planteo, debe reconocerse, sin embargo, que la realización de Marcus Adams (un director proveniente de la publicidad y el video-clip) tiene la mesura y la discreción típicamente británica como para evitar los sádicos planosdetalle que abundan en la mayoría de las películas del género de sus pares estadounidenses, quienes suelen solazarse en las escenas de tortura física.