Miércoles, 27 de enero de 2010 | Hoy
SOCIEDAD › UNA ORGANIZACIóN QUE PROMUEVE ADOPTAR A NIñOS HAITIANOS, DENUNCIADA POR MANEJOS IRREGULARES
La misma organización que, después de la tragedia de Haití, ofreció por Internet gestionar adopciones de “niños desamparados” realizó carísimos trámites para adoptar a chicos rusos y ucranianos que terminaron en frustrantes experiencias.
Por Soledad Vallejos
El correo electrónico empezó a circular el jueves al mediodía. Al mismo tiempo aparecía en un foro virtual de Yahoo. El asunto preguntaba: “Estarías dispuesto a aceptar un ninio de Haití en guarda o adoptar uno?” (sic). El cuerpo del mensaje, también con todos sus sic, se explayaba: “Haití es un caos, hay miles de ninios desamparados. Han llegado a Florida USA cientos de ninios, la mayoría no tiene a nadie vivo. Recibirías uno de estos ninios si llegaran a Argentina? Podríamos mediar para que puedan tenerlos si hay interés de parte de alguno de ustedes. Escriban y veremos qué podemos hacer”.
Ese mismo día, a poco más de una semana de sucedido el terremoto, había comenzado a ser tema en los medios un nuevo interrogante: ¿cuál sería el destino inmediato de esos chicos y esas chicas de ojos grandes y tristes? En un país cuyos 600 orfanatos ya albergaban 380 mil chicos sin familias (el dato es de Unicef), con sus familias desintegradas por la catástrofe, ¿qué sería de esos nuevos huérfanos? Alguien, a la vez, había planteado la inquietud en un foro sobre adopción internacional. Y la respuesta fue esa proposición, que carecía tanto de sustento real como de legalidad. Pero la oferta, curiosa como resultaba, era apenas la punta de un ovillo turbio tejido en torno del fenómeno, real y legal, de las adopciones internacionales. Bastaba tirar un poco del anzuelo.
La presunta mediación había sido ofrecida por Cristina Isabel Gutiérrez, “fundadora de Angel Faces Org organización sin fines de lucro”, según declara su propio sitio en Internet, www.angelfaces-adopcion-internacional.org, que brinda los datos para ubicarla en Florida (Estados Unidos) pero también un teléfono de Argentina que, notablemente, atiende ella. El sitio es fecundo. Allí mismo, Gutiérrez, que en 2000 se convirtió en la primera argentina en adoptar niños rusos (el 24 de febrero así lo consignó una nota en un diario argentino), se declara como “coordinadora de adopciones internacionales para Rusia y Ucrania”, además de destacar su “experiencia en el campo de las adopciones internacionales, 8 años”. Presumiblemente, a partir de su propio caso, Gutiérrez ganó el conocimiento que ofrece a quienes tengan deseos de adoptar un hijo o una hija en Europa del Este. Lamentablemente, advierte, “no hay forma de hacer una adopción internacional sin gastar un centavo”. De hecho, de acuerdo con los rubros y las previsiones que indica minuciosamente la página de Gutiérrez, adoptar a un pequeño de Ucrania o Rusia no demanda menos de 8950 dólares, puede trepar hasta los 22 mil y da lugar a sorpresas.
“Pero ella en realidad lo que hace es nada. Cobra por decirte lo que cualquier otro sitio de Internet te lo dice gratis: qué documentos hacen falta, adónde hay que mandarlos. ‘Yo les cobro por prepararles la carpeta, que es ver los papeles, encargarse de traducir al ruso, esas cosas’, nos dijo. Nos cobró 2500 dólares.” Al otro lado del teléfono C. B. cuenta la travesía que ella y su pareja, D. F., iniciaron a fines de 2008, cuando la de-sesperanza por los tiempos que exige el proceso de adopción en Argentina fue reemplazada por la posibilidad de convertirse en madre y padre de un niño en el lapso de un año. Ante la opción presuntamente real de adoptar en Ucrania, C y D mandaron la documentación “pero los papeles eran incorrectos, el asesoramiento por el cual ella nos cobró estaba mal”. A la tercera vez, C y D accedieron a una cita en el Departamento de Adopciones del Ministerio de Educación y Deporte ucraniano. Allí viajaron en octubre de 2009.
