Lunes, 28 de abril de 2014 | Hoy
SOCIEDAD › YA NO DETIENEN LAS 4X4 POR ALCOHOLEMIA PORQUE NO HAY GRúAS PARA ACARREARLAS
Agentes destinados al control vehicular dijeron a Página/12 que no hay grúas para levantar las pesadas camionetas 4x4. Por lo general son detenidas y aguardan que el conductor se reponga. Pero aseguraron que ya están dejándolas pasar sin siquiera detenerlas.
Por Gustavo Veiga
Conducir una 4x4 en la Ciudad de Buenos Aires puede contemplar un privilegio en materia vial. El cuerpo de Control de Tránsito porteño ya casi no detiene a esos bólidos cuando realiza controles de alcoholemia porque no cuenta con grúas preparadas para su acarreo. Si el automovilista excede el límite permitido de alcohol en sangre, pueden pasar tres cosas: que le hagan la multa y siga su camino, sin que le retengan ese tipo de vehículo ante la imposibilidad de transportarlo. Que lo demoren, lo inviten a caminar y a tomar agua hasta que su nivel de alcohol baje y esté en condiciones de manejar. O que ni siquiera lo paren en un operativo. Estas situaciones las describieron agentes destinados a esos procedimientos nocturnos que pidieron resguardarse en el anonimato por temor a represalias. Reciben órdenes de sus superiores y son trabajadores precarizados que, en muchos casos, facturan sus honorarios como monotributistas y los cobran con retraso.
En la práctica, el sistema de acarreo funciona así, aunque la Ley 2148 que creó el Código de Faltas en la Ciudad no menciona estas insólitas excepciones basadas en el porte del rodado. La remoción de cualquier vehículo se detalla en la norma sancionada en 2006: “Si el resultado de la prueba indica mayor nivel de alcohol en sangre que el permitido o si el conductor se niega a efectuar dichas pruebas, el agente de control debe prohibirle continuar conduciendo y ordenar la remoción del vehículo”. Eso no sucede con las 4x4 en la Ciudad de Buenos Aires. Las empresas concesionarias del servicio de acarreo carecen de grúas para transportarlas hasta las playas de estacionamiento destinadas a los infractores.
“Nos dicen que las grúas no pueden mover semejantes camionetas”, confió un integrante del cuerpo. “Una vez, a un conductor le dio 0,75 de alcohol en sangre y no teníamos forma de llevarnos el vehículo. Entonces le dijimos que caminara, que tomara agua, para ver si le bajaba”, describió una agente. “Los conductores alcoholizados se iban con la multa, pero además con las camionetas”, dijo otra. Estos hechos se repiten hace años, aunque antes al menos paraban a esos vehículos de alta gama. Ahora ni siquiera eso. Siguen de largo. “A las 4x4 ya ni las paramos”, agregó un agente.
La Dirección General de Seguridad Vial porteña (DGSV) informa que “si por algún motivo el vehículo no pudiera remitirse a la playa de la DGSV (falta de grúa, vehículo demasiado grande o con algún sistema de alarma que lo impida), supervisores de la DGSV harán las gestiones para realizar la remisión a la comisaría correspondiente. En caso de no ser posible, se comunicará al fiscal que se esperará en el lugar a que el conductor tenga un nivel permitido de alcohol en sangre”.
En los operativos de tránsito, los agentes tienen poder discrecional para detener automóviles. Pero a los conductores de vehículos de gran tamaño no los paran porque saben en qué termina su intervención. “Taxistas paramos muchos, pero colectivos a mí nunca me tocaron”, dice un agente, corroborando lo que pasa con un sector del transporte público. “Si un colectivero da positivo en el control, se detiene el vehículo y se llama a la empresa para que mande un chofer que lo reemplace”, comenta otro.
El cuerpo de Control de Tránsito que conduce Carlos Alberto Pérez desde 2011 depende de la Subsecretaría de Transporte a cargo de Guillermo Dietrich. Este último juzgó conveniente que bajaran los controles de alcoholemia en la Ciudad. Entre 2011 y 2013 disminuyeron en un 45 por ciento. En septiembre del año pasado, el subsecretario declaró en La Nación: “En los países desarrollados casi no hay controles. Cuando evoluciona la conciencia de la gente, se genera un cambio de hábito y deja de ser necesario controlar tanto”. Se basaba para decirlo en que las estadísticas le daban la razón con respecto a 2007, en que la tasa de controles de alcoholemia positivos llegaba al 2 por ciento, sustancialmente más alta que los registros de 2013.
Un vistazo a los últimos dos presupuestos arroja que, con casi la misma cantidad de empleados, la Dirección General del Cuerpo de Agentes de Tránsito y Transporte –que depende del jefe de Gabinete, Horacio Rodríguez Larreta– subió sus ingresos de 90 a 199 millones de pesos entre 2013 y 2014.
Lo más incongruente es que el presupuesto de la Dirección General de Seguridad Vial, que también depende de aquel funcionario, bajó de 45 a 17 millones en el mismo período. Es el área desde donde deberían surgir las políticas de prevención que tiene asignadas: “Dirigir el desarrollo de estudios e investigaciones a fin de establecer los factores de riesgo potencial en accidentes de tránsito”. También “coordinar con las distintas reparticiones del Gobierno de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires, involucradas en la seguridad vial, la elaboración de proyectos en la materia”. O “implementar políticas relacionadas con la educación vial”.
Mientras la Ciudad de Buenos Aires no tiene grúas adecuadas para acarrear camionetas 4x4, o baja la intensidad de los controles pese a que este mes incorporó 88 agentes más al Cuerpo de Tránsito, en otras localidades del país sucede lo contrario. En la provincia de Córdoba comenzó a regir en marzo el programa Alcoholemia Cero en todas sus rutas, que durante tres meses concientizará a los conductores de que no deben beber si manejan. Antes de que entrara en vigencia la ley de tránsito provincial 10.181 estaba permitido 0,4 miligramo de alcohol en sangre. Esta norma es más dura que la ley nacional que fija el límite máximo en 0,5.
En ciudades importantes como Rosario y Bahía Blanca, los operativos de tránsito no discriminan entre vehículos grandes y chicos. En la primera, la titular de la Agencia Municipal de Seguridad Vial, Clara García, detallaba en marzo del año pasado que el test a un conductor que manejaba una 4x4 había dado 2,24. La información publicada en medios rosarinos agregaba que en el operativo “se utilizaron nuevas grúas para trasladar vehículos de gran porte”. En Bahía Blanca, el juez de Faltas local, Gabriel Nardi, protagonizó un incidente cuando una inspectora de tránsito lo detuvo en febrero pasado para un control de alcoholemia. Manejaba su camioneta 4x4, lo pararon y, como no se hizo la prueba, terminó denunciado, ya que la agente declaró que chapeó con su cargo. El magistrado dijo en una radio bahiense que la inspectora lo conocía y no se lo exigió. El episodio tuvo mucha repercusión en la ciudad bonaerense.
La Subsecretaría de Transporte de la Ciudad, así como las seis direcciones que de ella dependen, no dan ninguna información estadística sobre tránsito. Por esa razón, un grupo de diputados impulsó la creación de un Observatorio de Seguridad Vial de la Ciudad que la Legislatura aprobó en abril de 2013.
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