SOCIEDAD › MURALES Y GRAFFITI YA SE CONSIDERAN OBJETOS DE ARTE Y ATRACCIONES TURISTICAS
› Por Soledad Vallejos
Tan integrados al paisaje urbano están que pueden pasar inadvertidos como lo hacen en una parada de colectivos, un puesto de diarios, un kiosco, un aviso de vía pública. Y, sin embargo, tienen el don de lo imprevisible, porque así como ayer no estuvieron y hoy sí, tal vez mañana sean otra cosa. También es posible que directamente ya ni existan. Podría pensarse que la vida del graffiti, el mural, el tag, el texto bomb es efímera por definición, pero cuando se llaman street art el camino zigzaguea y puede llevar derechito a una galería de arte. En Argentina, algunas piezas de street art (que no es lo mismo que “arte callejero” –ver aparte–) con firmas locales pueden cotizarse desde menos de cien dólares, si se trata de piezas seriadas en pequeñas cantidades o pequeños objetos, hasta más de mil las copias únicas de obra ya exhibida en alguna pared.
La deriva del mercado puede encarnar en formas misteriosas: el diseño de la imagen corporativa de un producto bancario, las paredes de determinado local de una marca internacional super cool, la comunicación callejera de una película por estrenarse. Lejos de aquietarse, la escena crece y desborda: un marco legal que alienta la actividad en paredes y fachadas, un circuito de galerías y compradores, un mundo en ebullición que busca encontrarse, organizar intercambios, no contenerse. Además, convoca turismo, del que sólo mira y también del que viene a pintar. Sólo se trata de buscar y sumar belleza.
Las manchitas cubren zonas: en algunos casos son tan numerosas que, a su vez, conforman una suerte de colectivo de manchitas. Letras y leyendas ubicadas sobre una plataforma de GoogleMap cuentan que la Ciudad de Buenos Aires es un territorio cubierto por graffiti, murales, stencils, posters, stickers. Anónimos y firmados (por famosos o no), si hay foto y la pieza supera la curaduría que busca mantener nivel parejo de calidad y trabajo artístico, encuentran un lugar en streetartmap.com.ar, el mapa (por ahora) porteño que lleva adelante CollageLab, un estudio de diseño especializado en aportar talento de graffiteros y muralistas a grandes empresas.
Como sucede con cualquier disciplina que se precie, lo primero en el mundo del street art es marcar la cancha: reconocer que existen regularidades, especialidades, requisitos mínimos. Por ejemplo: la autoría de alguien reconocido, o que se note “si hay buena técnica, cómo se trabajó el fondeo, con qué pintura se hizo”, o “si chorrea o está bien terminado”. Esas cosas, aclara Ana María Fonseca, una de las curadoras del mapa en cuestión, son las que se miran en las cien fotos que, en promedio, llegan cada semana para determinar si se trata de “una verdadera obra de arte”. A veces, las mandan los propios autores de la obra; otras, alguien que pasó y pensó que la imagen merecía sumarse a ese catálogo abierto y tan mutante como la calle. El mapa guarda memoria de más de dos mil piezas callejeras.
El registro de lo efímero, que necesariamente es permanente, que necesariamente nunca termina, empezó hace unos meses, porque sus responsables trabajan con grandes empresas aportando talentos del mundo del street art. Sirviéndose de esa alianza ambientan las tiendas de una marca de zapatillas (“hace poco hicimos la casa de la firma en Punta del Este”), y la imagen de marca de una tarjeta de crédito “para mujeres” (el logo remeda un corazón hecho con aerosoles) de un banco norteamericano, la imagen de un festival organizado por una empresa telefónica, por mentar algunas recientes. “El estudio nace vinculado con el street art. De hecho, hacemos nuestros trabajos con tres graffiteros muy reconocidos en Buenos Aires.”
–¿Quiénes?
–No se puede decir. Ellos prefieren no hacerlo.
–¿Por qué las empresas recurren a esta estética?
–Creo que es porque están apuntando a gente más joven. Es también como otra forma de mostrar cosas. La gente está cansada de ver los mismos carteles, la misma estética siempre. Piden otras cosas. Las empresas buscan tanto esta estética que un banco brasileño tiene, en el centro de Buenos Aires, una sucursal ambientada sólo por muralistas. Pasa a nivel global.
Son cinco, diez, veinte detenidos en una vereda de barrio. Escrutan una pared multicolor como si fuera el último minuto de sus vidas, lo último para ver en todo el mundo. Pero pasean tranquilamente por Colegiales una tarde de verano. En inglés, la británica Marina Charles les cuenta que hace tres años pisó Buenos Aires por primera vez y vio “tantas imágenes, tantas paredes vivas. Y no podía creer que hubiera tantas historias que no habían sido contadas”. Por eso está hoy acá, junto con la argentina Cecilia Quiles, porque con el correr del tiempo ellas y otro argentino y otros tres extranjeros, todos vinculados con artes, periodismo, publicidad, decidieron conformar un colectivo dedicado a valorar al street art y sus autores.
Así nació Graffiti Mundo (graffitimundo.com), que tanto organiza tours para turistas extranjeros como propone despertar la mirada turística de quienes transitan por las calles todos los días sin ver (ver aparte). “Porque hay tanto, cosas tan increíbles”, dice Cecilia, y el entusiasmo la desborda como cuando lleva grupos de extranjeros “de todas las edades, hombres y mujeres, de todos lados” a recorrer rincones de Villa Crespo que sólo los vecinos o los porteños de paso suelen conocer. Marina y Cecilia se turnan para señalar detalles, dar los nombres de los artistas, explicar las singularidades de algunas obras, recordar que ellas pueden hacer contacto con los artistas si alguien quiere comprar una obra.
–Muy colorido –dice un señor de bermudas y gesto adusto sin bajar la cámara de fotos ni un segundo.
–Ah, sí, yo conozco ese pañuelo: es de las Madres, ¿no? –responde otra señora en el Colegiales profundo, cuando sus ciceronas preguntan si cierto homenaje gráfico sobre un muro les recuerda algo.
Más allá, un norteamericano que atesora como trofeos las fotos de paredes pintadas que descubrió en San Telmo, no puede dejar de contar su gozo. Llegó hace cinco días, “la ciudad es increíble”.
–¿Y cómo terminó haciendo este tour?
–Me recomendaron amigos míos que habían estado en Buenos Aires. Y tenían razón: de otro modo no hubiera llegado a ver esto. Es una ciudad viva, ¿no?
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