Lunes, 13 de octubre de 2014 | Hoy
SOCIEDAD › CRóNICA DE UNA VISITA A LONGCHAMPS CON ALEIDA, LA HIJA DEL CHE
Aleida Guevara March visitó un hospital en el barrio La Toma, en Longchamps. Página/12 la acompañó y comprobó la marca que fue dejando el criterio cubano de salud social en un equipo de médicos formado en la Escuela Latinoamericana de Medicina de La Habana.
Apenas llegó al barrio La Toma, en Longchamps, Aleida Guevara March, una de las hijas del Che, entró rápido a la pequeña casilla de hormigón que funcionaba como clínica y empezó a recibir pacientes. En un cuarto que apenas se distinguía de una improvisada sala de espera por unas cortinas, hizo pasar a una nena y a su madre. Sentada detrás de una mesa de madera y delante de un estante enorme que cubría de medicamentos una pared, las escuchaba y les hacía preguntas. Según Martina Ochoa, médica egresada de la Escuela Latinoamericana de Medicina (ELAM) de La Habana, la chiquita, de unos cinco años, no tenía fiebre pero estaba con mocos en la garganta que parecían viejos. Le recetó un remedio, y Aleida, pediatra de profesión, sugirió pesarla para controlar que no hubiera otros problemas. Recién después del examen y de que ella misma les diera algunas recomendaciones, despachó a la familia para hacer pasar a la siguiente. El hospital hace ocho años trabaja en la zona con médicos de la ELAM, en un proyecto que tiene como ejes la salud y la educación gratuitas. Si ese día había caras largas por la consulta médica, la inesperada presencia de Aleida, madrina de misiones solidarias cubanas vinculadas a este tipo de programas sociales, las había cambiado todas.
Guevara March visitó el asentamiento de la provincia de Buenos Aires, en el marco de una serie de visitas en el país programada por la Fundación Un Mundo Mejor Es Posible (Ummep). Entre las actividades que realizó durante el 16 de septiembre y el 3 de octubre, la segunda hija de Ernesto Guevara participó de una jornada de trabajo de médicos y educadores en Humahuaca y del lanzamiento de la campaña de construcción del Hospital Escuela de Oftalmología Dr. Ernesto Guevara en la ciudad de Córdoba. En su visita al asentamiento en Longchamps fue declarada “pobladora ilustre de la toma de tierras” por los vecinos, que la buscaban emocionados para saludarla y sacarse fotos.
El hospital le dio la bienvenida con un cartelito en la entrada que anunciaba Centro de Cuidado Integral de la Salud Dr. Miguel Enríquez. Aunque no ofrece lujos, está bien equipado con camillas, balanzas, aparatos para tomar la presión y una biblioteca para que chicos y grandes puedan leer. En total, trabajan 25 médicos y colaboradores, la mayoría profesionales egresados de la ELAM, que atienden voluntariamente a vecinos que se encuentran en situación de pobreza.
Este proyecto, denominado Propuesta Tatu, en homenaje al nombre que recibió el Che Guevara en el Congo por ser tercer comandante y que significa “tres” en la lengua africana swahili, tiene una lógica de salud integral donde la sanidad y la educación van de la mano. “No puede haber salud si no hay cultura. La educación nos hace aprender la prevención de la salud”, explicó a Página/12 Gino Straforini, coordinador del proyecto que ya trabajó en 18 asentamientos similares. “Nosotros quisiéramos ocuparnos de la prevención, pero nos encontramos trabajando sobre las urgencias. Acá se ha logrado organizar el barrio: tenemos calles, plaza, salita, energía eléctrica, se hace llegar el agua, casi no tenemos iletrados. Antes no teníamos nada”, comentó.
Desde su inicio en 2007, atienden a diario unos 60 pacientes, les entregan en forma gratuita remedios y tienen un programa de alfabetización para que aprendan a leer y escribir. “Hay que estar con la gente y hay que ser un ejemplo. Hay que construir confianza y ganarse su corazón, para después poder ganarse su cerebro. No podemos producir ningún cambio en ninguna sociedad sino podemos ser ejemplos”, aseguró Straforini, antes de que Guevara March pronunciara unas palabras a los presentes. Para el coordinador, la visita de Aleida significaba una profunda emoción no sólo por ser la hija del Che, sino por transmitir y practicar sus ideales.
La hija del Che tardó casi una hora con los pacientes. Después, afuera de la casilla, en una mesa que le hacía frente a las nubes grises, al frío y a unas 30 personas expectantes, reflexionó sobre la importancia de que existan este tipo de ideas. “Los médicos se forman para servir, no para enriquecerse con el dolor ajeno ni con la necesidad. A eso es a lo que aspiramos, que todos sientan eso y lo practiquen, porque la salud es un derecho del pueblo. No estamos pidiendo nada especial”, destacó.
Lo que iba a ser un discurso breve, se transformó en una charla de otras dos horas, donde los vecinos y militantes de organizaciones sociales, con timidez, se iban animando a hacerle preguntas y ella no tenía apuro en explayarse. Incluso, ante el pedido expreso del público, se tomó su tiempo en contar anécdotas referidas al Che: “En un documental cuento casi todos los recuerdos que tengo de mi papá, porque todo el mundo me pregunta lo mismo. Los sueños y los recuerdos un poco van perdiendo la magia, pero a ustedes se los puedo contar”.
En una de esas historias, recordó cuando le tocó atender a un nene en sus épocas de guardia. Luego del chequeo, el chico la reconoció y, desfachatado, le preguntó si era la hija del Che. Con la afirmativa, concluyó “ah, por eso eres tan buena” y se fue satisfecho. “He estudiado más de siete años para hacerme pediatra y este vejigo (pibe) me dice que soy buena porque soy la hija del Che. Pero la lectura más importante es preguntarse cómo un niño sabe que el Che es bueno y que, por tanto, la hija tiene que ser buena. Por eso hoy tenemos hombres y mujeres que son realmente héroes del trabajo, entregando lo mejor que tienen a otros pueblos”, reflexionó, al remarcar el símbolo de solidaridad en el que se convirtió Guevara para los más jóvenes. Ella había estado dando el mismo ejemplo durante toda la jornada.
Informe: Gonzalo Olaberría.
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