Mar 15.03.2016

SOCIEDAD  › CONDENARON EN MAR DEL PLATA A ARIEL ITO POR MATAR A SU EX ESPOSA

Perpetua para el guardavidas

Ariel Ito y Mariana Horowitz eran guardavidas y tenían un hijo en común. En mayo de 2014, Ito la mató de cinco disparos en la vereda de su casa marplatense. Huyó y fue detenido en Humahuaca, Jujuy. En el juicio hizo una sorprendente defensa de Ni una menos.

› Por Juan Ignacio Provéndola

Dos años después de haber asesinado a su ex esposa, Mariana Horowitz, a balazos, Ariel Ito fue condenado a prisión perpetua por el Tribunal Oral en lo Criminal de Mar del Plata. Los tres jueces fallaron en sintonía con el pedido del fiscal Alejandro Pellegrinelli y de Jorge Luquet, abogado de la familia de Horowitz (su hermana Laura se presentó como particular damnificada), quienes habían considerado a Ito penalmente responsable del delito de homicidio triplemente agravado por el uso de arma de fuego, por el vínculo y por encuadrarse en la figura del femicidio.

La suerte del guardavidas marplatense parecía zanjada de antemano, ya que además de haber testigos que vieron cómo acribillaba a su ex esposa en la vereda de la casa que ambos supieron compartir en el barrio Alfar, fue el propio Ito quien se reconoció autor del hecho. Su última esperanza estribaba en la estrategia urdida por Carlos Mira, su abogado defensor, quien pujó hasta último momento para que el tribunal reconociera emoción violenta en el accionar de su patrocinado. El cambio de carátula le iba a permitir a Ito aspirar a una condena de entre 10 y 15 años, mucho menos que los 35 que, según se estipula, deberá purgar antes de poder solicitar el pedido de libertad condicional.

Ariel Ito mató a Mariana Horowitz el 28 de mayo de 2014 en una casa ubicada sobre Santa María de Oro al 4900, al sur de Mar del Plata, compartida por ambos hasta la separación producida unos cinco meses antes. Desde ese entonces, Ito ocupaba esa vivienda, mientras que Horowitz había regresado a la casa de su padre en Villa Gesell, de donde era oriunda. Ambos eran guardavidas y participaban de distintas competencias atléticas, aunque Mariana se destacaba mucho más (ver recuadro). En el entorno familiar de ella creen que éste fue uno de los motivos que encandeció los celos de su pareja.

Hubo señales que anticiparon el desenlace. La más violenta fue cuando Ito destrozó a martillazos una bicicleta de elevado valor que Horowitz había comprado para aspirar a mejores performances en sus competencias. “Se la dejó como un papel y Mariana la guardó como evidencia por si pasaba algo”, cuenta un familiar cercano a la víctima.

También hubo denuncias que la propia mujer radicó en diversas comisarías, aunque ninguna fue estimada. “Todo se empezó a pudrir cuando Mariana arrancó a competir más profesionalmente, aunque el tipo terminó de enloquecer después de que ella volviera a Gesell. Siempre que él la llamaba, terminaban peleándose a los gritos. Ariel era un enfermo de celos”, cuenta este mismo pariente.

Ito y Horowitz estaban separados, pero había algo que los seguía uniendo: un pequeño hijo de cinco años. Mariana había viajado a Chile para reponer la bicicleta dañada y, a la vuelta, fue a Mar del Plata a buscar al pequeño para tenerlo con él unos días en Villa Gesell. Ito le dijo que la esperaba con el pequeño, pero a último momento decidió dejarlo en lo de un amigo porque suponía que “algo iba a ocurrir”, según declaró en las audiencias del juicio oral, celebradas la semana pasada. Esta premeditación fue la que complicó la estrategia de la defensa de demostrar emoción violenta: por un lado, Ito asegura que “estaba enceguecido y no sabía lo que hacía”, aunque en los hechos exhibió conductas propias de una persona consciente de sus actos y de las consecuencias que estos pueden generar.

Lo cierto es que aquel día fatídico se generó una fuerte discusión dentro de la casa y todo terminó en la vereda. De manera literal: allí fue donde Ariel Ito disparó al menos cinco balazos de un arma calibre 32 contra Mariana Horowitz, quien según testigos gritaba pidiendo auxilio antes de ser fulminada por dos de esos tiros. La mujer cayó desvanecida al lado de una camioneta que es la que el hombre utilizó para escapar las primeras quince cuadras de un raid cinematográfico que acabó en Humahuaca, cuando pudo ser localizado luego de cometer el fatal error de comunicarse por teléfono con una tía. Fue encontrado el 3 de junio caminando por las calles de esa localidad jujeña, a escasos 160 kilómetros de Bolivia, adonde se presumía que intentaba fugarse. En esos primeros días se negó a declarar y exigió que se le realizaran pericias psicológicas y psiquiátricas, acaso aconsejado por la estrategia de su defensor oficial.

En el juicio, Ito se manifestó “avergonzado por lo que pasó” y calificó al hecho como “una desgracia”, a la vez que le pidió perdón a los familiares de Horowitz allí presentes, “a quienes no puedo mirar a la cara”. Y, dicho eso, inició un insólito exordio en contra de la violencia de género: “Quiero que se tome en cuenta el desenlace que puede pasar por una simple discusión. Uno nunca se hubiese imaginado un final así. Se puede hacer prevención para que no vuelvan a suceder estas cosas”. Además realizó una curiosa comparación con su trabajo de guardavidas: “Cuando vemos a una persona en peligro, la sacamos del pozo del peligro, de esa trampa. Los psicólogos, en cambio, no nos rescataron ni a Mariana ni a mí de esa trampa. Nos decían que las cosas siguieran. Hay que prestarle atención a esas marchas de ‘Ni una mujer menos’ (sic)”.

Conocida la condena, los allegados de Mariana estallaron en llanto. Entre ellos, Laura, su hermana mayor, quien corre con el mismo dolor que los otros familiares, aunque se le añade una responsabilidad sensible: criar al pequeño hijo de Ito y Horowitz. “Desde que salimos del cementerio, fui a la psicóloga porque no sabía qué contarle. Y me sugirieron decirle la verdad cuando preguntara, así que sabe todo”, apunta Laura, quien no cree el arrepentimiento del asesino. “Pinta todo color de rosa, pero miren cómo terminó todo. Esta condena no me cambia nada, porque Mariana no vuelve. Solo sé que es el primer juicio que vivo, y espero que sea el último.”

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