PLACER › LOS PADRES QUE MOTIVAN A SUS HIJOS PARA ENTRAR A LA TELE
La fama se cocina en casa
Unos quieren asegurar un futuro para el nene,
otros buscan suplir falencias propias. Papis y mamis que viven pendientes de los castings.
Por Julián Gorodischer
“Que tenga algo..., que se asegure una carrera”, dice la mamá de Matías en la Argentina de la bancarrota. Ella mira a su hijo, e imagina el panorama que se le viene encima. Que la tele, entonces, se encargue de poner freno a la miseria, que dé cachet, canjes, viajes y ropa. Que permita mantener esa ilusión que el chico verbaliza en cada nueva reunión familiar, cuando se le pregunta: “Y vos, ¿qué vas a ser cuando seas grande?”. Actor o cantante, dice el prodigio, avalado por sus padres. La tele, última fantasía de prosperidad posible, proveerá en el futuro y, si no es posible, al menos paga hoy la computadora que luce, nuevita, en un rincón del cuarto.
“La espera es tremenda –dice Glaydel Díaz Burone, mamá de Matías del Pozo (ex “El sodero de mi vida” y “Verano del 98”)– pero tenés que estar al lado de tu hijo para que lo traten bien, para ver si tiene frío, para que le pongan ropa térmica si lo meten al agua en la madrugada. A veces no se dan cuenta de que no es un adulto.” La postal se multiplica en la era reality: papás y mamás se agolpaban en la cola de “Popstars” de varones para conseguir el número que garantice un lugar en el casting. Papás y mamás los quieren ubicar en un equipo de primera e inscriben a sus hijos en “Camino a la gloria” –que se verá por Canal 13, con producción de Cuatro Cabezas–. Papás y mamás eligen capocómico a dedo, que puede ser Tinelli o Dady Brieva, y prueban suerte para que el chico se haga un lugar en la pantalla. El proceso es siempre el mismo, aunque cambien los nombres: esperas en los castings, un par de negativas hasta que alguien “hace justicia”, ese paso obligado en toda historia de prodigios.
“Diego (Treu, de ‘Agrandadytos’) quiere ser actor, y para eso deja de ir a cumples, de ver a amigos, de ir al club –asume María de los Angeles Varela, su madre–. Lo bancamos con muchísimo sacrificio.” Que no importen los costos, disponen las señoras. La Argentina quita opciones y la era reality impone sus consignas novedosas: el status, también para los chicos, se libra adentro de la tele. Y por eso hay que hacer la cola desde las siete del día más frío del año en la puerta del Palacio San Miguel para soñar con un “sí quedaste” del jurado de “Popstars”, y después decir emocionada ante el cronista, como hace la uruguaya Ana María Reyes, mamá de Marcelo, de 20: “A los doce estaba recibido de organista. Asistió a la Escuela de Opera y tuvo que dar una prueba este año. Lo quiero ver famoso porque a mí también me gusta; canto himnos en la iglesia como soprano. Pero yo empecé mayor, y él de niño. Mi objetivo es hacerlo feliz y que triunfe. Veía ‘Operación Triunfo’ (el reality español parecido a ‘Popstars’) y me decía: ‘¿Por qué yo no puedo?’”. “Yo cantaba en ‘Grandes Valores’ –recuerda Daniel Calvo, también en la espera para ‘Popstars’–, pero tuve que meterme en YPF a trabajar como empleado administrativo.”
Hay demasiada expectativa trunca en la Argentina de la crisis como para ponerse exigentes, y entonces Patricia Lafuente dice que no podría estar más orgullosa de la carrera de Malena Luchetti, de diez años. Desde la primera aparición en el fugaz “Mamitas”, del viejo Canal 9, hasta hoy, ha pasado mucha agua, un protagónico en “Campeones” y una aparición en “Son amores” como hija adoptiva de Lola, Millie Stegmann. “Choqué con el auto a los 17, tuve traumatismos y me dieron la extremaunción”, cuenta Patricia. Dedica a Malena las palabras que, se sabe, toda madre de prodigio tiene entre dientes: “Es especial, tiene imán, llama la atención”. Sobre los excesos de las señoras, Milu Kelmeszez, psicóloga y mamá de Leandro Rosenthal, uno de los chicos de la cámara oculta de Flavia Palmiero en “El show de Videomatch”, propone un catálogo de restricciones:
“Que los papás sean respetuosos de los intereses de los nenes, que no les exijan ni los expongan. Que los nenes hagan lo que disfrutan. Y que no se pongan expectativas de uno en los hijos”. R. S., que pide figurar con iniciales para no perjudicar al hijo, jugó en las inferiores de Ferro y de Racing, pero se accidentó con una moto y ahora usa “la pierna izquierda de bastón”. Anotó a Exequiel en “Camino a la gloria” sin decirle nada, para no generarle expectativas. Depositó el formulario en el buzón y sueña con un viaje a los mejores equipos de Europa. El chico ganaría el primer premio, y sería probado entre los más grandes. Dentro de algún tiempo sólo existirá el avión en el que acompañará al prodigio del deporte, en el que paladeará una certeza más grande a medida que el avión se aleje, en directa proporción a la distancia con el origen: “Le va a ir bien, va a tener futuro”.