ESPECTáCULOS › GABRIEL SENANES, EL NUEVO DIRECTOR DEL COLON
En busca de mayor dinamismo
Frente a la renuncia de Emilio Basaldúa se designó al frente del teatro a un compositor y director de orquesta más joven y con otro perfil.
Por Diego Fischerman
El viernes, a última hora, el director del Teatro Colón, Emilio Basaldúa, presentó su renuncia al cargo. En la tarde del sábado, el secretario de Cultura de la Ciudad, Jorge Telerman, anunció el nombre de su reemplazante. Gabriel Senanes, compositor, director de orquesta y hasta ese momento Director General de Música de Buenos Aires, se hace cargo de la nueva función, en palabras de la Secretaría, para “otorgar al funcionamiento del Teatro Colón un mayor dinamismo”. La coincidencia entre el cambio de autoridades y la polémica –la decisión fue fustigada sobre todo por un ex director del Colón que se desempeña como crítico en La Nación– acerca de la conveniencia de la programación de músicos populares en esa sala, podría hacer pensar que es ésa la causa, tanto de la renuncia de Basaldúa como del nombramiento de Senanes. Una lectura cuidadosa de los datos permite pensar, en cambio, que los motivos son otros y tienen que ver, más bien, con las desinteligencias permanentes entre el anterior director general y el administrador del Colón, Pablo Batalla.
El arquitecto Basaldúa había desarrollado, hasta ahora, una temporada lírica excepcionalmente imaginativa en el medio de restricciones presupuestarias inéditas en la historia del teatro (y de la Argentina, está claro) y lidiando con una deuda considerable con las editoriales musicales dejada como herencia por gestiones anteriores (lo que obligó en más de una ocasión a cambiar las obras programadas para los conciertos de la Filarmónica de Buenos Aires). Senanes, si bien eligió no hacer ninguna clase de declaración hasta no asumir formalmente el cargo –lo que sucederá cerca del fin de esta semana– mostró un gran respeto por su antecesor. Sus antecedentes musicales y como director de Música de la ciudad permiten comprobar, por otra parte, que su perfil es el de un músico mucho más clásico que popular aunque bastante más abierto que lo corriente. Autor de obras para solistas y orquesta, para conformaciones instrumentales sumamente diversas y de una ópera comisionada por la OEA, sus planes al frente del área que capitaneaba tuvieron que ver, entre otras cosas, con el ciclo El Colón x 2 pesos donde, entre otros, grupos de cámara de la altura del Cuarteto Buenos Aires tocaron obras de compositores tan indudablemente clásicos como Beethoven.
En ese sentido es significativa la discriminación hecha por el secretario de Cultura entre los conciertos de Dino Saluzzi y Luis Salinas y de Luis Alberto Spinetta, realizados en esa sala como parte de un ciclo de la Dirección de Música, y los recitales de Los Nocheros o Memphis La Blusera, fruto de un convenio del Colón con la Sinfónica Nacional. El Caso Soledad, por otra parte, tiene características distintas. Su recital de esta semana fue parte de una función benéfica para la Fundación del Padre Grassi que se había suspendido el 20 de diciembre pasado (por razones bastante obvias) y reprogramado para esta fecha. El eje de discusión estará en el futuro, más bien, alrededor de lo artístico o no de un evento y de sus merecimientos para aspirar al principal escenario lírico y de ballet de América del Sur. No importaría tanto si la tradición con la que dialoga una obra, de manera predominante, es la popular o la clásica, sino cuál es su grado de densidad e interés. Spinetta sería, según este análisis, absolutamente apto para el Colón. De lo que se trataría no sería de eliminar ninguna de las expresiones que esta sala ha hecho propias durante casi cien años sino de incorporar expresiones –e incluso géneros- nuevas e igualmente artísticas.
Las dos situaciones que determinaron el alejamiento de Basaldúa, en realidad, fueron el alquiler de la sala para una convención y las funciones que el bailarín Iñaqui Urlezaga dará junto al Ballet del Mercosur. En ambos casos el director administrativo no lo había puesto en conocimiento con la anticipación que él consideraba indispensable y no se había tenido en cuenta el dictamen técnico de sus colaboradores en cuantoal perjuicio que estas actividades provocarían en la temporada de ópera. El “mayor dinamismo” esgrimido por Telerman debe leerse en ese sentido y, sin duda, en el de un recambio generacional. Será la primera vez, en la historia reciente, en que el Colón sea dirigido por alguien de menos de cincuenta años.