ESPECTáCULOS › OPINIÓN
A veces, hay que ser claro
Por Pablo Trapero *
A mí me gusta algo que en otro tipo de películas yo critico un poco más, y es la frontalidad. Michael Moore no intenta ser elegante en la forma de construir su film, no intenta ser sutil para transmitir sus ideas. Pero desde mi punto de vista, que no apunta a un análisis en profundidad sino que es mi percepción como espectador, cuando de la persona que el director está hablando es un genocida, más moderno, más aggiornado, diferente, con otro look, un genocida globalizado, por llamarlo así, me parece que es importante ser claro, directo, obvio y, en algunos momentos, repetitivo. Porque lo que pasa con esta película, más allá de la posición que cada uno de nosotros pueda tomar y del gusto personal, es que, gracias a esa forma que adopta el discurso, la película llegó a todo el mundo y se estrena comercialmente como casi ningún documental. Esto, que podría ser algo en contra del film, porque le quitaría refinamiento en términos estéticos, termina siendo un valor positivo, porque funciona como una apuesta del director: “Vamos a hacer así. Quiero que este mensaje llegue hasta el último rincón del planeta y que todo el mundo entienda esta historia como yo la quiero contar”. Por supuesto, no es la realidad absoluta: se trata de una película. Desde ese punto de vista, algo que a mí quizás en otras películas me incomoda un poco más, en este caso me parece que es valorable. Yo estoy de acuerdo con que la película esté contada con esa claridad. Incluso tiene mucho humor también. Si uno se entrega a lo que está viendo sin ponerse a h acer un análisis crítico de cada detalle cinematográfico, se encuentra con un trabajo interesante.
* Cineasta.