PSICOLOGíA › SOBRE LA PRACTICA CLINICA ACTUAL DEL PSICOANALISIS
“Abundan la angustia difusa y el vacío”
Por Luis Hornstein *
La práctica actual interpela y jaquea al psicoanálisis. Pero también lo jaquean sus rémoras teóricas, entre ellas, la oposición tajante entre lo infantil y la realidad exterior. En nuestra clínica no predominan los pacientes graves, sino personas que están pasando por situaciones traumáticas deshistorizantes al hacer tambalear vínculos, identidades y proyectos. Abunda, entonces, la angustia difusa, el vacío psíquico y la desesperanza. Ahora mismo, cuando las catástrofes diversas hacen que relación del sujeto con lo externo se torna desorganizante, el psicoanálisis está en condiciones de atender ya mismo ciertas demandas. Siempre que se despoje de ciertos obstáculos: epistemológicos, teóricos, técnicos y, sobre todo, corporativos.
Nuestra práctica se desenvuelve en esta catástrofe multidimensional (política, social, económica y ética) que se ha abatido sobre la Argentina. Puede aplastarla, ¿la aplastará?. Y si no es el caso de que el psicoanálisis se transforme en una cosmovisión tampoco es el caso de que la ciencia económica o la gestión política se arroguen un papel totalizante.
El sujeto está abierto a su historia, no sólo en el pasado sino en la actualidad. Está entre la repetición y la creación. Abierto a un futuro instituyente, precisamente porque no está instituido. No es un sistema abierto porque algunos psicoanalistas hayamos decidido aplicarle la teoría de la complejidad. Es abierto porque al sujeto los encuentros, vínculos, traumas, duelos lo autorganizan y él recrea todo aquello que recibe. Un hueso duro de roer precisamente porque no es la papilla de lo preconcebido.
El yo resulta de la historia de las elecciones de objeto. El proceso identificatorio va escribiendo algo en altorrelieve, y esos valles, esas montañas del altorrelieve ofrecen ciertos puntos de reparo al huracán de desorganizantes angustias que en su reiteración pueden hacer claudicar la búsqueda. La economía narcisista, a fin de mantener el sentido de identidad y regular la autoestima, lidia con una fluctuante representación de sí. El analista está atento a la intensidad de las fluctuaciones, así como a los recursos con que cada sujeto se apuntala narcisistícamente en los objetos, en los logros y en su historia. El investimiento narcisista del yo supone la referencia a un núcleo identificatorio estable y a un ideal del yo asumible.
La historia se construye desde el presente. ¿Cómo? ¿Inventando un pasado? ¿Recuperándolo sin producir nada nuevo? El analista no inventa cualquier pasado, más o menos “verosímil”. La verdad histórica se construye mediante las inscripciones del pasado, pero por el trabajo de dos subjetividades, cada una a su modo. Generando nuevas simbolizaciones, logrando una historización simbolizante.
Para dar cuenta del trauma social y sus efectos debemos soslayar una teoría traumática simplista así como el idealismo de pensar el mundo fantasmático sin tener en cuenta las reactualizaciones que sobre la realidad psíquica genera la realidad material. ¿Y cómo se transforma la práctica en este contexto? En una sociedad donde las instituciones se desmoronan vertiginosamente, algunas terapias psicoanalíticas no pueden sino hacerse cargo temporariamente de la contención que ha dejado vacante el desmantelamiento del estado.
Nunca el deterioro social nos afectó tanto como en este año. ¿Ese malestar derivará en construcción colectiva o volverá como un boomerang destructivo sobre las mismas víctimas? Es necesario investir un futuro... ¿hay futuro? Sólo hay tristeza, angustia y pánico. Se habla tanto de corrupción que quizás, aturdidos, no advirtamos que el peor crimen sería que nos extirparan el futuro.
* Médico psicoanalista: su último libro es: Narcisismo: autoestima, identidad, alteridad (Paidós, 2002).