PSICOLOGíA › LA INMINENCIA DE UNA NUEVA GUERRA EN MEDIO ORIENTE, DESDE UNA PERSPECTIVA PSICOANALITICA
“Tour” de pulsiones sádicas de los tiranos y sus masas
“De devorar, pueden terminar devorados; de cagar, pueden terminar siendo cagados”, dice el autor de esta nota refiriéndose a los tiranos y a los pueblos que del tirano hacen su ideal y al tirano entregan su objeto de deseo. Su “tour” sobre sí mismos sería el de la banda de Moebius, esa rara cinta cuyas dos caras son una sola.
Por Sergio Rodríguez
Analizar desde el ángulo psicoanalítico la probablemente inminente guerra contra Irak, no niega las causalidades económicas, sociales y políticas, pero al ir a la “razón” de los sujetos ubicados en posición amo, encuentra su vertiente más siniestra y amenazante.
En La parte maldita (hay traducción al castellano, editorial Icaria, páginas 94/95), Georges Bataille escribió: “El mundo del sujeto es la noche, esa noche agitada, infinitamente sospechosa, en la que el sueño de la razón engendra monstruos. Sostengo en principio, que del ‘sujeto’ libre, no subordinado en absoluto al orden ‘real’ y que no se ocupa más que del presente, la misma locura da una idea edulcorada. El sujeto abandona su propio terreno y se subordina a los objetos de orden real a partir del momento en el que se preocupa por el futuro. Y es que el sujeto es consumo en la medida en la que no está obligado al trabajo. Si yo no me preocupo más por ‘lo que será’ sino por ‘lo que es’, ¿qué necesidad tengo de conservar nada? Puedo, pues, desordenadamente, hacer de todos los bienes que poseo un consumo instantáneo. Una vez que ha desaparecido la preocupación por el mañana, lo único que me gusta es este consumo inútil. Y cuando consumo sin medida descubro a mis semejantes lo que soy íntimamente”.
Un profesor norteamericano, en un mail que echó a circular, se preguntaba: “¿Por qué, si los norteamericanos nos hemos conmovido tanto por la muerte de los siete tripulantes del Columbia, gente que había decidido asumir un oficio de riesgo, no nos conmovemos cuando nuestro gobierno está por mandar a nuestros soldados a asesinar a 800.000 civiles iraquíes?”. Por suerte pocos días después, el 15 de febrero, miles de manifestantes en Nueva York y otras ciudades norteamericanas indicaron que muchos de ellos repudian la matanza que preparan George Bush jr. y sus muchachos conservadores fundamentalistas.
Las razones de la guerra, del lado de sus dos impulsores –Bush y Saddam– son económicas y geopolíticas: quién dominará Medio Oriente y con él el 80 por ciento de las reservas petrolíferas. Pero esa explicación, siendo cierta, no alcanza. Ambos saben que es una guerra que puede llevar a un desastre del ecosistema mundial con resultados incalculables. Sin embargo, igual presionan. El futuro como construcción no les interesa; como los jugadores compulsivos, apuestan todo en una jugada.
Y, como fulleros que son, lo propio y lo ajeno. Saddam tiene claro, porque ya ocurrió, que sus connacionales soportarán enormes pérdidas. Las producidas por Bush padre fueron de un millón de personas. Bush hijo sospecha que la confrontación total puede producir atentados con armas atómicas biológicas y tóxicas en su propia ciudadela, como ya ocurrió el 11 de septiembre de 2001. Lo que no sabe, nadie lo sabe, es a cuántos norteamericanos se pueden llevar en esta ocasión los vientos de la muerte. Sí sabe, él y secuaces como Tony Blair, que eso puede abarcar también a los países que lo secunden.
A ninguno de los tiranos nada de eso les importa. Sólo les importa su presente. Fueron hermanos en el genocidio contra los kurdos y conocieron allí la ferocidad que los anima.
Lo único que los hace gozar es culminar “el tour de sus pulsiones sádicas”. Dominar o matar. Pero, como toda pulsión, también la oral canibalística y la anal sádica pueden por esa vuelta satisfacerse sobre el propio borde llevándolos a la vertiente automortífera de la pulsión. De devorar pueden terminar siendo devorados, de cagar pueden terminar siendo cagados. “Tour” homólogo al recorrido moebiano del narcisismo en el que se encierran y en el cual, entrando a los sucesos por venir a través de una cara, pueden desembocar imperceptiblemente en la contraria.
¿Y las masas? Por ahora mayoritariamente, tanto en Estados Unidos como en Irak, han identificado ideal y objeto con cada uno de sus jefes. La atmósfera económico-social está tensa y pone en tensión en muchas poblaciones las pulsiones antedichas, presentes en cada ser hablante. Así les ocurrió también con la guerra de Vietnam a los norteamericanos. Sólo cuando vieron volver 50.000 ataúdes dijeron basta. Lamentablemente los suicidios de veteranos agregaron otros 50.000 ataúdes.
Justamente Vietnam les enseñó a los norteamericanos, como a los franceses, que las guerras coloniales con ocupación de terreno, aunque al precio de desmesuradas diferencias en la cantidad de víctimas, borraban las ventajas tecnológicas al entremezclar a los ocupantes con la población de la nación ocupada. Es lo que actualmente le está ocurriendo a Israel. Si se bombardea al enemigo, se bombardea a las propias tropas. Además, la desesperación lleva a los ocupados a preferir inmolarse. Los monjes budistas vietnamitas se prendían fuego ante los ojos horrorizados de los soldados norteamericanos, y los palestinos se transforman en bombas humanas contra militares y civiles israelíes.
Por eso, la anterior guerra de Irak la hicieron sin ocupar territorio, pero la experiencia les enseñó que así no se logra el dominio. En la ex Yugoslavia volvieron a la guerra con ocupación de territorio. Pero al utilizar proyectiles con uranio empobrecido, como antes habían hecho en Irak, no sólo produjeron daños degenerativos en las poblaciones ocupadas, sino también en sus propias tropas. El perro se muerde la cola y la estructura moebiana del narcisismo no perdona.
¿Y la gente de Bagdad, la de las Mil y una noches, seguirá escuchando los cuentos de Saddam, como el mensaje de Scheherezade, la esposa que no quería morir, esta vez dirigido a sus amos de las corporaciones petrolíferas? Pero ahora ocurre que esos cuentos son la antesala de la muerte que quisieran evitar. Pues, a diferencia de los talibanes, ellos no ofrendarían su vida por Alá sino por el que usufructúa las regalías petroleras de las empresas petroleras no norteamericanas, pero sí de otras grandes corporaciones que explotan esa rica cuenca petrolífera que atesora el 40 por ciento de las existencias mundiales.
Pero no todo se presenta negro. Las multitudinarias marchas del 15 de febrero, sumadas a la intensidad que han adquirido las contradicciones entre las corporaciones petroleras que tienen concesiones en Irak y las que no las tienen, pueden sobredeterminar las condiciones para que la guerra sea detenida.
Esa es la razón por la que todo ciudadano que ame a sus hijos o sea al futuro, más que a su mezquino presente, y todo joven que desee tener futuro, deben salir al cruce de los tambores que llaman a la guerra, para imponerles la paz.