Al aterrizar en el aeropuerto de Kiev, nadie los esperaba, a pesar de que el contrato estipulaba que allí los recibiría una facilitadora (como llama Gutiérrez a la trabajadora social). “En Ucrania hablan ucraniano o ruso, en el mejor de los casos, pero no hablan inglés. Teníamos la audiencia a los tres días de llegar, pero en esos tres días no apareció nadie.” A la catarata de e-mails desesperados, Gutiérrez respondió, tomándose su tiempo, enviando “una persona desconocida a la audiencia”, en la que C y D vieron las fichas de unos niños alojados en un orfanato de Kmelnitski, a donde fueron.
“Nos cobraron lo que estaba pactado. Quedamos en el orfanato completamente solos, para visitar a dos nenes de 2 y 4 años y no podíamos comunicarnos con nadie. Teníamos una foto del hotel y una del orfanato para mostrar al taxista, nada más.” La embajada argentina en Kiev los contactó con un intérprete; con él volvieron al orfanato. “El más chiquito de los nenes estaba bien, el más grande tenía serios problemas. Creemos que era autista, pero no pudimos hacerlo ver por nadie. Cinco días estuvimos yendo mañana y tarde a visitarlos.”
Al terminar la semana, escribieron a Gutiérrez para decirle que “la facilitadora no vino, estamos incomunicados”. “El nene más grande –agregaron– tiene graves problemas, no podemos llevarlo así.” Desde Florida, Gutiérrez contestó: “En Estados Unidos hay muchísimos tratamientos”.
Para que C y D recuperaran algo de los 13 mil dólares pagados en efectivo por la odisea (los 2500 anteriores habían sido girados a Estados Unidos a nombre de Gutiérrez), debió intervenir el cónsul Cristian N. Sokolowski, quien envió un correo a Gutiérrez respaldando el pedido de la pareja. “Y después, en los foros sobre adopción internacional, estuvo callada, como con miedo.” Hasta ahora.
En su correo electrónico del jueves, Gutiérrez aseguraba que “cientos” de niños haitianos adoptables habían desembarcado en Miami. Eso, sin embargo, es de dudosa veracidad, habida cuenta de que la información sólo indicaba la llegada de 80 niños cuyos trámites de adopción ya se encontraban iniciados antes del terremoto. Otro contingente había llegado a Pittsburgh, pero sólo para recibir atención médica allí, y a pedido del embajador haitiano.
La generosa oferta que Gutiérrez hizo de intentar mediaciones para que niños haitianos llegaran a Argentina en guarda llegó, justamente, el día en que Unicef alertaba sobre el riesgo de las estafas y el tráfico de niños. Y es que el Convenio de La Haya, sobre la protección del niño y la cooperación en materia de adopción internacional, de 1993, es clarísimo: el inicio de trámites debe suspenderse en caso de conflictos armados o catástrofes naturales. De hecho, tal como informa el “Marco ético” recogido por el Centro Internacional de Referencia para la Protección del Niño, “sólo podrá efectuarse tras un período de tiempo suficientemente largo (se recomienda generalmente un lapso de dos años) para permitir a los organismos competentes asegurarse de que ningún miembro de la familia o de la comunidad del niño esté en vida y deseando hacerse cargo del niño”.
Tal vez por ello, un día después del mail con la propuesta, Gutiérrez procuró enfriar el entusiasmo. “Por un momento tuvimos la posibilidad de solicitar que nos adjudicaran un grupo de nenes de Haití”, aseguró echando mano a la amplitud del vocabulario comercial. Pero “tan pronto como el gobierno americano tomó conciencia de la magnitud de la responsabilidad que representaba cambiaron las reglas del juego”. En la propia embajada declinaron la ayuda ofrecida por Gutiérrez, según ella misma informó. Pero “una familia conocida (de ella) viajó a Haití a ayudar y nos comentó que estuvo juntando niños y tratando de llevarlos a otra ciudad donde había un consulado, tuvieron que viajar dos días sin nada que comer con una cantidad de nenes que excedía las posibilidades de acarrearlos ya que muchos eran bebitos”. Sabiendo eso, quién podría asombrarse de que ayer mismo Unicef comenzara a denunciar que, en los orfanatos, comenzaron a desaparecer niños y jóvenes sobrevivientes del terremoto.
Pero ante una consulta de Página/12, realizada bajo otro nombre y con una historia de vida apenas esbozada (e inexistente), Gutiérrez recomendó no perder la fe. “Veremos cuando se organicen un poco –recomendó–. Yo me mantendré alerta y le dejaré saber si hay alguna posibilidad de que la tengan en cuenta quizá como guardiana si no pueden darle una adopción.”
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