EL PAíS
“Iban subversivos como prisioneros de guerra”
En el juicio contra la Abuela de Plaza de Mayo, declaró el ex jefe de Inteligencia de Menéndez.
Por Mónica Gutiérrez
Las expectativas y el despliegue inusual de policías y personal de inteligencia se frenaron pasadas las nueve de la mañana, cuando se anunció que Luciano Benjamín Menéndez no se presentaría. Un error en la citación –que consignaba un número equivocado de su casa– le permitió esquivar el testimonio que tenía que dar en la segunda audiencia del juicio contra la abuela Sonia Torres. El ex director de la Escuela Manuel Belgrano, Tránsito Rigatuso, pretende que se la condene por calumnias e injurias porque le dijo a un periodista que delató alumnos en los años previos al ‘76. El único testigo del día fue César Emilio Anadón, el coronel retirado que fuera Jefe de Inteligencia del Tercer Cuerpo en los años de la dictadura. “No recuerdo, imagínese, tuve como 20 mil casos”, respondió cuando le preguntaron por los informes que había recibido sobre alumnos y docentes del colegio. Por primera vez habló ante la Justicia del campo clandestino de detención La Perla, donde, según sus palabras, “iban los subversivos como prisioneros de guerra”. Anadón llegó solo, fue protegido en las oficinas del juzgado y se fue de los tribunales de Córdoba al grito de “asesino” y “genocida”.
Con la misma paciencia que desarrolló para buscar a su hija desaparecida y a su nieto apropiado por la dictadura, Sonia Torres entró ayer a la sala de audiencias y soportó el relato desmemoriado del represor César Emilio Anadón. La vinculación del ex jefe de Inteligencia con la causa está plasmada en dos testimonios que firmó en sendas causas judiciales por la cesantía de una docente y la desaparición de un alumno del Belgrano, la escuela donde también estudió Silvina, la hija desaparecida de Sonia. En esos expedientes Anadón firmó que recibió informes de parte de autoridades del colegio “previas al 24 de marzo de 1976”. Rigatuso fue director desde abril del ‘74 y hasta el 30 de marzo del ‘76. El ex militar reconoció su firma pero dijo no recordar de dónde habían salido esas informaciones ni por qué aseguró que eran anteriores a la fecha del golpe. “Imagínese, pasaron por mí 20 mil casos parecidos”, le contestó a los abogados de Sonia cuando le preguntaron sobre el caso de la profesora del Belgrano. También aseguró no acordarse de quiénes eran las autoridades del colegio en esa época: “me están pidiendo un esfuerzo de memoria...”, se quejó ante el juez Rubens Druetto.
Por primera vez, Anadón tuvo que contestar públicamente por cuestiones inherentes a la represión en el Tercer Cuerpo. “Está faltándome el respeto”, le dijo al juez después de que el abogado Elvio Zanotti le preguntó simplemente si conocía “el campo de concentración La Perla”. Igual, respondió que “sí, al haberse ordenado a las Fuerzas Armadas entrar en operaciones, el lugar de detención es una instalación militar”. En relación a los detenidos, Anadón consignó “porque eran considerados prisioneros de guerra se concentraban allí. ¿Cuántas veces quiere que esté?, diez, doce”, dijo, después de reírse, al ser consultado sobre cuántas veces había ido al principal campo de detención y tortura que instaló la dictadura en el Tercer Cuerpo de Ejército y recordó que “recorría las instalaciones que tenían los prisioneros y los lugares destinados a hacer los interrogatorios”.
El abogado de Rigatuso, Mariano Arbonés, decidió que no insistirá en la presencia de Menéndez en el juicio y sí pidió la del ex comisario de la Policía Federal Carlos Luis Granata, otro de los testigos que faltó y que no había sido ubicado por el juzgado. La estrategia de la querella es toda una curiosidad aparte. De a ratos trata de construir que Rigatuso jamás informó con listas, otras veces intenta justificar que fue necesario poner orden en el colegio. Embistió contra Sonia, todo un símbolo de la lucha de Abuelas en Córdoba, y siguió adelante hasta el juicio oral y público, pidiendo el auxilio de ex represores militares que, cuando no juegan a lafalta de memoria, lo pintan de cuerpo entero: “nos reunimos el coronel (Fernando) Santiago y yo, había otros más, fue para presentarme al señor Rigatuso, eso ocurrió en 1984 ó 1985”, reconoció Anadón ayer, en referencia a una sugestiva reunión realizada en el hotel Crillón de Córdoba, cuando ya se tramitaban los juicios a los represores.
“Lo que menos me interesa es que vengan los militares acá”, fue todo lo que le dijo ayer Rigatuso a Página/12, minutos antes de entrar a la audiencia, desconociendo que su propio abogado pidió a esos testigos. La obcecada insistencia de Rigatuso en llegar hasta el final con la querella contra Sonia terminó por incomodar a más de uno: ni los ex represores se pusieron contentos por lo que significa una nueva y molesta exposición pública ni al ex secretario académico del Belgrano en la gestión de Rigatuso, Hugo Lafranconi, le causa gracia el juicio. Las históricas causas que involucran a Rigatuso con la delación de alumnos también lo incluyen en la tarea sucia: de hecho, el juicio que los padres de Jorge Nadra, otro ex alumno desaparecido, promovieron en la Justicia Federal, fue contra ambos. Lafranconi es hoy nada menos que vocal del Tribunal Superior de Justicia de Córdoba y su oficina está apenas dos pisos más arriba que la sala de audiencias.