SOCIEDAD › OPINION
› Por Fito Páez
Si alguien puso en escena la libertad, ese fue Gerardo Gandini. La música erudita y la popular fueron temas que lo hacían pensar hacia una única dirección vinculada a la historia, su estética personal, el juego y el presente. Era un niño atrapado en el cuerpo de un hombre. Gerardo fue siempre en la búsqueda de la perfección. Un auténtico hombre utópico. Fue un artista artesano que construyó su obra con lo que tenía a mano. Hombre desprejuiciado y aventurero. Todo lo ligado a la música le interesaba. Pensaba el mundo desde allí. Y ese mundo era tan complejo como su espíritu. Gerardo nunca escribió una sola nota con la cual no estuviera involucrado emotiva y conceptualmente. Salvo en sus improvisaciones, que eran miniaturas de dibujante travieso sin borde alguno donde frenar. Es un ejemplo de artista total que siempre vivió fuera de las coyunturas de mercado. Solo atento a sus delirios y deseos. A las 7 de la tarde se disparaba el primer whisky, que era su rito diario e inauguraba la hora del relajo y también la acción, depende el día o la noche. Su larga noche de todos estos años. Creo que puedo escribir por todos los músicos que lo conocieron y decir que era una de las personas más divertidas y simpáticas de las que se hayan conocido en nuestro ámbito. Riguroso e implacable a la hora de hacer sonar cualquier partitura que estuviera bajo su comando. Todo eso era parte de su naturaleza y sin grandes gestos nos hacía saber y aprender la música sentados al piano. Doble enseñanza.
También fue el hombre inteligente que prodigaba alegría y buen humor en los momentos de mayor tensión laboral. Y sus comentarios sagaces, al respecto de errores y aciertos, que tanto nos descostillaban de risa genuina una vez terminados los ensayos y conciertos, son recuerdos imborrables para todos los que estuvimos a su lado.
Hay un maremágnum en esta época en el cual todo lo diferente queda fuera de la atención popular. No soy yo quien venga a imponer una regla moral, pero sí puedo decir que un genio como Gerardo Gandini fue uno de los más majestuosos artistas de los cuales mi país sigue sin saber nada y eso es una alarma cultural. Gerardo vivió sin pensar en esto. Y ese desinterés natural por las cosas mundanas lo transformó en un rey de oro, en un aristócrata único de la música universal, que adelantó la aguja en el medio del pantano de la mediocridad de la vida moderna.
Mi viejo amigo hoy se apagó y lo metieron en su ataúd. Fin de la historia. Sin sentimentalismos. Le hubiera gustado esta manera de contar su muerte. Solo que siempre, después de su mirada escéptica al respecto de “casi todo” se escuchaba su risa borrando cualquier idea de imposibilidad. Todos los que lo amamos llevaremos por siempre el efecto de su espíritu en nuestra memoria. ¡Ah!, no le gustaban los pavotes que se toman todo en serio, ni la gente que no corría riesgos. Para él, el Sol Mayor era el Sol Mayor, pero ese Sol Mayor nunca estaba exento, en sus manos, de ser transfigurado en algo que se pareciera a las estrellas.
(Versión para móviles / versión de escritorio)
© 2000-2022 www.pagina12.com.ar | República Argentina
Versión para móviles / versión de escritorio | RSS
Política de privacidad | Todos los Derechos Reservados
Sitio desarrollado con software libre GNU/Linux