ESPECTáCULOS › LOS FIELES ARGENTINOS VIVIERON
CON TODO LAS HORAS PREVIAS AL ESTRENO
La sagrada religión del espectáculo
Por Julián Gorodischer
Los fanáticos de Star Wars revolucionan, en la víspera, el sistema de cultos: ahora se entregan a la adoración del Mal, enloquecidos con la respiración furiosa de Darth Vader, vestidos con ese traje símil ritual S/M (acrílico, todo negro, capucha y manto) y agradecidos a George Lucas porque, por fin, parece haberle entregado el protagónico al villano. Es que Episodio 3: La Venganza de los Sith es un canto al monstruo, un descenso infernal que justifica el abandono de La Fuerza (el bien) y el pasaje al Lado Oscuro. Los fieles ya no se quejarán, en 2005, de que el héroe sea un niño Anakin Skywalker (como en Episodio 1), ni tampoco llorarán por la falta de un archirrival como es debido. El capítulo que llega, último eslabón de la saga de Star Wars, conecta directamente con el Episodio 4: Una nueva esperanza –filmado en 1977– y completa la mitología más avasalladora de este tiempo. Consagra al actor Hayden Christensen como el Darth Vader más apolíneo: se sabrá el porqué de su abandono de La Fuerza y su pasaje al Lado Oscuro; aquí se entenderá que detrás de todo monstruo hay un ser sensible.
Los fieles, en su templo de la calle Sarmiento (el local SW Toys que vende el merchandising oficial), reciben al cronista haciendo la tipología de las castas: cinéfilos puros, detallistas obsesionados con la cocina, gamers hipnotizados por los videojuegos, especialistas en Darth Vader que no tienen más sueldo para dedicar a otro personaje y coleccionistas de utilería. En la sala de exhibición (de caretas, muñecotes, sables y hasta robots) aseguran que es regla fija de esta religión exigir El Gasto. Lucas Alvarez, el mayor especialista en confección de trajes, vendió su colección a cinco mil dólares. Se les cae, a todos, la baba por la comisura cuando, en medio de un tour guiado por los muñecos, encuentran sables a 200 dólares, un soldadito único en el mundo a 600 dólares, un disco láser agotado en 1993 que no tiene precio. “La proporción de ingresos por películas y merchandising no tiene comparación –asegura Sergio Camporino, con los derechos oficiales de juguetes varios–. Es de uno a 100 a valor de los objetos.”
Entre los fetiches se destaca todo lo de Darth Vader: remera, casco, poster, muñeco que habla y dice: Eres muy poderoso pero no eres un Jedi. ¿Por qué gusta tanto el monstruo? ¿Metáfora infernal de una galaxia bipolar, con muy buenos y muy malos? El mundo de Lucas es hipercomplejo en cuanto a genealogías, pero se simplifica en lo conceptual, para delicia del fan que siempre recibe con entusiasmo el alegato moralizador. “Hay una influencia cristiana fuerte –dice Sebastián Cristiansen, uno de los líderes del Club de Fans Alianza del Sur–. Anakin (que será Darth Vader) nació de una virgen. Y tiene condimentos de teoría budista: no hay que atarse a lo que se quiere porque se corre el riesgo de pasarse al Lado Oscuro.” La lectura del fanático sobre la saga es siempre biográfica y autorreferencial. “¿Por qué todos queremos ser El Malo? –se pregunta Gabriel Campos, fan del culto Star Wars–. Muestra una autoridad, un porte que todos queríamos tener cuando éramos chicos.”
Ingresa, de pronto, el mejor diseñador de trajes galácticos de la Argentina, Lucas Alvarez, a cargo de los rasgos típicos del seguidor: “No me acuerdo de mi edad... perdí la conciencia del tiempo... me pasan los años demasiado rápido... o soy un niño eterno. Mi edad es la de Star Wars, lúdica, sin preocuparme por el sustento”. El diseña obsesivamente trajes de todos los personajes, y –dice– su favorito es el soldado blanco, elegante, anatómico... “¿Si me gusta más la tropa que el individuo? Prefiero el realismo, y sin la cara de Ewan Mc Gregor no vas a ser Obi Wan Kenobi.” El hacedor de trajes asume los requisitos del buen fiel: no quiere hacer aportes de estilo, ni le interesa innovar en el corte o la textura de los elementos, ni marcar su creación con ¡algo de originalidad! “Quiero reproducir exactamente hasta los defectos –asume Alvarez–. ¿Ejemplos? El casco de Darth Vader no es simétrico, pero yo no lo cambio.”
–¿Los fans se calientan con los trajes?
–¿Qué vas a publicar?... Por ahí el de Leia esclava (princesa, hija de Anakin Skywalker) es excitante –reconoce Lucas Alvarez–, con ese bikini de metal chiquito con túnica). Pero no tengo morbo por ese lado.
–El licenciado George Lucas –sigue Sebastián Cristiansen– es muy puritano: no hace juguetes sexuales, revisa todo lo que sale con su marca. Tal vez lo único bizarro haya sido esa escena del beso entre hermanos (Luke y Leia, en osada insinuación sobre el incesto), en Episodio 5.
La víspera se llena de rumores sobre una gran compensación: el fan está feliz de que ya no exista un mutante del Episodio 1 llamado Jar Jar Binks, de voz ridícula y “pensado para capturar a los chicos de ahora y vender muñequitos”, dice el presidente del club Alianza... Pero como no le gusta a nadie, ese monstruo de hule, verde y feo cuesta 20 pesos, que no son nada al lado de un Darth Vader original. El fan defraudado por las dos primeras precuelas dice que “no tenían sentido, tenían argumentos ingenuos, centrados en el chico y con protagonista poco carismático (Hayden Christiansen). En Sexto sentido –dice Sebastián– hay un chico espectacular, pero en éstas el nene actúa mal”. Celebran al nuevo Darth Vader “estilizado –dice Carlos Feretton, colaborador del local SW Toys–, casco a nuevo, totalmente simétrico, con un aire más joven, que se nota en el brillo del plástico, más flaquito. El viejo quedó sin pintura después de tantas batallas”. Pero entre todas las castas sobresale como el más calificado Daniel Yentel, del rubro obsesivos de la información. Coordina un sitio de Internet (www.alianzadelsur.org.ar) que acredita varias primicias: así se construye el status. Ni guardias en puertas de cines, ni fetichismo de objetos y disfraces como otros fans mundanos, el fan informativo descubrió la secuencia inicial de Episodio 4 (dos naves en persecución) antes que el resto, y se enorgullece de saber lo que vendrá. “Te confirmo una primicia –tira el orgulloso Dani Yentel–: Es mentira que la saga se termine con este estreno. ¡Paren de sufrir! Confirmaron cien horas nuevas de televisión...”