SOCIEDAD
› LE AMPUTARON EL DEDO A UN JOVEN Y SE LO MANDARON AL PADRE
El más macabro de los secuestros
Federico Strajman fue secuestrado el miércoles en Villa Urquiza. Su padre pagó rescate, pero luego le pidieron más plata. Tras una discusión recibió un paquete terrible: contenía el dedo meñique de su hijo, arrancado con un alicate. Ayer la policía detuvo a la banda y liberó a Strajman.
› Por Horacio Cecchi
Fueron las horas más cruentas de la vida de Federico Ariel Strajman. Desde que fue secuestrado, el miércoles pasado a la medianoche, hasta la madrugada de ayer, cuando fue liberado. Es imposible imaginar el dolor. Sólo es posible sentirlo o recordarlo. Federico no lo sabía cuando escuchó, con los ojos vendados, que sus captores le decían “dame la mano”. Tampoco cuando sintió el primer golpe, brutal, sobre su mano derecha. Un martillazo. Otro. Fue tanto dolor aguijoneando la sorpresa que Federico no sintió que le arrancaban el dedo meñique con un alicate. El dedo fue enviado a su padre para demostrar la conveniencia de pagar el rescate exigido de 30 mil dólares, pese a que ya había efectuado un pago anterior de 1000 pesos y 600 dólares. Horas después, seis de los siete integrantes de la banda eran detenidos en Belgrano y Villa Urquiza. La banda, un clan familiar, dejó demasiadas pistas: más de veinte comunicaciones desde su propio celular. Federico fue liberado ayer en la madrugada en una casa de un barrio privado en Pilar. Estaba solo, aterrado, con su mano envuelta en un trapo y recordando lo inimaginable.
No existió un caso semejante en los anales locales de las crónicas de sangre. Apenas si da para evocar el nombre de Paul Getty, de alguna película con tono de mafia, y alguno que otro caso de secuestro real pero fato alla italiana. Acá, el clan Sommaruga inscribió su nombre al secuestrar a Federico Strajman. Los Sommaruga ya eran conocidos en Villa Urquiza por su afición a las motos, las 4x4, los tatuajes y su aspecto de “facheritos”. Alberto Juan es Sommaruga padre. Tiene dos hijos: Adrián y Pablo. Su mujer, cuya identidad no trascendió, tiene un hijo de otra pareja, también sin nombre identificable. Al clan se adosan dos amigos anónimos.
Los Sommaruga también eran conocidos por los Strajman: según fuentes policiales, hace un año habían intentado robarle un auto a Federico y habían asaltado la casa de su madre, en Villa Urquiza. De todos modos, no está claro si los Sommaruga estaban al tanto de la actividad del padre de su futuro secuestrado: dueño de un comercio de oro sobre la calle Libertad.
Lo cierto es que el miércoles pasado, cerca de la medianoche, tres integrantes de la pyme familiar interceptaron a Federico y lo arrastraron hasta una 4x4. Rápidamente fue trasladado a una vivienda (posiblemente la de la calle Holmberg). Desde un teléfono celular, se comunicaron con el padre de Federico. “Tenemos a tu hijo, queremos dos lucas verdes”. Strajman ofreció lo que dijo tener a su alcance. Finalmente hubo acuerdo: mil pesos y 600 dólares. La entrega se cumplió según lo indicado. Strajman avanzó en su auto y antes de recorrer diez cuadras fue interceptado por dos hombres montados en una scooter. “Fue muy rápido. Tomá la plata, y desaparecieron”, describió a Página/12 un experimentado investigador.
Pero esa misma madrugada, Strajman padre recibió un nuevo llamado: “Nos fallaste”, lo acusaron. “Cumplí”, respondió él. “Vos tenés más tela”, insistieron. “Cumplan con lo pactado”, exigió. “Queremos treinta mil dólares”. A lo largo de 17 llamados, la banda y el padre se trenzaron en una cinchada discursiva. ¿Por qué la pyme familiar había cambiado de opinión?
Presumiblemente, las horas sufridas por Federico Strajman tienen la respuesta: lo golpearon, le gritaron “judío de mierda” y lo quemaron con cigarrillos intentando arrancarle más datos sobre los fondos con que contaba su padre. En este punto, surgen dos hipótesis que los investigadores buscan dilucidar: una sostiene que el secuestro fue al voleo y lo vinculan con la escasa suma exigida en un principio. La segunda hipótesis sostiene que había un conocimiento previo, vinculándola con el asalto anterior. Algún dato parece surgir en ese sentido tras la declaración de Federico ante el juez federal 11, Claudio Bonadío. Allí dijo que los secuestradores le recriminaron el frustrado robo de su coche. También dijo que habían entrado en la casa de su madre, en Villa Urquiza.Esa declaración tiñe de dudas y no explica el exiguo primer pedido de rescate, ni las torturas sufridas por Federico para que hablara.
Lo cierto es que la banda no estaba dispuesta a ceder. Fue entonces que decidieron lo inimaginable: “Dame la mano”, dijo uno de ellos a Federico, quien tenía sus ojos vendados. Con miedo, estiró la derecha. Fue entonces que sintió el golpe, tremendo, un martillazo sobre el dedo índice. El dolor se mezcló con la sorpresa. Otro golpe más. Sentía que le trituraban la mano, pero el dolor le impedía darse cuenta: con un alicate para cortar alambres, le seccionaron las tres falanges del dedo meñique. “Sentía tanto dolor por los golpes que ni me di cuenta”, reconoció después ante el juez.
El dedo, envuelto en una bolsa, fue colocado en una caja. Llamaron al padre y le dijeron que pasara por una esquina a recogerla. Cuando Strajman abrió la caja, comprobó horrorizado que debía hacer la denuncia policial. Colocó el dedo en la heladera, aunque luego fue enviado a la policía para que le tomaran las huellas digitales que confirmaron quién era su dueño.
Tras la denuncia, intervino Delitos Complejos, de la Federal, a cargo del comisario Carlos Sablich. Entretanto, un nuevo llamado dirigió al padre de Federico hacia un descampado de Pilar, supuestamente con los 30 mil. Pero, a esa altura, la banda había sembrado de pistas su camino. “Hicieron casi 20 llamadas de un celular propio”, dijo un investigador. La policía concurrió a la dirección del dueño, creyendo que le habían robado el teléfono. “Lo está usando mi hijo”, dijo Sommaruga padre.
En pocas horas, los federales allanaron una vivienda en Cramer al 1500 y otra en la calle Holmberg. Detuvieron a Alberto Juan y su pareja, y a Adrián, hijo de Alberto. Luego a los otros tres (el hijo de la mujer y dos amigos). Pablo Sommaruga era anoche el único prófugo. A Federico lo encontraron en el dúplex 6 del complejo La Josefina, barrio Bonanza, en Pilar (ver aparte). Lo hallaron con un trapo con el que cubrió su sufrida mano. A pocos metros de allí, en la unidad 1, vivía uno de los integrantes de la banda.
Federico fue trasladado, a su pedido, al hospital Pirovano, donde le hicieron las curaciones del caso, aunque resultó imposible reimplantarle el dedo. Ayer, al mediodía, shockeado, con su mano derecha vendada, Federico ingresaba al juzgado de Bonadío para recordar, durante tres horas, aquello que no podía imaginar pero que jamás olvidará.
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