SOCIEDAD › LA MUJER QUE BAJO LA DESNUTRICION EN BRASIL
“Sencillo, barato y efectivo”
La pediatra Zilda Arns Neuman explica cómo lograron a través de la Pastoral de los Niños, la mayor ONG del mundo, bajar la mortalidad infantil en un 60 por ciento en 3500 municipios.
Por Pedro Lipcovich
A quien diga que es milagro, Dios lo refutará: en 3500 municipios de Brasil, la mortalidad infantil bajó en un 60 por ciento; la desnutrición fue controlada; los programas de vacunación se cumplen y las embarazadas reciben asistencia médica. La razón es un programa desarrollado por la mayor organización no gubernamental del mundo, la Pastoral de los Niños, dependiente de la Iglesia brasileña. Su fundadora, la pediatra y sanitarista Zilda Arns Neuman, visitó la Argentina y explicó cómo se lograron esos resultados: esencialmente, gracias a la acción de líderes barriales –hoy son 155.000–, generalmente mujeres que se hacen responsables de trabajar con las familias de su vecindad: controlan el peso de los chicos, monitorean los calendarios de vacunación, inciden para que las embarazadas se hagan controles. La acción del programa se ubica en el punto crítico de todo sistema de salud, que es su vinculación efectiva con cada usuario. La Pastoral cubre a 1.600.000 niños y 76.000 embarazadas en Brasil, y su acción se extendió a varios países en Latinoamérica y Africa, no necesariamente cristianos. Los costos no superan el medio dólar por mes y por niño atendido, con estrictas normas de auditoría. No hay milagro, entonces, pero sí una “mística” en el voluntariado, que, según comentó una consultora de la Organización Panamericana de la Salud, también puede operar en organizaciones no religiosas.
En 1983, Zilda Arns Neuman –ya por entonces reconocida experta en salud pública y hermana del obispo de San Pablo Evaristo Arns– recibió la propuesta de organizar una Pastoral de los Niños: “Traté de pensar en un programa sencillo, barato y efectivo: imaginé un equipo de líderes comunitarias con capacidad para acciones básicas de salud”. Para hacer la prueba, se eligió la parroquia de San Joao Baptista, en Curitiba, donde el 72 por ciento de la población vivía en la pobreza y la mortalidad infantil llegaba al 127 por mil, una de las mayores de Brasil: “Después de un año de trabajo, bajó al 28 por mil”, recuerda Zilda.
El sistema que entonces pusieron a punto es el que hoy aplican en 3555 municipios de todos los estados brasileños, con 32.000 comunidades organizadas que abarcan 1.600.000 niños de 0 a 6 años y 76.000 mujeres embarazadas, con más de 155.000 líderes y coordinadores organizados en casi 7000 equipos, todo lo cual conforma la ONG más grande del mundo. Cada líder barrial se hace cargo de un promedio de 12 familias de su vecindad. Todos los meses, pesa a cada chico y, por Internet, envía los datos al registro del programa. La voluntaria atiende a que se cumpla el calendario de vacunaciones, a que las embarazadas se controlen, a que el parto sea en condiciones adecuadas, a que la parturienta no sea separada de su bebé y a que se respete la lactancia materna. “Estamos en relación estrecha con el sistema estatal de salud: somos uno de sus brazos”, destaca Zilda.
Y así se puede combatir efectivamente la desnutrición. “Allí donde hay desempleo, alcohol y desesperación, hay desnutrición”, recuerda Zilda y señala que la desnutrición “señala faltas básicas en salud: un chico que no esté vacunado contra el sarampión tenderá a desnutrirse porque dedicará sus reservas a luchar contra la enfermedad”.
La Pastoral no acepta donaciones de comida porque “un sistema basado en las donaciones corre el riesgo de venirse abajo si éstas se interrumpen”, advierte Zilda. La Pastoral desarrolla programas para que la comunidad aproveche los alimentos que, sin saberlo, tiene a su disposición: “Aplicamos técnicas para aprovechar la cáscara de huevo, de gran valor nutritivo, incorporándola a la harina de uso habitual; también se aprovechan las hojas de remolacha u otras que suelen desperdiciarse, y plantas como la pupunha, común en el nordeste de Brasil y generalmente no utilizada, para proveer micronutrientes”. Zilda recuerda que “a partir de esto, algún intendente quiso hacer una fábrica de alimentos pero lo mejor es limitarse a una maquinaria sencilla a disposición de las familias: elsucesor del intendente podría desinteresarse de la fábrica, mientras que un programa comunitario tiende a permanecer”. Lo cierto es que “en los lugares donde la Pastoral está instalada, no hay chicos desnutridos”.
La diarrea infantil es la tercera causa de muerte infantil en Brasil (después de la perinatal y las neumonías) pero “en dos mil municipios donde funciona el programa, no muere ningún niño por esa causa”, se enorgullece Zilda. Es porque las mamás, orientadas por las líderes barriales, aprenden a preparar suero de rehidratación oral casero, con agua, sal y azúcar. Además, “la cultura popular es rica en medicinas caseras: la Pastoral buscó apoyo científico para esta medicina y hoy en muchas comunidades cultivan huertas medicinales”, cuenta la doctora Arns.
Muchas de las líderes eran analfabetas y la misma dinámica del programa llevó a enseñarles a leer y escribir: “Ya tenemos 23.000 alfabetizados”. Es cierto que la Pastoral está incluida en otra institución: “Aprovechamos la estructura de la Iglesia para ir hasta los pobres. La Iglesia tiene entre la población la capilaridad que el Estado no suele lograr”.
El año pasado, la atención de cada niño tuvo un costo de apenas menos de medio dólar, por mes. Durante los primeros años, el programa había sido apoyado económicamente sólo por Unicef. Desde entonces, su principal financiador es el Estado brasileño. “El gobierno no es ni nuestro amigo ni nuestro enemigo: es nuestro administrador de recursos”, define Arns. La Pastoral rinde cuentas en forma estricta: “Además del Tribunal de Cuentas del Estado, pagamos una auditoría internacional independiente; y cada voluntario debe rendir el comprobante de cada gasto. Preservar nuestra credibilidad es esencial”.
Claro que, si resulta tan barato, “es gracias al voluntariado. Las líderes barriales brindan unas 25 horas de trabajo por mes”. ¿Qué las conduce a esa entrega? “Forman parte de una red donde ya no están solas, y se sienten responsables por su trabajo: ‘Yo tenía seis chicos desnutridos, se recuperaron cuatro y, si Dios quiere, los otros también’. Su autoestima crece, aprenden, quieren ‘ser gente’”. Y, por supuesto, “hay una mística, donde la oración es estímulo para la fe y la vida”, agrega Zilda.
La Pastoral del Niño se extendió, en Latinoamérica, a Perú, Paraguay, Bolivia, Venezuela y también a la Argentina; en Africa, llega a Angola y Guinea-Bissau, donde se mostró también capaz de funcionar con poblaciones no cristianas, en especial musulmanas.