Dom 19.02.2012

SOCIEDAD • SUBNOTA  › CLAUDIA KOZAK, DEL CONICET

Pintadas urbanas

› Por Soledad Vallejos

Imagen: Sandra Cartasso.

Son “oleadas”. Un día alguien señala lo que ya estaba allí y de repente, como si hubiera operado alguna magia, los demás lo ven. Eso dice Claudia Kozak, investigadora del Conicet, docente de la UBA y autora de dos clásicos sobre arte urbano en Argentina, Contra la pared. Sobre graffitis, pintadas y otras intervenciones urbanas (de 1991) y Las paredes limpias no dicen nada (de 2004). En los más de veinte años que lleva dando vueltas al tema y viéndolo transformarse en el país, Kozak aprendió que el placer por las pintadas urbanas, en todas sus modalidades, es algo permanente e irreversible. “Desde el ’84 para adelante, en Argentina nunca hubo una cosa absolutamente intolerante con esto, porque tenemos una relación muy fuerte con la pintada, en especial con la pintada política. Esto pasa en el país, pero también en Latinoamérica, claro. Entonces, si los partidos políticos lo hacen, no podés decirle a un pibe ‘no, graffiti no podés’. Aun cuando alguna ley diga que no, históricamente hay una permisividad.” Por otro lado, a medida que crece como práctica, “se va especializando”. De todos modos, la palabra “graffiti queda como una etiqueta genérica de una práctica”, porque de hecho “antes, en los ’80, graffiti era otra cosa”.

–En los ’80 graffiti eran frases de Los Vergara.

–Exacto. Y ahora los graffiteros hip hop te dicen “eso es pintada”. Pero en los ’80 acá claramente eso era considerado graffiti. Quiero decir: a veces la conceptualización es una cuestión de uso local, pero con la globalización esos usos locales quedan desplazados. Por otro lado, y volviendo al recorrido, la pasada del graffiti hip hop al circuito de las galerías de arte se vio clarísimo en Estados Unidos.

–En la Argentina ese pasaje no es tan claro, por lo menos no todavía.

–Pero a medida que pasa el tiempo sí se va consolidando la práctica y aparece la conexión con el mercado el arte. Aunque también hay quienes lo resisten.

–Todavía persiste el tabú del mercado: muchos graffiteros no quieren decir que hacen obra por encargo para firmas.

–Claro, lo hacen pero no lo dicen. Y luego están los que no tienen problema en pasar al mercado de arte. Claro que también, desde la otra vereda, están los que no resignan el aura anticonvenciones del graffiti y te dicen no a la galería, al ingreso al circuito comercial y menos a aceptar trabajos para corporaciones.

–¿Ahora podría decirse que se encamina a ser mainstream?

–No. Diría que está apropiado por sectores. Pero hay gran cantidad de graffiteros que no van a resignar esto, van a seguir pintando por las suyas, de noche, en lugares donde corren más riesgo. Mirá los chicos de los subtes, por ejemplo, que son los más expuestos y pintan las superficies menos permitidas, lugares donde hay más riesgo.

–En Buenos Aires también incidió en esas situaciones la ley de 2010, que permite el acuerdo entre el propietario de la fachada y quien quiere pintarla.

–Esa ley permitió zanjar situaciones. Por ejemplo, recuerdo un caso de antes de esa ley: una profesora de diseño gráfico había pedido a un artista que pintara su fachada. Pero la Municipalidad le decía que tenía que sacar eso, ¡y era su casa! Le venían a tocar el timbre porque era una contravención. Por otro lado, como decía, en Argentina siempre hubo más permisividad con este asunto. Y desde que hay mucho más turismo internacional, desde 2003 en adelante, más o menos, suceden dos cosas: por un lado, se asombran por encontrar mucha pintada acá, algo que un nativo no suele ver; por otro, suelen asombrarse del desfasaje entre ley y permisividad. Y no hablo sólo de graffiti, eh. En ocasiones hay mucha “firma”, como estuvo muy de moda en los ’90, el nombre de la banda que se repite en una zona, algo muy territorial. El extranjero viene y le parece idiosincrático que la ciudad esté tan sucia a nivel de visualidad, pero no sólo con contaminación típica de publicidades, sino con lo que escribe y pinta o pega la gente. Y eso los atrae, vienen muchos artistas extranjeros a pintar acá.

–¿El graffiti ahora es irremediablemente trendy?

–Sí y no. Actualmente es, digamos, transclasista: hay gente de la facultad, del diseño gráfico, pero también chicos ajenos a esos ámbitos y que tampoco tienen interés por eso. Está presente la tensión, como que es parte de la práctica, eso de si estás o no en el mercado. Hay quienes no resignan su marginalidad, entre comillas, y dicen que el street art tiene que ver con apropiarse de la calle de otra manera respecto del uso estandarizado. Pero también están los que dicen “quiero que se vea lo que hago. Si es Nike o un museo, bienvenido sea”.

–En ese caso, no desestructura.

–Cuando se consolida como práctica visible, tiende a no desestructurar tanto.

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